Hawad retoma la experiencia del trance, pero tam-
bién la del éxtasis de los sufíes. Busca constantemente
las enseñanzas de maestros que puedan acercarle a
otros planos, entre ellos los de lo divino, aunque en
un verso magistral, producto quizá de los ilimitados
paisajes desérticos o del asomarse a su propio interior,
nos hace ver sus dudas, al decirnos:
De los escritos y palabras
ignoro las sombras
porque mi madre no me enseñó más que
a interpretar las arrugas de la arena
donde se borran las huellas de toda la vida.
El libro presenta una versión bilingüe francés-espa-
ñol. La traducción de Chéron y Lobillo es magnífica.
Recuérdese lo que ya he dicho, soy antropóloga y de
las formas del lenguaje, sólo me he concentrado en
analizar el habla popular de mis informantes. Por ello
únicamente puedo referirme a lo que me produjo el
texto en uno y otro idioma. Fueron evocaciones distin-
tas, pero en mis oídos, algunas de las palabras, con las
que se pasó al español lo escrito en francés, produje-
ron en mí los más fuertes sentimientos, quizás porque
el español es mi propio idioma. Dícese que traductor
es traidor, pero no es traición conmover, aunque la
conmoción provenga de sonoridades distintas y con-
notaciones a veces diferentes de las palabras propias
de idiomas hermanos. La versión en árabe, traducida
al francés por el propio autor, quizá tenga otras reso-
nancias. Por mi parte, sólo al final puedo decir que de
la lectura del libro me quedó el ansia de libertad y el
dolor de la humillación de quienes no merecen sufrir
esta última.
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