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Dicen que explicarle a alguien lo que es el amor romántico
es tan difícil como explicar lo que es el viento. No importa
cuántos libros se lean al respecto; la verdad es que uno
debe sentirlo para saber de lo que se trata. Sin embargo, de manera
general podemos decir que “El amor” es un nombre que
hemos elegido para llamarle a un conjunto de emociones y comportamientos
que ocurren como resultado de un vínculo afectivo positivo
entre dos personas. Al igual que el viento, las emociones no se
pueden ver, pero sí el efecto que producen a su paso; en
este caso, sobre el comportamiento. Entonces, desde el punto de
vista de la neuroetología (ciencia que estudia el cerebro
y el comportamiento animal) las emociones que se viven durante episodios
románticos son expresiones de motivación complejas
que conllevan a comportamientos específicos, los cuales pueden
ser medidos de una manera objetiva y analizarse. La pregunta es,
¿cuáles son esos comportamientos? y ¿para qué
sirven en la vida de un individuo? Muchas preguntas como las anteriores
se han podido responder con la ayuda de modelos de estudio del comportamiento
en animales.
El amor romántico que conocemos en los humanos tiene sus
vestigios en las preferencias de pareja que existen en todos los
animales con reproducción sexual. Las preferencias de pareja
se observan comúnmente cuando un individuo pasa más
tiempo junto a la pareja potencial, le visita más frecuentemente
y muestra comportamientos de cortejo que normalmente conllevan al
apareamiento. Dependiendo de la naturaleza de cada especie, las
preferencias de pareja pueden ser más o menos selectivas
y con mayor o menor duración. Por ejemplo, una especie de
roedores conocidos como ratones de pradera (Microtus Ochrogaster)
encontrados principalmente al Este de los Estados Unidos, se consideran
una especie monógama, ya que la preferencia de pareja que
demuestran es exclusivamente dirigida hacia un individuo en particular,
con el cual pasan más tiempo, copulan y cuidan a las crías.
El vínculo afectivo que los hace estar juntos se desencadena
principalmente después de la cópula y una vez formado
ninguno de los dos copulará con alguien más. Además,
si algún otro individuo pretende cortejar a uno de ellos,
la pareja responderá con comportamientos de agresión
hacia el individuo extraño.
Por otro lado, existen especies de roedores consideradas polígamas
porque no muestran preferencias de pareja exclusivas, como los ratones
de montana (Microtus montanus), encontrados principalmente al Oeste
de los Estados Unidos. Esta especie también muestra preferencias
de pareja, pero a diferencia de los roedores monógamos, los
ratones de Montana no desarrollan vínculos afectivos selectivos
y/o exclusivos hacia una pareja en particular. Más bien pueden
tener preferencias por varios individuos que tengan una o varias
características similares, además de que el macho
y la hembra que se aparean no cuidan juntos a las crías y
en caso de que algún otro individuo corteje a la pareja no
se desencadenan comportamientos de agresión. Algunos investigadores
han sugerido que estudiar y entender los mecanismos neurales que
hacen a un individuo monógamo o polígamo, podría
ayudarnos a comprender por qué los humanos nos enamoramos
o nos desenamoramos y cuál de los dos sistemas de apareamiento
nos corresponde como especie.
Estudios previos han mostrado que las diferencias observadas en
las dos especies de roedores mencionadas, dependen de ciertas diferencias
ecológicas, neurales y genéticas. Por ejemplo, los
ratones monógamos viven dispersos en las praderas, donde
hay más dificultad para encontrar alimento y parejas para
aparearse. Por el contrario, los ratones polígamos viven
menos dispersos y en lugares de más abundancia. Por lo tanto,
encontrar comida y pareja es más fácil para la especie
polígama. De acuerdo con esto, uno podría pensar que
ser monógamo o polígamo depende de la cantidad de
comida y parejas que estén disponibles; sin embargo, esto
no es del todo verdad debido a que se ha demostrado que un ratón
monógamo no se convierte en polígamo por el hecho
de tener más alimento o más parejas disponibles. De
hecho, a pesar de la abundancia de parejas potenciales, los machos
o hembras monógamos elegirán a uno para copular, y
a partir de eso desarrollarán un vínculo afectivo
que los llevará a ser mutuamente selectivos, ignorando al
resto. De una manera similar, un ratón polígamo no
se convierte en monógamo cuando la disponibilidad de parejas
para aparearse se reduce a un individuo, y tan pronto como haya
oportunidad, el ratón polígamo copulará con
más parejas potenciales. |