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Desde
Inglaterra
La
internacionalización del cine mexicano: de Los olvidados
a Amores perros
Por
Fernando N. Winfield Reyes |
Durante
mayo y junio de 2005, la Sociedad de Estudiantes Mexicanos de la Universidad
de Oxford (OUMS, por sus siglas en inglés) organizó
un ciclo de actividades culturales. Con este propósito fue
invitado Ignacio Durán, ministro para Asuntos Culturales de
la Embajada de México en Gran Bretaña, quien presentó
la conferencia y comentario fílmico sobre la internacionalización
del cine mexicano.
Durán es una de las personalidades clave en la historia del
cine mexicano reciente. Director del Instituto Mexicano de Cine (Imcine)
en los años noventa, productor de varias películas y
cortometrajes (Como agua para chocolate, por ejemplo), versado
crítico en materia fílmica y testigo de la evolución
de la cinematografía desde sus realizadores y directores más
reconocidos, su narrativa y su agudo análisis de eventos y
obras cinematográficas son sellos distintivos de una pasión
por este arte y su relación con la cultura mexicana.
La internacionalización del cine nacional, apunta, puede ubicarse
en ese periodo denominado como “la época de oro del cine
mexicano” que sucede hacia las décadas de los cuarenta
y cincuenta, con la existencia de importantes estudios fílmicos
en la Ciudad de México que siguen en gran medida el modelo
de producción de Hollywood, centrándose en temáticas
variadas y en una distribución en el mercado de países
de lengua española.
Es la época en que se han consolidado esfuerzos importantes
para generar una industria que aglutina a personalidades de la talla
de Dolores del Río, Joaquín Pardavé, Sara García,
Jorge Negrete, Pedro Infante, los hermanos Soler, María Félix.
Se trata también de una etapa en la que el periodo post-revolucionario
ha dado paso a la construcción de un país que busca
colocarse en el discurso de la modernización a través
de grandes obras de infraestructura, vivienda y equipamiento como
la Ciudad Universitaria. Época de grandes transformaciones
y enormes expectativas.
El cine nacional consolida arquetipos y construye los imaginarios
de la identidad nacional, basada en la idealización de la tradición
y en la aspiración hacia lo moderno. Una de las temáticas
predilectas se centra en recrear las historias de los distintos estratos
sociales y en particular, de la pobreza. Nosotros los pobres,
por ejemplo, constituye uno de los hitos del cine nacional y una de
las piezas más exitosas de la producción de aquellos
años.
La presencia de realizadores extranjeros en México se había
dado de hecho desde los inicios del cine nacional. Puede mencionarse
también que grandes realizadores como Sergei Eisenstein habían
filmado en México y, posteriormente, muchos artistas e intelectuales
extranjeros llegarían para quedarse y aportar innovadoras producciones
para la cultura mexicana. Por su singularidad, destaca Luis Buñuel,
cineasta español asociado al movimiento surrealista, quien
ya desde sus obras seminales como El perro andaluz y La
edad de oro, filmadas hacia finales de la década de los
veinte y principios de los treinta, causaría gran polémica.
A su arribo a México, Buñuel tendría un encargo
de una obra comercial, Gran Casino, aunque dedicaría
sus mejores esfuerzos para desarrollar un proyecto donde, en opinión
de Durán, “se enlazan líneas precedentes del surrealismo
y el neorrealismo en un contexto mexicano”.
Los olvidados (1950) es una película que Luis Buñuel
rueda en México y que en su primera exhibición en el
país sería motivo de acaloradas críticas y comentarios
derogatorios. Y es que si bien es cierto que la pobreza y sus contextos
urbanos habían sido tratados en ocasiones anteriores en la
cinematografía mexicana desde perspectivas melodramáticas
o con clichés empeñados en disfrazar la realidad, la
manera en que Buñuel aborda el asunto conmociona a aquellos
que se consideran el resguardo de las buenas conciencias, quienes
asumen que se trata de un retrato injusto de la sociedad mexicana.
No es sino hasta que meses después esta película es
aclamada en el Festival Internacional de Cannes, que los medios y
críticos nacionales cambian de opinión y le otorgan
un respaldo. Y es que tanto ésta como el resto de las obras
desarrolladas por Buñuel en su etapa en México y posteriormente
en Francia, asumen variados aspectos cuya complejidad puede abordarse
desde diversas lecturas.
Es difícil definir en unas cuantas obras fílmicas o
características descriptivas la amplitud de temas y aportaciones
del cine mexicano. Desde un punto de vista de las tendencias de internacionalización,
las obras premiadas en festivales en el extranjero han abierto el
interés del público nacional por determinados temas
que, tanto interna como externamente, han contribuido a la formación
de un imaginario de lo mexicano, independientemente de que su percepción
pueda ser incluso divergente.
A lo largo de más de 50 años, los contenidos de una
crítica social, económica o política han acabado
por rebasar a la censura, ese instrumento oficial que desde 1992 fue
abolido. A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, el cine mexicano
ha madurado, mostrando una sociedad plural. Los temas de los realizadores
se han traslado desde los escenarios idílicos de un pasado
rural, pasando por el reconocimiento de la cuestión urbana,
hasta la emergencia de los procesos globales que impactan a la Ciudad
de México. Sobre todo en los últimos años, la
manera de revisar la globalización desde la cinematografía
aporta en el caso mexicano una libertad cada vez mayor en temas y
en estructuras narrativas.
Amores perros (2002) de Alejandro González Iñárritu
confirma el trabajo de una serie de jóvenes cineastas mexicanos
que desde la década de los noventa han demostrado la capacidad
de trabajar, colaborar e insertarse en las tendencias de la cultura
contemporánea, con obras que pueden atender o no asuntos mexicanos,
pero cuya universalidad en contenido y en calidad de realización
las hace internacionales. La adopción de influencias extranjeras
puede observarse en ciertos aspectos técnicos y en las narrativas
que exploran desde distintas estructuras visuales.
A la pregunta de cuáles serían cinco obras clave para
hacer una lectura de la evolución de la conciencia urbana en
México a través del cine, allí donde el arte
de la imagen en movimiento nos informa de un singular itinerario sobre
el cambio social y cultural en nuestro país, Ignacio Durán
argumenta y apunta sus preferencias: María Candelaria,
Los olvidados, Los Caifanes, Salón México, Sólo
con tu pareja y Amores perros…
*Profesor de la Facultad de Arquitectura de la UV en Xalapa. Actualmente
realiza un Post-Doctorado en el Joint Centre for Urban Design (JCUD)
en la Oxford Brookes University en Inglaterra. Dirección electrónica:
carpediem33mx@yahoo.com.mx |
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