Año 6 • No. 206 • mayo 15 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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La imagen de Dios ha mermado, pero la del diablo mantiene gran vigencia
Modernidad violenta, producto de la
inclinación de los hombres al mal
Dunia Salas Rivera
Mario Muñoz: premio a la mejor reseña periodística de historia y cultura prehispánica, por su trabajo del libro Los disfraces del diablo, de Félix Báez Jorge
En sus trabajos antropológicos, Félix Báez Jorge forma un tejido de relaciones muy vasto, no sólo de su área, también del cine, la pintura y la literatura, de la que muchas veces se piensa que es el campo de la imaginación y Báez Jorge sabe perfectamente que ésta es parte de una estructura antropológica y social. Por consiguiente, el mundo imaginario no es independiente de la estructura básica que mueve a la sociedad, sino parte de su manifestación dentro del nivel estético, expresó Mario Muñoz, académico de la Facultad de Letras de la Universidad Veracruzana (UV).


Mario Muñoz aseguró que el diablo es un personaje que ha cambiado a través de las épocas y de acuerdo a las culturas.

El acreedor al premio a la mejor reseña periodística en el campo de la historia y la cultura del periodo prehispánico, que entrega el Comité Mexicano de Ciencias Históricas, por el libro Los disfraces del diablo, de Báez Jorge, explicó que el interés por el trabajo del antropólogo se dio porque desde hace algunos años ha investigado sobre la literatura fantástica, que se conecta mucho con el mundo de la superstición, de lo religioso y con el inconsciente colectivo:

“El diablo es un personaje que va cambiando a través del tiempo, de las épocas, de los siglos, de acuerdo con las culturas y no siempre tiene la misma configuración, por ejemplo, la que la tradición cristiana ha manejado”.

De acuerdo con Mario Muñoz, el gran poder que el diablo tiene es el de ser una figura proteica, que se va metamorfoseando y acomodando a las diferentes necesidades del imaginario social y por eso su vigencia se sostiene hasta nuestro días, no obstante que en el presente hay una fuerte carga de incredulidad hacia lo religioso.

Lo que sostiene Mario Muñoz es que mientras la imagen de la divinidad –de Dios, en la tradición católica– ha mermado considerablemente dentro de la sociedad, la imagen del diablo, por el contrario, sigue manteniendo una gran vigencia, “lo cual se aprecia en el hecho de que recientemente han estado apareciendo libros, tanto en México como en España, que estudian la evolución que tiene el diablo a través del tiempo”.

También está presente en otras manifestaciones estéticas, como el cine: “La figura del diablo como la del vampiro –al cual está asociada– son arquetipos que, por estar ligados a la idea del mal, tanto en su concepción abstracta como en la muy precisa, concreta y material, no tienden a desaparecer sino que se sigue proyectando de una manera muy convincente en la actualidad, independientemente de la sociedad de que se trate.

“Hay cultivadores del diablo no sólo en las sociedades arcaicas o subdesarrolladas, también hay sectas satánicas y cultos vampíricos en las civilizaciones industriales, entonces cabe la pregunta: ¿cómo explicar este fenómeno en países muy desarrollados?, porque una lógica elemental nos diría que ese pensamiento ya está superado en esos países y resulta que es todo lo contrario”, añadió el catedrático de literatura. De ahí que la vigencia de Satanás sea, para Muñoz, una cuestión de tipo social, más que una reminiscencia puramente religiosa.

¿Por qué nos atrae el diablo?
La naturaleza humana está inclinada al mal, dijo Muñoz, quien recibirá el galardón por parte del Comité Mexicano de Ciencias Históricas este 3 de mayo en el Centro de Estudios Históricos de México: “En la actualidad, como se ha manejado la civilización contemporánea, la sociedades están más inclinadas hacia el cultivo del mal. El reino del diablo es el que impera en este momento, el reino de las sombras y no el de la luz”.

Esto está asociado a los símbolos de la religión, de la Biblia por ejemplo, a los conocimientos esotéricos y a todo lo que tiene que ver con esos aspectos de la naturaleza humana sombría. De ahí que su importancia sea capital para entender lo que está sucediendo en la civilización presente, que es de desgaste y deterioro: “Estamos llegando en este momento a un callejón sin salida, por eso esa imagen apocalíptica que constantemente se está manejando”.

El académico mencionó que el imaginario popular ha estado asociando, a través de la caricatura, de la sátira, mediante montajes en collage o mediante el uso del graffiti, esas relaciones que se dan entre el poder y la sociedad: “Se maneja como figuras diabólicas a la gente que se dedica al poder para destruir, en lugar de que lo utilicen para crear. En buena medida, los hombres de poder, ya sea a través de la droga, la política o los medios masivos de comunicación utilizan esta idea del diablo, también, como una forma de subyugar, fascinar o someter a grandes sectores de la población”.

Esa gente poderosa también incurre en ritos de satanismo como una forma de reforzar el concepto que ellos mismos tienen de la fuerza, explicó Mario Muñoz, “por eso creo que hay mucha relación entre la imagen del diablo y la imagen del poder, como se maneja actualmente, independiente del poder al que nos estemos refiriendo”.

Un aspecto importante es que la fuerza del diablo no se perderá, porque es una representación gráfica del mal: “La literatura insiste mucho en que el mal es inherente a la naturaleza humana. Si bien en la religión se manifiesta a menudo que la bondad es antídoto del mal, la poesía, la novela, las artes plásticas y el cine siempre nos están mostrando que el lenguaje en el que se maneja el ser humano es el de la maldad. Por consiguiente, mientras exista el ser humano siempre habrá esa constante polaridad entre el bien y el mal, predominando siempre el aspecto de la maldad”.

El bien sobre el mal
“Toda la civilización ha estado encaminada a domesticar esa parte violenta, brutal, consustancial a los hombres, sin embargo, la parte negativa de la civilización, como pudieron advertir los románticos, los surrealistas y en general los artistas que miran siempre más allá de lo cotidiano, se manifiesta con mayor intensidad”, expresó el académico.

La civilización ha coartado nuestra propia libertad. Una de las grandes catástrofes de los seres humanos es que no se pueden expresar con naturalidad. Estos son terrenos bastante problemáticos porque si hablamos de naturalidad podemos decir también que los instintos forman parte de esa naturaleza reprimida por la civilización. De ahí que venga constantemente este choque entre lo racional y lo irracional, y por lo tanto de que se nos manifiesten en determinados momentos seres que actúan de manera absolutamente violenta rompiendo precisamente con esa delgada capa que es la civilización y que nos mantiene dentro de ciertos márgenes de coherencia y comunicación, pero esto es sumamente endeble.
En la actualidad estamos atravesando por una civilización basada absolutamente en la violencia: la física, verbal, gráfica, social, política, etcétera. Este lenguaje llevado a un extremo tal nos hace preguntarnos qué es lo que realmente ha aportado la civilización, si seguimos siendo individuos altamente agresivos”.

Sin embargo, ante un panorama tan abrumador, el ser humano cuenta con un afortunado catalizador: la literatura, instrumento a través del cual la sociedad está reflejando sus pulsiones: “Así funciona también el cine, que lo hace de manera más clara puesto que está encaminado a un público amplio y de culturas heterogéneas; la literatura lo hace de una forma menos evidente, toda vez que el círculo de lectores es mucho menor que el del cine”.