Año 6 • No. 226 • junio 12 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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Juan Carlos Plata
(Fotos: Carlos Cano)

Inacción, ignorancia, indolencia y corrupción podrían agudizar los problemas que ya se tienen de desabasto de agua, dijo
A la una de la tarde del 3 de mayo de 1991 se empezaron a escuchar las explosiones. Minutos después, una espesa columna de humo y fuego salían del predio de la avenida 11 número 547 de la ciudad de Córboba, Veracruz; eran las instalaciones de la empresa Agricultura Nacional de Veracruz (ANAVERSA), que producía y almacenaba plaguicidas.

En el accidente se quemaron al menos 18 mil litros de paratión metílico, 8 mil de paraquat, mil 500 de pentaclorfenol y 3 mil de 2,4-D, todos ellos plaguicidas de alta peligrosidad. Un estudio realizado por la empresa Chemical Waste Management de México –y revisado por diversos toxicólogos– reveló que fue inminente la generación de dioxinas, sustancias altamente tóxicas.

Estos compuestos fueron a parar a las calles, drenaje y depósitos de agua que abastecían a 17 colonias de la ciudad. Según testigos, “el olor era espantoso. Corría agua por las calles con un color verdoso...”

De acuerdo a un artículo de José Luis Blanco –profesor de Sociología del Sistema de Enseñanza Abierta de la Universidad Veracruzana (UV)–, y de Ramón Rocha –médico egresado de la UV–, publicado en el suplemento “La Jornada Ecológica” del periódico La Jornada el 26 de abril de 2001, después del incidente se ha encontrado en la población de la zona circundante a la planta “una incidencia considerable de inmunodeficiencias como lupus eritematoso sistémico, diabetes mellitus, nefropatías, hepatologías, patologías hematológicas, aplasias medulares, leucemias, trastornos de las vías respiratorias bajas, neoplasias varias, abortos, malformaciones congénitas y cromosopatías, entre otras más, las cuales, por su aumento considerable en la zona a partir de 1991, sugieren su relación con el incendio de ANAVERSA”.

A la fecha, estadísticas extraoficiales hablan de más de 200 muertos a consecuencia de la explosión y sus efectos secundarios; el día del accidente se evacuaron a más de dos mil personas, más de mil presentaron signos de intoxicación y se hospitalizó a más de 300 en estado grave. La empresa a final de cuentas pagó una multa de poco más de cien mil pesos y recibió el monto de un seguro por más de 3 millones y medio de pesos.

Luego de lo que ha sido considerado por diversos especialistas como el mayor desastre ecológico de Latinoamérica a la fecha, en la zona de Córdoba no se han realizado estudios serios de la afectación que pudieron haber sufrido los mantos acuíferos, aseguró el hidrogeólogo e investigador del Departamento de Recursos Naturales, dependiente del Instituto de Geofísica de la UNAM, Ramiro Rodríguez Castillo.

Invitado por el Centro de Ciencias de la Tierra de la UV, el especialista señaló que la corrupción, la ignorancia y la falta de acción e inversión de los organismos encargados de la materia prevén un futuro más problemático que el que ya enfrentamos.

“Todos debemos entender que toda el agua nacional está comprometida por la alta contaminación. Las ciudades no han hecho los esfuerzos necesarios y los ciudadanos tampoco están haciendo su parte”, dijo Rodríguez Castillo.
Y si a los problemas de contaminación se suma la gran cantidad de agua que se desperdicia –alrededor del 40 por ciento del agua que llega a las ciudades se pierde en fugas en los sistemas de distribución–, la situación se torna aún más grave.

“No solamente es problema de falta de mantenimiento, sino de mala gestión, utilización de material defectuoso en los sistemas, la lenta detección, etcétera”.
Rodríguez Castillo, miembro de la Asociación Internacional de Hidrogeólogos, manifestó que lo más preocupante es que aun cuando se sabe que los problemas ahí están, no hay datos, no hay estudios.

“Los riegos de no hacer nada al respecto son, en primera instancia, que los problemas de contaminación se extenderán, y además, que los esquemas de remediación son muy costosos. Y si no hay dinero para reparar una tubería, menos habrá para construir una planta de tratamiento de aguas in situ para quitar arsénico”, señaló.
Causas de los problemas de contaminación
El investigador planteó que los principales factores que contribuyen a los problemas de contaminación del agua en México están asociados a la geología –por la circulación del agua por diferentes tipos de roca (particularmente en zonas mineras)–; a la agricultura intensiva; a la subsidencia –hundimientos de terrenos por la compactación de la tierra ocasionado por la explotación de mantos acuíferos subterráneos–; la industria y sus desechos; y a la infraestructura urbana
–principalmente por fugas en tuberías.

“En nuestras investigaciones hemos detectado problemas serios en zonas volcánicas que propician la migración de altas cantidades de gas radón hacia la superficie. Además de que las fugas de agua clorada que se va al drenaje, al interactuar con la materia orgánica, provocan la formación de lo que se denomina productos de transformación’, como cloroformo, clorobenseno y ácidos ascéticos, sumamente tóxicos”, destacó Rodríguez Castillo.
Y añadió: “En el estado de Guanajuato –de inminente vocación minera–, hay alrededor de 27 mil perforaciones exploratorias que facilitan la incorporación de oxígeno al subsuelo, y al oxidarse los minerales se desplazan hacia los cuerpos de agua, contaminándolos, lo cual es muy grave, ya que el país depende en un 70 por ciento del agua subterránea”.

Otro aspecto fundamental de la contaminación es que el desarrollo industrial no ha sido controlado por las autoridades ambientales, sobre todo en cuanto al manejo de desechos tóxicos. “Sabemos que a lo largo de todo el país tenemos procesos industriales que no registran ni tratan de alguna manera sus residuos y muchos de ellos terminan en basureros o en las aguas residuales, todo esto a pesar de que México tiene una norma ambiental severa, estricta y amplia”.
La presencia de cadmio en el agua es otro de los problemas más frecuentes y más peligrosos en el país. El cadmio es un elemento que está asociado fuertemente a los basureros debido al mal manejo de las baterías.

“En Japón, si se quiere comprar una batería, se tiene que entregar la ya usada o pagar una multa ambiental de 20 dólares; estas baterías usadas se manejan y se re-procesan. En México simplemente se tiran, llegan a los basureros, provocan la concentración de cadmio que termina –ya sea por asimilación en el subsuelo o por contacto directo con arroyos o ríos– en los mantos acuíferos”, señaló el investigador de la UNAM.

Otro de los causantes es la indolencia y la falta de reflexión sobre las consecuencias de las acciones que pueden representar un daño ecológico. “Si uno descarga sus desechos en un río, esa misma agua está siendo usada más adelante para consumo o para agricultura. El caso más patético es el de Guadalajara: buena parte del abastecimiento de agua se hace a través del Lago de Chapala, que es la cloaca más grande del país, recibe las aguas residuales de Toluca, de las zonas industriales de Salamanca, Irapuato, León, y esta misma agua es utilizada en Guadalajara simplemente con un tratamiento de cloración”.

Rodríguez Castillo aseguró que en México se tiene un promedio de generación de basura de alrededor de 950 gramos diarios por persona, de los cuales el 40 por ciento es comida.

“Los municipios se resisten mucho a los manejos alternativos de los residuos. Simplemente escogen un lugar para amontonar la basura. Muchas veces estos lugares son zonas de recarga de agua y se filtran al suelo compuestos producidos por la basura y tenemos problemas muy serios de contaminación de mantos acuíferos”, dijo.
Las opciones
Pero incluso con este panorama, hay algunas opciones, sostuvo el especialista. La Organización Mundial de la Salud está recomendando que todas las comunidades de más de 5 mil habitantes tengan por lo menos un humedal para tratar las aguas residuales, que son muy atractivos para pequeñas comunidades y se vuelven áreas de recreo, son esquemas muy baratos y muy simples, que además pueden propiciar el desarrollo de especies nativas.

“Se han hecho estudios comparativos de la calida de agua que entra a un humedal y la que sale. El mejoramiento es notable. Y de ahí se puede descargar esa agua a un río; lo que sucede actualmente es que el agua residual se va directamente a los cuerpos de agua y tenemos ríos muy afectados, como el Lerma, el Balsas y el Blanco”.

Rodríguez Castillo mencionó que las ciudades no han hecho el esfuerzo debido para tener rellenos sanitarios regionales y plantas de tratamiento de aguas residuales. Hay una tendencia en el mundo de ya no tener basureros, reciclar lo más que se pueda y a la basura que queda se le agrega una resina y con ella se producen ladrillos y tuberías. En Perote ya hay una iniciativa en ese sentido.

Además, aseguró el investigador, es necesario propiciar la formación de gente especialista en el agua. Existen opciones profesionales como las carreras de Geofísica, Geología, Ingeniería Hidráulica, Ambiental y Ciencias Ambientales. Dijo que hay una gran cantidad de opciones que pueden generar especialistas en la materia ya que el agua promete gran campo de trabajo en muchas zonas: hay muchas empresas de consultoría, cada vez se requiere más gente trabajando en este tipo de situaciones.

“Para resolver los problemas relacionados con el agua se requieren ganas, preparación, visión y exigencia por parte de los estudiantes y los ciudadanos, para que las cosas empiecen a funcionar bien en este país”, puntualizó.

Ramiro Rodríguez Castillo es investigador del Departamento de Recursos Naturales del Instituto de Geofísica de la UNAM. Se licenció en Física por la UNAM, es doctor por la Facultad de Geología de la Universidad de Bucarest, Rumania. Sus disciplinas de investigación son Hidrogeología, Contaminación de acuíferos y Vulnerabilidad acuífera. Es profesor del posgrado de Ciencias de la Tierra de la UNAM. Es miembro del SNI nivel 2 de la Academia de Ingeniería y de la Asociación Internacional de Hidrogeólogos.