Año 6 • No. 219 • abril 24 de 2006

Xalapa • Veracruz • México
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Mediante la Unidad de Servicios Infantiles en Psicología (USIP)
Sólo Psicología UV atiende
niños con problemas de conducta
Dunia Salas Rivera
· Coinciden las mamás de los pequeños en que la labor de Psicología UV es de inconmensurable ayuda


Psicoballet, Apoyo a tareas y Lectoescritura,
son algunos de los talleres que ofrecen en la USIP.
Mientras 89 de 90 niños de entre tres y seis años de edad cantaban: “...mas si osare un extraño enemigo, profanar con su planta tu suelo, piensa ¡oh Patria querida! que el cielo...” en un Jardín de Niños en la ciudad de Xalapa, el niño número 90 se revolcaba en el suelo, soltando alaridos de angustia y pataleando emberrinchado entre el llanto y la desesperación.

Cada lunes, su madre asistía a la escena con mirada públicamente avergonzada. Desde que Humberto entró a la escuela, cada lunes luchaba entre el enojo y la frustración por que su hijo no era capaz de entender que no siempre podía ser el abanderado. El colmo fue un día en que el pequeño se subió al techo del jardín de niños, ante la impotencia de maestras y la sorpresa de sus compañeros.

Un gran número de casos como éste, que podría parecer exagerado, constantemente llegan a la única institución en el estado de Veracruz que atiende gratuitamente a niños con problemas de conducta: la Unidad de Servicios Infantiles en Psicología (USIP), donde un grupo de estudiantes de la Universidad Veracruzana (UV) responden a los necesidades especiales de pequeños entre tres y 13 años de edad con discapacidad intelectual, problemas del lenguaje y de conducta.

Coordinados por la académica Gloria Olivares, los universitarios evalúan en los pequeños su maduración, inteligencia, indicadores emocionales, así como algunos rasgos lesión cerebral, causa del problema de conducta de Humberto.
“Me daba pena la conducta de mi hijo, era algo angustiante, constantemente me preguntaba: ‘Qué hago con este chiquito así como es’. Era terrible. Sentía enojo, coraje y frustración de no poder controlar la situación”, expresó la señora Juana de la Cruz Toledo.

Al respecto, la académica Olivares dijo que desafortunadamente a estos problemas muchas veces los acompaña la incomprensión de otros papás, que levantan firmas para que saquen al “niño-problema”, hablan con la directora para decirle que ese niño no puede estar ahí con los de ellos porque hace muchos berrinches y causa muchas dificultades , etcétera.

Sin embargo, Humberto no era un niño propiamente agresivo. Según la señora de la Cruz, si a él le gustaba algo –especialmente los juguetes– se lo quitaba a quien fuera, no por hacer daño, sino por apropiarse del objeto que quería. Eso sí, era desesperadamente inquieto y disperso.

“Le detectaron el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) desde chiquito porque no podía estar quieto en un solo lugar, no se concentraba y a raíz de eso me di cuenta de que era un niño hiperactivo. Entonces busqué ayuda médica. En el kinder en donde estaba me pidieron que lo trajera a la Facultad de Psicología, que aquí había personas que nos iban a ayudar”, explicó.

Ahora, después de tres años de asistir puntualmente al USIP, la señora de la Cruz observa el gran mejoramiento que ha tenido su pequeñito: “Cuando mi hijo entró a primaria, después de dos semanas de que la directora vio que era un remolino, me dijo que no veía la forma en cómo el niño pudiera aprender a leer y escribir. Le dije que si admitía a Humberto en la escuela, eso del aprendizaje yo vería cómo resolverlo. Aquí en Psicología le han ayudado muchísimo; gracias a eso ya pasó a segundo año porque aprendió a leer y escribir. El cambio es muy notorio”.

La USIP también es escuela para papás
En este punto la especialista de la UV enfatizó que el apoyo de los padres es fundamental: “Mientras los chiquitos están en sus talleres, a los papás se les da Escuela para Padres. Esto, porque los hijos son producto de una familia y nos hemos dado cuenta de que el avance en el niño es nulo si los papás no participan, si no están enterados del problema. Que el papá, la mamá o ambos entren a ese taller es requisito indispensable para aceptar a un chiquito”.

En ese espacio, universitarios voluntarios, en Servicio Social y otros en prácticas profesionales, trabajan el concepto de qué es ser padre, qué es ser hijo, qué piensan los hijos de los padres, cuáles son las acciones que la pareja puede hacer cuando son padres, el concepto y tipo de familia, las edades de desarrollo para que los papás puedan ubicar en cuál está el hijo, porque cada una tiene características diferentes.

“Trabajamos, sobre todo la paciencia, virtud olvidada de los padres, manejamos cómo se da la comunicación afectiva, mediante convenios. Son talleres vivenciales porque se hacen dinámicas”, explicó la maestra Olivares, quien agregó que el 80 por ciento de los que participan son mamás, “pero también tenemos padres que asisten puntualmente”.

El caso de Humberto ha sido de notable mejoría “porque ha sido un trabajo a la par. Su mamá no falta a la Escuela para Padres, sigue las recomendaciones al pie de la letra y ha participado muchísimo”, explicó Olivares.

Al respecto, la señora de la Cruz afirmó: “En la USIP me han apoyado como madre. Nos ayudan a sobrellevar a los niños, a cómo tratarlos, cómo controlar nuestro carácter, a evitar gritos, regaños y tantos castigos, también a dar mucha comprensión, apapachos, comunicación con el niño y darse cuenta cuál es el problema que tiene".

Catorce universitarios atienden voluntariamente a 60 niños cada semestre por problemas de conducta.

El pequeño poco a poco fue entendiendo que no podía hacerse lo que él quería. Le han enseñado a controlarse y, aunque todavía falta mucho por hacer, el cambio es muy notorio.

La presencia de los pequeños en la UV es el último recurso para que no los saquen de sus escuelas: “El niño es remitido por el maestro porque tiene problemas de aprendizaje, pero en nuestra evaluación nos damos cuenta de que hay muchos indicadores emocionales que precisamente están obstaculizando su aprendizaje, no porque falle la capacidad de aprender sino porque tienen niveles de ansiedad, inseguridad, incluso, hemos tenido casos de tocamiento y manoseo”.

Los talleres
En la USIP los programas de psicoterapia de grupo son:
Psicoballet, para niños de tres a siete años, en horario de 14 a 15 horas y de 15 a 16 horas.

Autorregulación de las emociones, para niños de ocho a 13 años, porque dadas sus características de desarrollo ya pueden trabajar este aspecto. Les enseñan a relajarse, ser asertivos, trabajar su parte emotiva. Si tienen temores o ansiedad cómo poder controlarlos y sus miedos van desde un perro hasta el papá que los hostiga.

Inducción a la Lectoescritura, para chiquitos de tres hasta seis años, que todavía no van a educación primaria. Trabajan condiciones para acceder a esa etapa educativa y al cálculo, así como conceptos, color, forma, tamaño, seriación, ordenación, clasificación. Todas estas son condiciones para poder acceder a la lectoescritura.

Trastornos en el lenguaje. En la evaluación inicial, los universitarios se percatan si se trata de un problema de desarrollo o uno funcional, por ejemplo, hay chiquitos entre siete y 11 años que tienen problemas del lenguaje, éstos ya nos son propios del desarrollo, son de carácter funcional.

“Auxiliamos a los padres para que les hagan la valoración a los menores, para ver si no se trata de algún problema en su aparato fonoarticulador. Algunos han sido operados de labio leporino, paladar hendido o frenillo y vienen para su rehabilitación. Hemos atendido, incluso, a adultos que han sufrido accidentes automovilísticos y perdido el habla. Aquí han trabajado su recuperación”.

Aunque a los niños los canalizan por problemas educativos, la USIP trabaja la parte clínico-educativa porque se las valoraciones arrojan que el 90 por ciento de los problemas de lenguaje, conducta o aprendizaje son ocasionados por indicadores emocionales.

Población
En tan sólo cinco aulas de la Facultad y una pequeña parte de las oficinas de la USIP, que han adaptado creativamente para el apoyo a tareas, 14 universitarios atienden a 60 niños, distribuidos en ocho talleres que, de manera simultánea, se imparten durante las dos horas en que los estudiantes de esa facultad no tienen clases.

A pesar de las dificultades que conlleva la utilización de un espacio tan reducido en proporción a la cantidad de niños y madres que día con día llegan pidiendo apoyo, los jóvenes están haciendo un trabajo de valor incalculable.

Gloria Olivares lamenta la falta de infraestructura física para llevar a más gente estos beneficios: “En Psicología UV tenemos el recurso humano ideal, porque está capacitado y tienen ese compromiso social, pero nos hacen falta espacios. Trabajamos en el horario en que los estudiantes no tienen clases, de 14 a 16 horas”.

Olivares comentó que los muchachos son muy participativos. De cada generación hay más del 25 por ciento que decide hacer su servicio social en esta Unidad, porque saben que aquí van a aprender a hacer diagnóstico, intervención, etcétera. Para ellos es muy estimulante que los papás les digan “maestros” y, aunque no lo son formalmente, se sienten terapeutas “Muchas veces la gente dice que se han perdido los valores en los jóvenes, pero cuando se les presenta un proyecto viable, atractivo y motivacional, ellos participan”, argumentó la maestra.

Con material reciclado y una cuota de recuperación de tan sólo 50 pesos por familia, crean recursos educativos y manuales para llevar a cabo su tarea: “La Universidad no invierte recursos económicos para realizar esta vinculación que tenemos con la sociedad. Lo que nos hace falta es más espacio”.

Samy, un pequeño con síndrome de Down que encontró escuela en Psicología UV. Hace apenas unos años, todavía se creía que un niño con Síndrome de Down indicaba haber cometido una ofensa terrible en contra de Dios o, menos dramático, que los pequeños eran la encarnación de un ángel o mensajeros de dimensiones astrales. Indiscutiblemente, en realidad se trata de pequeños que por sus características conductuales difícilmente son aceptados en las escuelas.

Ése fue el caso de Samy, un pequeño de ocho años de edad con dificultades para hablar y conducta problemática. “Estamos viniendo desde hace tres meses que nos dijeron que en esta escuela enseñaban bien. Samy era muy necio y no obedecía, pero ahora sí hace lo que le pedimos. Casi no se le entendía lo que hablaba, pero ya dice más palabras. Ha aprendido a recortar, a formar rompecabezas. Ya vemos un avance en él”, señaló Teseida Jiménez Ríos, quien todos los martes y jueves acompaña a su hermanito.

Cada palabra que un niño con estas características aprende lleva su atención a algún aspecto del mundo y de las personas. El tamaño del vocabulario de un niño refleja la extensión de su conocimiento y, además, el lenguaje se convierte en una herramienta para pensar, razonar y recordar. Por lo tanto, la estimulación que se le dé para desarrollarlo va a ser fundamental para su integración en una institución educativa.

La directora del USIP comentó que tan pronto como los niños puedan ser adaptados a otras dependencias que trabajan en grupo, los canalizan a ellas: “Atendemos a pequeños que otras instituciones no pueden atender”.

Así de diversos son los casos que llegan a la USIP. Fue precisamente la demanda de la población la que originó el proyecto: “El servicio se creó en 1994 a partir de una necesidad de la sociedad. La gente viene y pregunta si hay alguien que la puede ayudar. Se van pasando la voz. Todos ellos ven en la facultad un lugar donde pueden encontrar ayuda”.

“Esta escuela es muy divertida”: Yamilet
La terapia infantil no necesariamente tiene que ser aburrida e impositiva. En Psicología UV han sabido mezclar lo lúdico con lo disciplinado de un programa dirigido a infantes con problemas de conducta. Para los niños, la USIP es como un lugar a donde pueden ir a divertirse y, casi increíble, disfrutan de aprender.

“Estoy en pimero (de primaria). Aquí vengo a apender a hablar. Tengo un año de venir aquí. Me gusta poque aquí aprendo mucho y juego. Mi papá me decía cómo decir las palabras y por eso supe que no podía hablar. Aquí tengo muchos amiguitos. Me gusta jugar a la rueda de San Miguel”, expresó Nayeli Yamilet Contreras, pequeñita de cinco años con problemas de lenguaje.

“Me llamo Mariana Camacho Rivera, estoy en el kinder. Aquí vengo a jugar a la Rueda de San Miguel y me gusta bailar y aquí bailamos mucho. Vengo aquí porque mi hermanito viene a hacer tarea cuando no trabaja en sus demás escuelas”, dijo una pequeñita de cuatro años.

Así ve su aportación Olivia Vallejo Cataneo, voluntaria
Estoy realizando una práctica con la población infantil. Está en octavo semestre de la carrera de Psicología. Decidí venir a ayudar porque son demasiados niños los que están aquí y hay pocos alumnos para a apoyarlos. Como llevamos la materia Problemas de Aprendizaje y Educación Especial. Entonces nos dan la oportunidad de apoyar a nuestra facultad.

“Es bonito cuando se van viendo los avances. Al principio uno tiene la duda, pero también se dice ‘espero que sí pueda apoyar a este niño porque para eso estoy estudiando, para ayudarlos con sus problemas’. Y aunque sólo tengo cuatro semanas en la USIP, la satisfacción es grande”.

“Violencia genera violencia”: Guadalupe Campos Carrera
La señora Guadalupe Campos Carrera lleva a su pequeño Carlos a la USIP por problemas de conducta. La evaluación no mostró a un niño con deficiencias físicas ni con trastornos emocionales, en fin, ninguna anomalía interna. Entonces, ¿qué provocaba la conducta de este niño? Increíble y desafortunadamente: su mamá, quien lo expresa así: “Era yo la que estaba provocando esa conducta, no tenía reglas, ni manejaba la disciplina”.

Afortunadamente llegó a la USIP, donde les han ayudado a ambos a manejar este problema: “Platicamos mucho con las psicólogas de Carlitos. Hemos ido de la mano. Carlos era muy agresivo, por todo lloraba, me decía ‘Tonta, tú no me quieres’ y ahora ha cambiado mucho”.

La señora Campos reconoce que antes de recibir la ayuda de la UV le pegaba a su hijo: “Yo era mucho de pegar, nalguear, gritar y, a veces, hasta lo insultaba. Ahora ya hablamos y cuando no me hace caso yo lo ignoro también. Y ya cuando me busca le digo que lo mismo que él está sintiendo en ese momento lo sentí yo cuando no me hizo caso y le digo: ‘Date cuenta de que tú eres pequeño y que soy tu mamá. Ya después me dice que lo perdone, que me quiere mucho’”.

Carlitos es muy sentimental, entonces el programa se orienta hacia ese aspecto: “Si yo lo regaño, al rato me busca y me dice: ‘Me perdonas?, no lo vuelvo a hacer, discúlpame’. Así descubrimos que teníamos que trabajar con él”.

Sin embargo, aunque Carlitos hubiera venido a recibir ayuda psicológica, si la señora Campos no hubiera asistido a la Escuela para Padres, “las cosas seguirían igual o peor, porque yo fomentaría más la violencia: él enojado y emberrinchado y yo le pego, pues con golpes yo alimentaba lo mismo, o hasta peor. Por eso agradezco mucho el apoyo que me ha dado la Universidad”.