Núm. 5 Tercera Época
 
   
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Leticia Tarragó
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El retablo situado en el ala derecha de la parroquia de El Calvario se encuentra dedicado a San Francisco de Asís, cuya fi gura se halla en el centro del altar. Los primeros retablos en Europa contenían imágenes y esculturas en honor a Cristo, a la Vírgen María y a diversos santos; posteriormente, los altares cambiaron de personajes, ahora aludían a los fun- dadores de las órdenes religiosas; así, San Francisco, Santo Domingo y San Ignacio de Loyola figuraron en los retablos.

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    Retablo de San Juan Nepomuceno. Foto: Miguel Fematt  

La forma del retablo dedicado a San Francisco remata en un semicírculo, decorado con líneas en zigzag que terminan en una onda; asimismo, el altar se divide en tres hojas o calles y en dos cuerpos. En la parte superior posee dos pilastras estípites y en la inferior, cuatro columnas del mismo estilo que superan en tamaño a las anteriores.

Asimismo, en la parte superior, el retablo contiene tres nichos que fueron ocupados por pinturas y esculturas: a la derecha se conserva un dibujo en forma oval, cuyo contenido es una gran torre sosteniendo el santo grial; en el centro está un nicho vacío; en la izquierda sobrevive otra imagen oval, misma que representa una cruz sujetando un hábito franciscano: esta última pintura alude quizá al martirio que sufrieron algunos miembros de la orden y, también, indica el voto de pobreza que realizó el santo, quien rehusó las riquezas, conformándose con sólo un atuendo. La parte inferior comprende tres sitios: al centro, donde se debe ubicar la figura más importante del altar, se localiza San Francisco; los lados están ocupados por Santa Teresa de Jesús, a la derecha, y por San Juan Bautista, a la izquierda: seguramente, estas últimas dos esculturas se colocaron con posterioridad.

Este altar se encuentra adornado con flores, ángeles y hojarascas, y la comunidad religiosa de El Calvario lo conoce como el Retablo de los Dolores, alusión debida al sufrimiento que en vida tuvo San Francisco, pues fue el primer hombre que padeció en su cuerpo las heridas de Cristo; dichos estigmas aparecieron en sus manos y sus pies, marcando su existencia con sufrimiento.

El retablo localizado en el ala izquierda del templo de El Calvario está dedicado a San Juan Nepomuceno, el mártir del secreto de la confesión. Su escultura se ubica en el centro del altar. Este retablo se divide en tres hojas y en dos cuerpos; su remate mantiene la forma de arco y sus decorados son más sobrios que los del altar anterior. Posee seis pilastras estípites,
distribuidas en la parte superior y en la inferior: dos columnas pequeñas están arriba y cuatro, abajo. Los estípites y los espacios del retablo se encuentran decorados con follajes, flores y ángeles.

Este retablo se compone por pinturas: dos están colocadas en la parte superior del altar y dos más se localizan en la parte baja. Estas cuatro imágenes aluden al tormento que sufrió Juan Nepomuceno al defender el secreto de confesión. Estos cuadros muestran los tormentos realizados por el rey Wenceslao IV, quien deseaba conocer los secretos de su esposa y, al no conseguirlo, amenazó y asesinó a su confesor Nepomuceno. Las composiciones iconográfi cas en los retablos cumplían una función didáctica, pues por medio de imágenes la iglesia le narraba a sus feligreses pasajes de la Biblia o de la vida de los santos; de esta manera, los altares transmitían parte de la doctrina religiosa a los fi eles.

Tanto el retablo de San Francisco como el de San Juan Nepomuceno son una muestra clara del Barroco estípite que poseemos en la ciudad de Xalapa. Estos dos altares, junto con el retablo de la capilla de Santiago, se vuelven tres ejemplares del estilo Barroco que caracterizó las iglesias en los siglos XVII y XVIII. Esta tendencia surgió en España y rápidamente viajó al continente americano, complicando las formas, los símbolos y los diseños de cada altar.

Los retablos barrocos dejaron de construirse al finalizar el siglo XVIII, cuando se implantó una nueva tendencia artística denominada neoclásica, la cual se opuso desde el inicio a la creación desordenada y suntuosa de los altares dorados. Los neoclásicos, siguiendo con sus principios estéticos, mandaron destruir diversos retablos. Afortunadamente, quedaron para la posteridad algunos ejemplares y entre ellos podemos insertar los tres retablos del monasterio de San Francisco. Gracias a ellos tenemos la posibilidad de dar un vistazo hacia el pasado. bull

 

Bibliografía
Bargellinia, Clara et al., Los retablos de la ciudad de México. Siglos XVI al XX, Conaculta, México, 2005.
Cortés, Martín C. (comp.), Huellas de Xalapa. Monografía de la Ciudad, 2ª ed., La Rueca Ediciones, Xalapa, 2000.
Maza, Francisco de la, Los retablos dorados de Nueva España, Ediciones Mexicanas, México, 1950.
Saber ver. Lo contemporáneo del arte, núm. 38, 1998.

 
 
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