Año 6 • No. 206 • mayo 15 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Centrales

 Libros

 General

 Reportaje

 
Arte

 Deportes


 Contraportada


 Números  Anteriores


 Créditos



 

 

  Vuelve a casa el Premio Cervantes
No soy, y no quiero ser,
una figura estatuaria: Sergio Pitol
Edgar Onofre
Lo que sentí en esos momentos fue satisfacción por mi vida, dijo

Cuando Sergio Pitol partió al primero de sus innumerables viajes, salió del Puerto de Veracruz sin saber lo que le esperaba del otro lado del mundo. Pero su última travesía la realizó sabiendo de antemano que allende el Océano Atlántico lo esperaban el Premio Cervantes –acaso el Nobel de la lengua castellana–, el Premio Roger Caillois y, de paso, la inmortalidad.

“No me diga eso. No, no, no. Lo que sentí en esos momentos fue satisfacción por mi vida. Sentí que algo he hecho con mi literatura. Que mis libros han tenido una trayectoria entre muchos públicos y muchas lenguas”, atajó el escritor veracruzano ante la perspectiva.

Eterno viajero, sea por tierra, mar o entre libros, Pitol Deméneghi asegura que, entre mil, éste viaje tuvo un bouquet especial: “Fue una cosa extraordinaria: el premio Cervantes, ya se sabe, es el mayor de toda la lengua y tiene un peso inmenso no solamente en el castellano, sino en el mundo entero… Todos los periódicos, de Noruega, de Croacia, todos lo publicaron. Es una cosa extraordinaria, extraordinaria, extraordinaria”, dijo al rememorar las primeras reacciones de la prensa mundial frente al galardón.

Sin embargo, para el mundo de las letras mexicanas es evidente que antes o después tendrá que erigirse una estatua en su honor o bautizar con el nombre del veracruzano una de sus calles: “Cuando me muera”, insistió. Y en lugar de esa imagen, prefirió la que el escritor catalán Enrique Vila-Matas le hizo llegar por correo electrónico: “Estaba leyendo los correos que me imprimieron en la mañana. Unas cosas muy hermosas, de Enrique Vila-Matas, que llegaron ayer”.

En el texto que el catalán escribió se puede leer: “…Sergio Pitol, un escritor que llega al Cervantes en su momento de mayor plenitud creativa, un escritor que en estos últimos años ha nadado más que nunca contra la corriente por el placer de dejarse llevar”. Y, al respecto, el autor de El Arte de la Fuga y El Mago de Viena (entre tantos otros), replicó: “Es lo que siento cuando trabajo, cuando escribo, cuando tomo notas, cuando leo. Eso es lo que me alegra”.

Agotado por el trajín de la gloria, aseguró que desde hace dos semanas necesitaba volver a casa: “Fue una cosa extraordinaria volver aquí”, dijo. No obstante, el maestro de generaciones de nuevos literatos y universitarios no ocultó la emoción de recordar algunos significativos pormenores del viaje: “Fueron cuatro meses de arreglos, de detalles. Un ejército del Ministerio de Cultura estaba organizando todo, además de la Universidad de Alcalá de Henares y la Casa Real. Tuve que ir dos veces en esos cuatro meses para hacer algunas cosas y trabajar aquí para otras”.
Según narró, la expectación que sintió antes de volar rumbo a España –tal y como lo había manifestado a la prensa en numerosas ocasiones– desapareció al llegar a los jardines que sirven de antesala al Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. “Cuando llegué (al Paraninfo) ya estaba muy seguro y viendo todas las caras de gente que conozco y quiero. Todo mundo (que siguió la transmisión de la ceremonia por televisión) vio la calidad de amistad que se produjo”.

La ceremonia, explicó, “fue una cosa muy sofisticada en los detalles, pero cuando empieza la ceremonia, no se sintió nada de oficial o de superficial, sino todo natural y espléndido, lleno de temperamentos”. Además, Pitol encontró notable la organización del evento: “En un momento entra la música de coro, en otro se abren unas ventanas y llega la luz: todo eso apoya el acto, que es solemne pero muy natural, muy humano. Se pudo ver a los Reyes, los académicos, con ninguna tiesura”.

Como es natural, con el reconocimiento mundial de su obra, Pitol será todavía más, si se puede, el tipo de literato al que los jóvenes escritores aspiran. A partir de la experiencia que ha tenido al frente de grupos de jóvenes, lo mismo en su cátedra en la Facultad de Letras de la Universidad Veracruzana (UV) o como investigador literario, Pitol se ha visto constantemente en contacto con escritores en gestación.

“He hecho varios talleres de creación literaria, tanto aquí como en España, Colombia y Venezuela y siempre empiezo por pedirles (a los jóvenes) que lean las 20 ó 25 entrevistas que (la editorial) ERA publicó con los más extraordinarios escritores de la mitad del siglo pasado: ingleses, americanos, franceses, italianos, latinoamericanos”.

En estos talleres, Pitol insistía a sus alumnos para que observaran que cada escritor tiene una forma de hacer real la imaginación. “Pero el común denominador era que todos (los escritores) habían leído desde la secundaria, de la adolescencia a la primera juventud, la mejor literatura del mundo”.

A veces, en las escuelas –explicó– a los jóvenes les dictan una forma de iniciarse en el cuento o la novela, “y les dicen que un buen final tiene que tener tal o cual cosa, como si fueran matemáticas. Y hay muchos jóvenes escribiendo esas cosas de manual que pueden ser nocivas, esos inicios y construcciones y finales”.

He aquí el consejo de un Premio Cervantes para los jóvenes escritores: “Hay que pensar, repetir las lecturas que más les han llegado a su imaginación o inteligencia y desechar otros escritores que son muy buenos pero que no están en ese interior nuestro que es la imaginación y el conocimiento de la lengua”.