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El
compromiso del investigador
en la divulgación de la ciencia
Manuel Martínez
Morales (1 de 2) |
Si
aceptamos que el conocimiento científico y sus derivados tecnológicos
son un producto eminentemente social, entonces es fácil reconocer
la importancia que adquieren las tareas de difusión y divulgación
de la ciencia. Algunos especialistas en el tema suelen distinguir
entre difusión y divulgación. Difundir el conocimiento
científico sería hacerlo llegar a ciertos grupos o sectores
sociales para su aprovechamiento directo, en tanto que divulgar la
ciencia sería hacer accesibles las teorías y métodos
de las diversas ciencias, así como sus aplicaciones concretas,
a un público muy extenso.
Para un investigador activo en cualesquiera de las disciplinas científicas,
o para un ingeniero trabajando en el desarrollo de tecnologías,
el plantearse tareas de difusión y/o divulgación de
la ciencia lo enfrenta a un delicado compromiso, pues tiene que comenzar
por preguntarse acerca de la naturaleza de su quehacer y la forma
en que éste se articula con su entorno social. Es decir, si
el científico no asimila la dimensión social de su propia
disciplina o de la ciencia en general, difícilmente podrá
hacerse cargo de resaltar el valor de su trabajo en cuanto a su potencial
económico, tecnológico, educativo o en cuanto a su vinculación
con otras áreas del saber y la cultura.
Obviamente, la comprensión de la forma en que se inserta la
práctica científica en una sociedad específica
rebasa el ámbito académico o puramente profesional y
requiere que el investigador se asuma concientemente como sujeto social;
esto es, que reconozca plenamente el punto de partida de sus reflexiones
no sólo en cuanto científico sino también como
integrante de una familia y de una clase social, como ciudadano con
derechos y deberes, con conocimientos, prejuicios y valores producto
de la educación formal y del adoctrinamiento ideológico
al que toda sociedad somete a sus miembros.
Igualmente debe reconocerse en su integridad de hombre concreto con
sentimientos, deseos y emociones y –sin evasión alguna–
aceptar que ante todo, el hombre es –como expresa E. Becker–
un animal que se mueve en un planeta iluminado por el sol, con la
necesidad impostergable de alimentarse y defecar, consciente de su
finitud y de su muerte.
En palabras un poco más técnicas: el científico
debe reconocerse como un miembro de la especie humana, con una historia
de evolución biológica y también con una historia
social, cultural tras de sí.
Si bien la difusión y la divulgación de la ciencia pueden
clasificarse en diversas categorías, según el público
a quien están dirigidas, el nivel de profundidad técnica,
o según su temática, aquí propongo una clasificación
de la divulgación en dos categorías.
Uno: La divulgación que llamaré aséptica, orientada
solamente a proporcionar información en un lenguaje no técnico;
esta forma de divulgar la ciencia asume que el sujeto que la produce
debe esconderse lo más que pueda tras los “hechos”
científicos o técnicos que pretende comunicar, haciendo
a un lado sus propias valoraciones, sus prejuicios y su ideología.
Dos: La divulgación comprometida, en la cual la comunicación
científica no se limita a relatar o a describir “hechos”
sino que está matizada por las opiniones, las valoraciones,
la ideología de quien la emite, apareciendo el sujeto en una
posición comprometida, puesto que todo juicio que rebase los
criterios lógicos y metodológicos de la ciencia será
objeto de debate extracientífico.
La divulgación aséptica parte del supuesto de que la
ciencia es una práctica universal y abstracta, objetiva, en
la cual la valoración de los científicos no es de mucha
importancia y que no depende del contexto social o del momento histórico
en que se produce.
Sólo mencionaré que la fragilidad de este supuesto ha
quedado expuesta ya desde hace tiempo por numerosos autores, tan diversos
como Marx, Bachelard, Holton, Morin, Wallerstein, Prigogine, Penrose,
Feyerabend, Lakatos, Zemelman, etcétera. Este tipo de divulgación
ha alcanzado cierto desarrollo en México; existen publicaciones
–libros y revistas– dedicadas a este tipo de divulgación
desde hace algún tiempo y, me parece, que es en este tipo de
comunicación en el que se piensa cuando se habla de divulgación
y difusión de la ciencia. Aunque incipiente, también
encontramos esta forma de divulgación en la radio y la televisión
y en notas periodísticas. En mi opinión, este tipo de
divulgación y difusión tiene un efecto limitado, sobre
todo porque su público es sumamente restringido. |
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