Abril-Junio 2004 , Nueva época No. 76-78 Xalapa • Veracruz • México
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Más de 25 000 especies de hongos por descubrir bien valen 20 años de investigación científica:López Ramírez
Edith Escalón

A pesar de los potenciales, las propiedades y los alcances de los hongos poco se conoce sobre ellos y, lamentablemente,
sólo algunos investigadores se dedican a su estudio.
Uno de los científicos que forma parte de ese pequeño grupo empeñado
no sólo en analizar los componentes y beneficios de los hongos,
sino también en descubrir nuevas especies, es Armando López Ramírez, miembro del Instituto de Genética Forestal de la UV.

El estado de Veracruz posee una enorme diversidad de hongos que incluye de 26 000 a 30 000 especies, las cuales crecen principalmente en las zonas tropicales, cuya extensión abarca 80 por ciento del territorio estatal. Desde hace 150 años, tal variedad ha sido estudiada por científicos extranjeros y, recientemente, apenas cinco décadas, se han incrementado los estudios de investigadores nacionales, quienes han registrado un poco más de 1 500 especies a la fecha.

Sin embargo, los hongos han sido poco tratados y prácticamente no existen trabajos de relevancia en cuanto a la biodiversidad fúngica mundial y de México, lo que implica que los hongos generalmente no estén considerados en los planes de los conservacionistas, a pesar de su gran importancia en los ecosistemas. Dichas especies son, definitivamente, un pilar indiscutible en la evolución de la vida de este planeta; no obstante, su estudio muestra en nuestro paìs un atraso considerable.

Para explicar las razones de este rezago, Armando López Ramírez, investigador de la Universidad Veracruzana a quien se debe uno de los catálogos más completos sobre la funga veracruzana, comparte con los lectores de Gaceta sus conocimientos, sus opiniones y una propuesta que, a su juicio, puede llevar a la UV a convertirse en puntera en el estudio de estos organismos que ameritan una atención seria en los debates sobre biodiversidad y ecología global.

¿Por qué es importante la diversidad biológica de los hongos?
Bueno, después de los insectos, los hongos son el grupo más grande de organismos en el mundo, y de esta totalidad se conoce menos del cinco por ciento; por lo tanto, es obvio que no conocemos la gran cantidad de productos derivados de estas especies ni sus alcances, medicinas, antibióticos, proteínas, aminoácidos, alcoholes, enzimas, sabores, colorantes, energéticos, pesticidas, preservadores, ácidos orgánicos, vitaminas… En fin, se estima que sus potenciales aplicaciones son enormes, pero hay un gran desconocimiento al respecto. Apenas ahora se están desarrollando nuevas y excitantes aplicaciones de los hongos, tanto de las especies conocidas como de las recientemente descubiertas.

Yo creo que las especies de hongos no descritas aún pueden ser visualizadas en una dimensión tan grande como en ningún otro periodo de la historia, y como una fuente potencial de recursos masivos que está en espera de ser descubierta.
Para tener una idea de esto, puedo mencionar que hemos descubierto en la región especies no conocidas previamente por la ciencia. Por ejemplo, en la zona de Cruz Blanca, cerca de Perote, descubrimos el Clathrus mexicanus; en el cerro de la Martinica, en Banderilla, el Psilocybe banderillensis y el Psilocybe xalapensis; en la región de Uxpanapa el Laternea dringii y, cerca de Coatzacoalcos, el Psilocybe armandii, que es una especie que lleva mi nombre porque yo fui el descubridor.

¿Cuántas especies se estima que puedan existir en todo el mundo?
El Diccionario de los Hongos menciona 5 950 géneros y 64 200 especies, aunque la estimación más aceptada actualmente es de 1 500 000 especies, aproximadamente, que viven en prácticamente todos los confines de nuestro planeta.

¿Y cuál es la diversidad que existe en nuestro estado?, uno de los más estudiados en cuanto a hongos se refiere, según entiendo.
En efecto, se cree que fue su diversidad la que llamó particularmente la atención a los investigadores desde muchos años atrás. Incluso hay un reporte de estudio de hongos (el de Kickx) que data de 1841. Y sí, hemos pensado que si en las islas británicas –que han sido estudiadas extensamente durante más de 200 años– se ha reportado hasta la fecha 12 000 especies de hongos, es de esperarse que exista de dos a tres veces esa cantidad en Veracruz, debido a sus características. Dicho de otro modo, es probable que tan sólo en nuestro estado existan de 24 000 a 36 000 especies de hongos; sin embargo, éstas pueden permanecer desconocidas si no se aplican las técnicas apropiadas y si no existen los especialistas necesarios para llevar a cabo estos estudios.

Pero para estudiar todas estas especies se necesitaría todo un ejército de científicos…
Pues sí, porque al ritmo en que estamos estudiando localmente las especies, nos puede tomar más de 250 años catalogar sólo la biodiversidad fúngica y estudiarla superficialmente. También es muy probable que sus hábitat para entonces ya se hayan destruido o hayan sido severamente deteriorados. Lo verdaderamente peligroso es que, si no llegamos a estudiar la diversidad fúngica, nos perderemos también de las potencialidades y los productos que los hongos nos proporcionan.

Si se hicieron estudios desde hace 200 años, ¿por qué se conoce tan poco sobre las especies de hongos de Veracruz?
Porque en realidad el estudio sistemático empezó a finales de los sesenta (del siglo XX). Los anteriores reportes fueron esporádicos y escasos. Fue a principios de los años ochenta cuando se dio una proliferación significativa de trabajos sobre hongos del estado, debido a dos factores fundamentales: uno, la organización del Primer Congreso Nacional de Micología, realizado en Xalapa, en 1982; y otro, la formación del ya extinto Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos Bióticos (Inireb), también en la capital del estado.

Pero si ya existían reportes, ¿por qué no proliferó su estudio?
En realidad hubo un problema cultural. La palabra hongo no es muy bien aceptada en México por causa de los españoles, porque, cuando ellos llegaron, descubrieron que los indígenas comían hongos que les provocaban conductas extrañas. A partir de entonces, la Santa Inquisición satanizó a todos los hongos, sin distinguir entre comestibles benéficos y alucinógenos. ¡Para ellos era cosa del diablo! Esa percepción se fue fijando en el inconsciente colectivo con el paso del tiempo.
En los años sesenta, cuando yo empecé a estudiar los hongos, la estigmatización era terrible. Recuerdo que fue en esa época cuando se descubrió que aún había ritos en Oaxaca en los que se usaban alucinógenos, y se convirtió en una noticia tremenda que dio la vuelta al mundo.

Te cuento sólo como anécdota: en aquel periodo, cuando yo decía que estudiaba los hongos, la gente afirmaba que era un drogadicto, y siempre me fue difícil explicar que yo trabajaba científicamente con hongos, que era un estudioso de estos organismos. Verdaderamente tuve que luchar muchos años para que la gente tuviera una buena imagen de mi labor, para llegar a convencerla de que soy un académico, un científico.

Sabemos, pues, que ni siquiera los hongos venenosos son tan perjudiciales, pero la idea se ha fijado en el inconsciente colectivo. De hecho, el término ha cambiado: hoy no le llamamos hongo al hongo, le decimos setas (como le dicen a todo hongo en España) o champiñón (como le denominan en Francia).

¿Y esa percepción ha cambiado?
Todavía se asocian con la hechicería, pero desde que se han descubierto nuevas aplicaciones benéficas –justamente por científicos e investigadores universitarios–, ha cambiado un poco esa manera de percibirlos.

¿Cuáles son esas nuevas aplicaciones? ¿Podría mencionar algunos ejemplos?
Bueno, la biorremediación es un buen ejemplo, o los hongos como agentes de biocontrol de insectos, de nemátodos, de malas hierbas; además, existe la fermentación de alimentos a partir de organismos fúngicos, la biodegradación, la bioconversión y más.

Es tan amplio el campo de aplicaciones que la investigación para encontrar genes de utilidad en los hongos ha recibido un gran impulso por la ingeniería genética, porque sucede que el rango de genes de los hongos es mayor que el de otros microorganismos (como las bacterias, que poseen un genoma pequeño). Al parecer los genes fúngicos pueden ser transferidos y expresados más rápidamente en sistemas de producción biotecnológica. De hecho, la inserción de genes fúngicos para la producción de insecticidas naturales directamente en plantas cultivadas es una realidad, pues la tecnología requerida ya existe.

¿Cómo inició la investigación científica y el estudio de los hongos en Veracruz?
Una de las razones que me llevaron a pensar en serio en esta línea de investigación fue su descubrimiento como una industria multimillonaria. En Estados Unidos y en países europeos es todo un negocio, pero en México no se ha podido desarrollar, y yo me preguntaba por qué.

Yo trabajé en Hongos de México, una planta champiñonera del Distrito Federal que producía 30 toneladas diarias de este comestible, y cuando estuve ahí me di cuenta de que en nuestro país no se ha podido industrializar el cultivo de hongos porque no existen expertos en este campo.

En la planta, por ejemplo, no había técnicos mexicanos, todo el personal altamente capacitado venía del extranjero y recibía buen salario. Entonces me cuestioné: ¿y en México nadie prepara técnicos? Mi respuesta fue contundente: nadie. A partir de ese momento, junto con un grupo de académicos, inicié un programa de investigación y desarrollo para preparar técnicos mexicanos en la Universidad Veracruzana a fin de apoyar esta industria, y lo logramos. Hoy te puedo decir que, del 90 por ciento de las personas que están involucradas en el cultivo de los hongos en nuestro país, muchos han sido mis estudiantes, otros han tomado un curso en la uv y otros más son egresados de aquí.

¿Se dedicaron de inicio al estudio de hongos comestibles?
Lo que hicimos primero fue plantear un estudio general de los hongos que existen en el estado, es decir, un catálogo básico de las especies. A partir de ese estudio, que nos costó más de 20 años, publicamos un catálogo que se llama Funga Veracruzana y el cual es hasta ahora el más completo en su tipo.

En él aparecen desde mixomycetes, uredinales, ustilaginales, hymenogastrales, gasteromycetes, phallales, ascomycetes y heterobasidiomycetes, hasta agarycales y deuteromycetes, incluso algunas especies que nunca habían sido descritas por la ciencia. Como se trataba de un catálogo, incluimos su descripción, hábitat, el material examinado y una pequeña discusión respecto a la especie descrita, además de imágenes. Poco después empezamos a promover como grupo de investigación el cultivo y el consumo de las setas como alternativa alimenticia y económica; claro que su aceptación también nos costó muchos años, pues –como dije al principio– el rechazo era sistemático.

En Veracruz fuimos los primeros en desarrollar las técnicas de cultivo de hongos comestibles. Ahora todo el mundo conoce las setas y las valora, pero yo puedo decir sin temor a equivocarme que en 1974 era todo un reto, primero porque no había información suficiente para fundamentar las investigaciones –prácticamente había que empezar de cero– y segundo porque el estigma seguía presente.
El trabajo fue constante durante años. Ya en 1990 empezamos a publicar un boletín, Fungicultura, y formalizamos el Programa Nacional de Promoción de Cultivo de Hongos Comestibles, que no es más que un foro de orientación y de soporte de lo que es la industria del cultivo de hongos en México. En fin, hemos realizado constantemente acciones de promoción e investigación de hongos desde la Universidad. Y creo que después de todo este tiempo de dar conferencias, de promover el cultivo en casa, de capacitar, de informar, de escribir, de concienciar… vemos que descubrir los potenciales de las especies fúngicas bien valen la pena
20 años de investigación y de esfuerzo, sobre todo porque tenemos el orgullo de saber que el estudio científico de los hongos empezó aquí, en la Universidad Veracruzana.

Ahora ya tenemos tesis de licenciatura en esta área, y los primeros expertos ya formaron otros grupos de especialistas, yo creo que ya van como tres o cuatro generaciones a partir del trabajo universitario de nuestra casa de estudios. Además, el cultivo de las setas ya se conoce y se reconoce como una industria, y eso cuenta.

Ya mencionaba la biorremediación y el control de plagas a partir de especies fúngicas, pero ¿qué otros potenciales de los hongos son importantes para la ciencia y para el hombre?
Bueno, sus capacidades curativas son sin duda de las más importantes, precisamente por esa variedad genética que comentaba; de modo que ahora les llaman hongos nutracéuticos, porque tienen la capacidad de bajar el colesterol de la sangre y regular la presión sanguínea, además de que contienen sustancias antitumorales. En fin, son muchas las cualidades dependiendo de cada especie. Y esto no es nuevo, lo sabían los chinos, los japoneses y los egipcios siglos atrás, incluso las culturas prehispánicas de nuestro continente, pero hay que recordar que los españoles borraron todo ese conocimiento.

Creo que las setas son de las más valoradas ahora, pero hay muchas especies y variedades que se pueden cultivar tan sólo en Veracruz debe haber más de 400 especies comestibles. Hay una en especial que ha cautivado el interés de biólogos y naturistas; es un hongo medicinal de origen japonés llamado shiitake (shii significa encino y take significa hongo). que tiene la propiedad de bajar el colesterol de la sangre y regular la presión sanguínea, y es tan famoso que en Estados Unidos y en Asia ha sido la base de una industria multimillonaria. Aquí en México no lo conocemos como alimento y no se cultiva, pero para fortuna de los veracruzanos este hongo crece aquí, naturalmente, en la región central del estado.

El Instituto de Genética Forestal está por recibir la visita de un experto en shiitake que proviene de una institución llamada jica de Japón. El plan consiste en enseñarle a la gente de la región del Cofre de Perote cómo producir este hongo, tanto para consumo propio como para mejorar su economía. Esa es la idea, no promover una industria con chimeneas y grandes expertos,
sino un método de subsistencia para la gente.

¿Cómo espera que se desarrolle la investigación en esta área en el futuro?
Creo que el camino será difícil, porque en la Universidad se están dando fenómenos que frenan el desarrollo de la investigación, un poco por el afán de alcanzar la excelencia por requisito y no por calidad o vocación.

Creo que las intenciones de la Universidad han sido positivas, pero desafortunadamente ya no sabe distinguir entre lo bueno y lo malo. Definitivamente eso en el campo se nota, porque quienes trabajamos no tenemos
los apoyos adecuados, y hacer investigación también cuesta dinero; pensemos en bibliografía, equipo, trabajo de campo. Hay que invertir en el conocimiento, esa es una realidad.

Además, hay un problema en toda la concepción actual de la ecología: las dos caras. La cara bonita es ir a decir que el mundo se está acabando y que lo vamos a salvar, que las especies son valiosas, que la biodiversidad y el ambiente y la conservación son importantes, es ser un defensor del planeta, es hacer plantones y decir que todo está mal.

La cara fea es la aburrida (para ellos), porque si de verdad quieres apoyar la conservación, tienes que estudiar, tomar datos, hacer una investigación de muchos años cuyos resultados no verás nunca; tienes que vivir en la selva, hacer estudios de población durante meses con cero comodidades. Y lo más seguro es que al final tu colaboración a la ecología sea mínima; no obstante, nunca será insignificante.
Claro, es muy fácil decir que el mundo se está deteriorando, pero ¿quién va a hacer los estudios para saber cómo evitarlo? La función de los científicos va mucho más allá del papel de los ecologistas, incluso de algunos estudiantes que se conforman con ver y vivir de esa cara bonita.

¿Cree que la Universidad no está formando científicos?
Por el momento no. Creo que está mejor que antes, pero le falta un esfuerzo muy serio de grupos colegiados “de a de veras”. Sinceramente, pienso que ha hecho un gran esfuerzo a través de los años; sin embargo, le falta un impulso mucho más
definitivo, desde las aulas, y un cambio de concepción del ser científico.

Considero que el problema es que pareciera que la ciencia ahora es elitista, porque ser investigador hoy es como ser famoso, cuando en realidad esta actividad debe fomentar individuos humanitarios, humanistas, por lo que la Universidad tiene que depurar su personal y aprender a distinguir.

La gran falla ahora es cómo se forman los científicos. Conozco personas que se dicen científicos sin la menor preparación en ese campo, pero se denominan así sólo porque se han creado a sí mismos los títulos académicos de maestría e incluso de doctorado y porque han creado su propio journal para publicar ellos mismos. ¿Cómo es posible que existan directores de institutos de investigación sin ser investigadores preparados? Es más, conozco directores que llevan 12 o más años en el cargo, lo cual se me hace por ley algo indebido.