Año 6 • No. 219 • abril 24 de 2006

Xalapa • Veracruz • México
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En el Centro Comunitario Digital de Molino de San Roque
Niños de zonas marginadas
utilizan la tecnología en Casas de la UV
Juan Carlos Plata
“Ahora ya sé utilizar la computadora. Antes de venir aquí, me quedaba en mi casa a jugar, pero esto me gusta más”: Saúl Hernández Solís, de ocho años
Angélica Saraí Gómez Rojas tiene ocho años. Es hija de Marcos Gómez y Dionisia Rojas –él es hojalatero y ella ama de casa. Tiene una hermanita de tres años que se llama Valeria. Va en segundo de primaria. Sabe hacer presentaciones de Power Point y sabe que tenemos que cuidar el ambiente porque, “si se acaban los bosques, ya no vamos a poder respirar”. Lo que todavía no conoce es que ambiente se escribe con “m” y no con “n”. Pero lo verdaderamente importante ya lo tiene en la memoria.

Angélica Saraí es uno de los 30 niños que acuden diariamente a la Casa de la Universidad Veracruzana (UV), ubicada en la colonia Molino de San Roque de la ciudad de Xalapa, para tomar cursos de computación, investigar cosas de su tarea y para hacer trabajos de la escuela. Todo esto en el Centro Comunitario Digital (CCD).

Denise Trejo, encargada del CCD, menciona que a partir de que los niños asisten a los cursos, han mejorado su desempeño escolar y sus calificaciones. Pero lo más importante es que se muestran sumamente interesados en aprender. Están descubriendo sus habilidades y asimismo se interesan por saber qué pueden hacer con esas habilidades.

“Los niños se sienten integrados como comunidad. Aprenden a convivir más y mejor con sus vecinos, sus compañeros de escuela y con sus familias. Les gusta estar aquí, quieren seguir aprendiendo cosas, quieren conocer más. Hay mamás que vienen y en broma nos preguntan qué les damos que no quieren faltar y están aquí toda la tarde, tomando todos los talleres y actividades”, afirmó.

La encargada del CCD dijo que los niños se muestran muy motivados e ilusionados porque ahora ya saben muchas cosas y, sobre todo, han descubierto que ellos tienen otras alternativas de vida y quieren intentar cosas que en sus familias, hasta hace unos años, eran imposibles.

“Los niños están descubriendo sus habilidades, se muestran interesados en saber cuáles son las opciones para estudiar una carrera. Por ejemplo, si saben dibujar, nos preguntan qué pueden estudiar y nosotros les decimos que pueden ir a Arquitectura. Se les nota que quieren salir adelante, que quieren explotar esas habilidades”, aseguró Denise Trejo.

Saúl Hernández Solís tiene ocho años y con mucho orgullo dice que le gusta ir a la Casa de la Universidad porque, desde que fue la primera vez, le gusta más aprender que jugar. «Ahora ya sé utilizar la computadora y varios de sus programas. Antes de venir aquí me quedaba en mi casa a jugar, pero esto me gusta más».

Los niños ahora tienen otras expectativas y quieren romper (aunque aún no lo entiendan muy bien) el círculo vicioso de la pobreza; quieren ir a la universidad para ser maestras o doctores.

Es el caso de Josué Aparicio Hernández de 11 años, que quiere ser doctor: “Yo creo que ir a la universidad es un poco difícil. Pero si estudias mucho puedes hacerlo. Es mucho tiempo el que tengo que estudiar para ser doctor, pero no me importa, yo quiero hacerlo”.

Incluso tienen una idea muy cercana a lo que significa ser profesionista. Saúl Hernández, que también quiere ser doctor, dice que en la universidad le van a enseñar las partes del cuerpo y cómo actúan las enfermedades para que él las pueda curar. “Me van a poner exámenes para ser doctor. Voy a aprender a revisarle los ojos, las orejas, la boca y la nariz a la gente para saber
si está enferma”.