Abril-Junio 2004 , Nueva época No. 76-78 Xalapa • Veracruz • México
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En las escuelas normales:
La formación de nuevos profesores de educación básica, con nuevo enfoque: Deceano Osorio

Alma Espinosa

En 1992 se firmó el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica, a partir del cual se empezó a promover una serie de transformaciones para mejorar la calidad de la educación en México. Se ha hablado de cambios significativos, pero también de deficiencias y necesidades aún no resueltas, por lo que queda un largo camino por recorrer. Sobre este proceso, que incluye logros y retos, habla Francisco Deceano Osorio, director General de Normatividad de la Subsecretaría de Educación Básica y Normal de la Secretaría de Educación Pública.

Para la educación de nuestro país, el siglo xix tuvo una gran trascendencia, pues fue justo en ese momento histórico cuando nacieron las primeras escuelas normales y cuando se requirió la colaboración de diferentes grupos para la difusión y la integración de ideologías.

Debido a que su creación data de dos siglos atrás, es de suponer que la educción normalista ha registrado una gran gama de adecuaciones a lo largo de todos estos años, lo que no significa necesariamente que tales cambios hayan surgido al tiempo que la sociedad lo requería. No obstante, las escuelas normales formaron a los maestros que hicieron posible la educación de los mexicanos.

Por mucho tiempo se consideró la escuela normal como formadora del nacionalismo, y más aún con la llegada del presidente Adolfo López Mateos, dado que en su periodo gubernamental aparecen los planes y programas únicos para la educación primaria del país y la producción de textos gratuitos.

En ese tiempo la educación era considerada de calidad, pero en las siguientes décadas surgieron transformaciones encaminadas a la modernización educativa, aunque no con una clara política de desarrollo. Esto no era un fenómeno que llamara la atención, ya que los tiempos políticos y económicos de aquella época distaban de ser estables.

Paulatinamente cambiaron planes y programas de estudio, hasta llegar a 1984, año en que se elevó la carrera a licenciatura. Así han surgido iniciativas para transformar y adecuar sus programas. La muestra más reciente es la reforma de 1996, calificada como tardía por Francisco Deceano Osorio, director general de Normatividad de la Subsecretaría de Educación Básica y Normal de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Quien también es encargado de la coordinación nacional del Programa para la Transformación y el Fortalecimiento Académico de las Escuelas Normales, da a conocer a Gaceta los cambios realizados desde la década de los noventa hasta la fecha en esta área, cuya importancia recae en el presente y futuro de la educación nacional.

¿Cuándo inició formalmente la reforma de las escuelas normales?
Esta reforma inició prácticamente en 1996 y se podría decir que es ligeramente tardía en relación con los acuerdos firmados en 1992 por los gobiernos de los estados, la sep y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Este documento se llama Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica.

Después de dicho acuerdo hubo una serie de transformaciones muy importantes en el sector educativo en nuestro país. Para algunas personas estos cambios no fueron suficientes, pero creo que si uno lo ve en una perspectiva, a largo plazo efectivamente hubo cambios significativos. Uno de ellos fue la federalización educativa.

Posteriormente se le puso atención al cambio de planes y programas de estudio de la educación básica de los tres niveles. Prácticamente desde 1993 tenemos nuevos planes y programas para la formación de los niños en preescolar, primaria y secundaria, por lo que recientemente egresaron los alumnos que vivieron el proceso completo de cambio en el currículum del sector educativo de nuestro país. De modo que la educación Normal comienza relativamente tardía en comparación con aquellas transformaciones. Además se puede decir que, desde 1984, las instituciones no habían vivido un proceso nacional de renovación fundado en propósitos claros y con recursos que la propia federación invirtió.

¿Cuáles fueron las transformaciones que se le hicieron a la educación básica a principios de la década de los noventa?
Prácticamente en 1993 comenzamos el cambio del currículum de la formación de los niños, pues habíamos tenido una serie de dificultades en el trabajo que hacían los maestros con los niños. Esta modificación, además de una reorganización de contenidos, busca que los niños tengan acceso a una forma de trabajo que les asegure alcanzar ciertos propósitos básicos.

Los cambios que podría mencionar es que en el nivel de primaria se puso mayor énfasis en la modificación de los enfoques de enseñanza, y ahora tenemos contenidos que proceden de una idea de necesidades básicas de educación de los niños. En primaria, asociado a este currículum, se producen nuevos libros de texto y se genera una producción de materiales muy importante no sólo para los niños, sino también para los maestros.

Este es otro cambio muy significativo porque no sólo se distribuyen documentos curriculares, sino también libros de textos gratuitos, que en gran parte fueron elaborados por concurso abierto, donde participaron posgraduados y especialistas en el tema de nivel básico.

Para la educación secundaria, ¿cuáles fueron las reformas realizadas?
Después de un debate muy interesante, se decidió no continuar con la idea de años anteriores de dividir el estudio por áreas. Entonces, se optó por volver a un esquema que anteriormente había funcionado: por asignaturas. Ahí no hicimos más que una reorganización del currículum en función de las asignaturas, pero también en función de la racionalización del tiempo de trabajo escolar de los jóvenes. Además, hubo un cambio de orientación pedagógica y partimos de la necesidad de poner mayor énfasis en el estudio del Español y las Matemáticas.

Tales transformaciones, incluidas en el Acuerdo Nacional, están dirigidas a los estudiantes. ¿Hubo algún apartado destinado a los docentes?
Un elemento asociado a la reforma fue el surgimiento de la carrera magisterial y todos los cursos de capacitación y de educación continua destinados a la actualización de los maestros respecto a nuevos planes, metodologías de enseñanza, entre otros. En fin, hay toda una convergencia de programas asociados a la modificación del currículum, pues no sólo cambiaron los planes de estudio, sino muchas cosas más en las prácticas cotidianas que había en el magisterio.

La carrera magisterial nace como un concepto de reconocimiento y estímulo al trabajo bien hecho. Es la creación de un escalafón horizontal, a diferencia del anterior que te permitía el paso a claves distintas en el sentido de ascenso. Ahora, sin perder tu condición de docente, puedes tener acceso a un conjunto de recursos adicionales, si demuestras un desempeño y una capacitación mayor o un conjunto de factores que están implicados en este proceso.

Así como la reforma consideró cambios que beneficiaran tanto a estudiantes como a profesores, ¿tomó en cuenta alguna modificación necesaria para los cuadros docentes en formación?
En la reforma se juzgó prudente atender líneas de trabajo encaminadas a mejorar la calidad en la formación de maestros. Por ello se consideró el cambio en el currículum de la formación de docentes asociado al cambio del currículum en la educación básica, que de por sí es un nexo indisoluble.

¿Qué fue lo que se hizo para la educación normal?
En el Acuerdo se estableció la necesidad de mejorar el funcionamiento, operación y organización de la educación normal del país. Esto sucedió así porque se reconoció al maestro como un factor clave en el aprendizaje de los niños y adolescentes.

Entonces, teníamos dos grandes tareas que realizar respecto al maestro en términos de su perfeccionamiento y desempeño profesional. Por un lado se encontraban los maestros en servicio, para quienes se requería emprender acciones enfocadas a la creación de diversos programas de actualización. Por otro lado había necesidad de poner atención a las instituciones ya existentes formadoras de docentes. Esto es muy importante porque el Acuerdo y la Ley General de Educación, esta última decretada posteriormente, confirman que las instituciones normales con trayectoria son las más adecuadas para la formación de los docentes de educación básica.

Ante la trascendencia de estas instancias educativas, se analizó su desempeño a través de grupos de trabajos internos y externos a la SEP. Sin embargo, en ese tiempo surgió un momento de recambio político en el país que imposibilitó seguir la reforma de la educación normal después de que se inició la reforma de la educación básica. Fue a partir de 1996 cuando se inició el proceso.

¿Cómo fue ideado el proceso de cambio?
Inicialmente se pensó que debía integrar cuatro grandes partes: el cambio en los planes y programas de estudio, el mejoramiento de la formación de los docentes, el mejoramiento de la gestión institucional y el trabajo docente, así como el apoyo a la infraestructura y el equipamiento físico de los planteles.

Ya en 2000, con la nueva administración, se volvió a hacer la discusión y el balance de hasta dónde habíamos llegado después de 1996. Entonces, se decidió ajustar algunos elementos que, considero, tienen mucho sentido, como la creación de una línea específica para la gestión institucional y una para el mejoramiento del trabajo académico de los maestros.

Igualmente se adicionó un elemento muy importante, que es el de la evaluación de las escuelas normales. Como resultado, ahora trabajamos seis líneas. Además de las cuatro iniciales, se agregaron la evaluación y un elemento que nos pareció muy importante: la regulación de los servicios.

¿Para referirnos a los avances, tenemos que hablar de diversos periodos?
Podríamos hablar de un proceso continuo. Las nuevas administraciones de la SEP y de la Subsecretaría de Educación Básica y Normal reconocieron un conjunto de elementos positivos en la operación de este programa de transformación. Incluso el Programa Nacional de Educación reconoce como uno de sus elementos el Programa para la Transformación y Fortalecimiento Académico de las Escuelas normales.

Hay una línea continua de 1996 a la fecha. No es necesario hacer un corte porque lo que hacemos es consolidar ciertos aspectos de ese programa, y hoy podemos decir que se ha dado un conjunto de elementos positivos para las escuelas Normales de la República Mexicana.

¿Cuáles son esos elementos positivos?
Por ejemplo, hoy tenemos un subsistema mucho más centrado, mucho más focalizado en alcanzar ciertas metas de política nacional. Es decir, antes teníamos un subsistema pero con pocas orientaciones claras o referentes específicos en la política educativa nacional. Esa es una cuestión que considero muy importante, porque alrededor de este programa de transformación hemos podido ir cambiando la construcción de sistemas estatales de formación. Anteriormente no era así porque cada una de las normales operaba con su lógica, y hoy empezamos a reconocer en los estados un sentido de unidad en términos de perseguir ciertos criterios de calidad del funcionamiento de las instituciones.

Otro elemento muy importante es que el cambio en los planes y programas de estudio nos ha permitido recuperar paulatinamente un ambiente académico mucho más sólido en las instituciones normalistas. Habíamos caído en una suerte de impase, en que la discusión académica bajó fuertemente porque el trabajo cayó en una rutina en la mayoría de las escuelas normales.

Creo que este clima de descenso se generó en el periodo que comprende de 1984 a 1996. Sin embargo, hubo instituciones –debo decirlo con mucha alegría– que se defendieron bastante bien de este clima general y que, a pesar de la situación, lograron mantener internamente un trabajo muy dinámico y centrado en lo académico y en la formación de los estudiantes. Esas escuelas son en promedio las que más han avanzado en el proceso de transformación, porque estaban constituidas con mayor solidez interna desde el punto de vista organizacional y de conducción; de hecho, su grado de discusión sobre los procesos académicos era más profundo. Ahora casi todas las instituciones normalistas trabajan para lograr ciertas metas planteadas en los nuevos planes y programas de estudios, y concretar líneas de trabajo que son las mismas que viene promoviendo el Programa para la Transformación y Fortalecimiento Académico de las Escuelas Normales.

¿De qué manera participan los académicos en la transformación?
En los procesos de planeación interna cada vez intervienen más profesores, quienes han logrado diseñar estrategias de desarrollo y definir metas a corto, mediano y largo plazo que están siendo apoyadas financieramente con un programa especial. Al mismo tiempo, en las escuelas se están desarrollando nuevas maneras de trabajar, impulsando mucho el trabajo colegiado, con lo que se logra articular grupos de académicos. Aunque esta labor es incipiente, realmente puede dar lugar a una elevación de nivel académico porque esos equipos pueden constituirse en grupos más desarrollados, fuertes y consistentes en cada una de las especialidades, licenciaturas o áreas en las que se dividen las escuelas normales.

Además de los avances académicos, ¿se ha contado con mayor apoyo a la infraestructura?
En el periodo al que nos referimos, en todas las escuelas normales se instalaron y adecuaron bibliotecas, se realizó la conexión a Edusat, así como a Internet. Para hacer uso de estos medios también se les ofreció equipo de cómputo, de acuerdo con el número de matrícula. Esto ha permitido construir una red, una interconexión mayor entre las instituciones, y las ha dotado de una infraestructura tecnológica y de servicios de biblioteca. La inversión ha sido muy importante, porque no sólo se ha necesitado financiamiento para pintura y reparaciones –que sí es necesario–, sino también para adquirir el equipo con el que las escuelas se han ido modernizando.

¿Podríamos decir que se ha logrado un avance equilibrado en todos los aspectos a reformar, esto es academia, organización, infraestructura?
Creo que podríamos diferenciar entre logros académicos, materiales, organizacionales e institucionales con este programa de transformación. Además no quisiera presentar cada una de las acciones como si en todos los campus hubiésemos obtenido el mismo nivel de logro, porque hay diferencias en todas estas acciones del programa, algunas han calado más profundas que otras. Y si uno lo ve desde el punto de vista institucional, también se percata de que los avances son heterogéneos, eso es natural. Nosotros tenemos alrededor de 450 escuelas Normales en el país, en las que hay ciertos signos de identidad muy positivos, que han dado mayor dinamismo al sector normalista.

En general hay varios logros que difícilmente uno puede contabilizar, no obstante, por su importancia puedo destacar tres. El primero es el hecho de que las instituciones trabajan ya con la idea de ser un subsistema del Sistema Educativo Nacional. El segundo aspecto se refiere a la apertura de un proceso de renovación que está buscando sus propios mecanismos para su consolidación. Este es, en sí mismo, algo positivo porque impide a las instituciones aferrarse a una visión del pasado, al tiempo que las impulsa a construir con miras al futuro. Hay una tendencia al cambio y esa poco a poco va ramificándose, va buscando nuevos espacios.

Otro elemento que también considero clave es la discusión que se está dando en el seno de las instituciones, pues justamente ahí es donde se está llegando al debate de fondo. No es sólo lo que se ha podido construir como una visión de largo plazo en las Normales, sino el diálogo interno sobre qué es lo que nos está haciendo fallar para alcanzar metas específicas año con año. Por tanto, son varios temas los que se tratan, como el sindicato, las cargas académicas, el trabajo docente y sus formas de regulación, la normatividad rezagada en relación a las acciones más novedosas, entre otros
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