Abril-Junio 2004, Nueva época No. 76-78 Xalapa • Veracruz • México
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Triunfa Jarocho en el Teatro
de la Ciudad del Distrito Federal

Edgar Onofre Fernández

 

El Teatro de la Ciudad sintió cimbrar sus cimientos por la energía, vivacidad y cadencia que Jarocho transmitió a los miles de capitalinos que acudieron a ver este espectáculo que el Gobierno del Estado y la Universidad Veracruzana presentaron en mayo en la capital del país.

Si alguna duda alguien abrigaba sobre la calidad intrínseca del espectáculo, éste simplemente fascinó al público de la gran ciudad con sus primeras presentaciones. Se ha comentado que una de las características notables de la programación del Teatro de la Ciudad es que sólo acoge espectáculos de calidad. A Jarocho correspondió el honor no sólo de la programación del recinto durante la última semana del mes de mayo sino que repitió, a exigencia de un impresionante número de aficionados, su permanencia por varios días más, algo que resulta excepcional en aquel competido ámbito.


De este modo se corrobora que el éxito en presentaciones previas no fue fortuito,

México, DF.- El Teatro de la Ciudad, uno de los recintos artísticos más importantes del Distrito Federal, abrió sus puertas para recibir al público que disfrutó de Jarocho. (Foto: Luis Fernando Fernández)
que la aceptación del público xalapeño obedeció a las circunstancias dictadas por su metódica preparación y cuidadoso montaje, y que los resultados de su sonora irrupción en el DF son el espaldarazo que confirma la naturaleza de este excepcional y colorido espectáculo, diseñado para llevar la voz y el nombre de Veracruz hacia el mundo. Todo ha sido contemplado para que este fascinante estallido de luz, música y color resulte del agrado del público más exigente.

Conviene recordar que en Jarocho se conjuntan músicos y bailarines de comprobada eficiencia y notoria trayectoria, lo que aporta a la escena la calidez y calidad que han sido motivo de elogios por parte de la prensa especializada. En este sentido es notorio lo publicado por Ana Rosa Gutiérrez en el diario El Universal: “lo que en un principio se pensó como una representación escénica que reflejara el ímpetu y modernidad del son veracruzano, se convirtió en el primer montaje que sintetiza la historia de una región llena de colorido musical que habla, además, de las raíces y evolución de la manifestación artística mexicana. Creado bajo un concepto vanguardista, Jarocho es la ventana que muestra una parte del México popular, de sus bailes y sus ritmos, destaca al son como el protagonista de una gama cultural donde interviene el zapateado mexicano, el flamenco, la salsa, el danzón, el ritmo afro-cubano, el baile popular y la danza contemporánea...”

Mosaico veracruzano, hecho de música, baile y ritmos
Ante un público expectante, contagiado del sabor costeño, Jarocho superó con calor las expectativas generadas. Todo enmudecía cuando de la oscuridad del escenario saltaba el primero de los bailarines, ceñido en terciopelo negro y transparencias, quien respondía a las percusiones de Zapateado, el primero de los actos del espectáculo y cuya música combina elementos del rock progresivo con instrumentos tradicionales del son jarocho.

Uno a uno los bailarines salían de la penumbra para zapatear un coro de percusiones y estilizar al máximo el baile más característico de Veracruz a través de gallardas evoluciones, donde la cálida sonrisa de los danzantes se convertía en orgullo veracruzano.

“La Bruja” se convirtió en una fantasía sombría de luces y música, parecía convocar antiquísimas leyendas veracruzanas alrededor del cortejo entre la hechicera y el varón embrujado, representado por solistas que combinaron la danza clásica y contemporánea conforme la música crecía en intensidad, una docena de bailarinas iluminaban la penumbra con velas en las manos y se cruzaban en el mágico idilio, como un aquelarre en el que las brujas se persiguen en medio de un paisaje de árboles tenebrosos.

El tradicional Colás siempre fue un cálido tornasol de luces, telones traslúcidos y músicos en escena para esperar a los bailarines, quienes trocaron las transparencias y el terciopelo negro por el afamado atuendo de jarocho y colmaron el escenario de chiflidos, bullicio veracruzano, gritos de júbilo y fiesta. Enseguida, los músicos iniciaban un paseo por el malecón y la costa veracruzana con armonías de jazz, que en momentos se convertía vertiginosamente en golpes de alientos y percusiones y corría por en medio de un paseo de estrellas, palmera y mujer. Bajo el mote de Jarjazz, todo tomaba un cariz de improvisación y complejas armonías que el público recibía de buena gana.

El espectáculo giraba en un santiamén hacia las profundas raíces negras de la región y se convertía en una danza frenética de movimientos, la cual recordaba a la santería, mezcla de son y selva. Ritmo fue una representación a manera de camorra entre el solo de batería y solo de zapateado, un diálogo vertiginoso entre tambores de piso, tarola y contratiempo y la habilidad de los bailarines, el cual desembocó en un lamento de arpa y flauta que imitó el encantamiento de La Sirena.

Antes del intermedio, el fandango llenó de nuevo el escenario con zapateado y una fiesta de coqueteos y cortejos entre jarochas ceñidas en una versión relajada del vestido tradicional. El canto de los solistas advertía a ritmo de son que “cuando el amor quema, viene el Diablo y no te avisa” y la puesta en escena insinuaba que todo cuanto se ha dicho de la belleza de las mujeres veracruzanas resulta poco. Los pasillos del Teatro de la Ciudad se llenaban de comentarios y críticas, como si el bullicio permanente de Veracruz hubiera contagiado a la audiencia.
De regreso, los músicos del espectáculo ofrecían una revisita a la música tradicional mexicana, y convertían al Son de la negra en jazz, La Raspa en bebop y el Cielito lindo en algo cercano al ambient y al new age, bajo el título de Guacamole, el cual cedía el turno a un pasaje de los años treinta, de danzón y salones de baile, de vestidos escotados y sombreros de fieltro, mientras la regenta del Salón Veracruz vigilaba las miradas y las manos de las parejas seducidas por la acompasada síncopa del danzón. Las parejas desaparecían por las escaleras de una en una y los meseros recogían mesas y bancos para que la parte española que todavía corre en la sangre veracruzana se adueñara del escenario. Entre guitarras y cantos flamencos y una caja de ritmos electrónicos la bailaora, María Juncal, llevó cada noche al extremo las técnicas del zapateado ibérico hasta un solo fenomenal el cual levantaba la ovación.

Luego de un “Torito” que llevaba de Tlacotalpan y la cuenca del Papaloapan al Teatro de la Ciudad la más característica de las alegrías jarochas, la “Noche Cubana” traía una mezcla afortunada de danza clásica, de caderas y academia de baile, en medio del son estilizado. Del malecón de La Habana al de Veracruz, la salsa y el zapateado, las guayaberas y los trajes de rumberos viajaron alegremente de ida y vuelta.

Una solitaria bailarina salía al escenario enseguida para dejarse abrazar por la tesitura triste y cálida de la intérprete de “La Malagueña” y convocar con sus evoluciones una atmósfera de melancolía y cariño profundos que sumieron en el silencio total al gran recinto, sin embargo rompía de golpe la pieza titulada “Jarocho”. El escenario recibía de nuevo son y rock zapateados, mezcla de la tradición y el futuro del baile jarocho y entrecruzaba atavíos veracruzanos, unos en blanco y pañoleta y en negro y transparencias los otros.

Y de ahí al canto de “Veracruz”, “La Bamba”, convocaba al público y a los bailarines desde el primer rasgueo de la jarana. El sonido del arpa se mezclaba con los beats de la música electrónica para subir hasta convertirse en son estilizado, mientras los bailarines levantaban al público de sus asientos. El escenario se abrió para dejar paso a un arreglo flamenco de esta canción, mientras la bailaora Juncal mezclaba los zapateados españoles y jarochos. Y luego, la salsa que pasaba de repente al jazz y volvía al son y regresaba de nuevo a la jarana, mientras las palmas del público se incorporaban tan pronto como el resto del elenco se sumaba al escenario.

Así fue como el público del Teatro de la Ciudad noche tras noche se puso de pie para aplaudir a Jarocho, contagiado por la clave del son, el cual prolongaba el cierre antes de dejar que el resto de la noche volviera a ser oriunda del Distrito Federal.

El futuro de este producto
Sin lugar a dudas, la experiencia de su director Richard O’Neal habrá de ser elemento importante en los resultados que se obtengan de las giras del espectáculo hacia Europa y Estados Unidos, pues es cierto que a lo largo de tantos años de dirigir escenificaciones y shows en varios países del Viejo Mundo, conoce a la perfección lo que el público de aquellas latitudes espera y aplaude.

La gira por Europa, considerada para 2005, será el inicio de la internacionalización de este espectáculo, a decir de O’Neal, quien ha depositado tal confianza en Jarocho que espera viajar y trabajar durante los próximos cinco años alrededor del mundo con esta compañía. “Luego del fin de año, reanudaremos actividades con la mira puesta en Europa. A principios de 2005 haremos una gira de aproximadamente seis meses, con planes concretos en Alemania y los países escandinavos. La segunda mitad del año iremos a Estados Unidos”.

Esto, sin descuidar al público nacional, pues los planes más inmediatos, a partir de septiembre y hasta la primera mitad de diciembre, contemplan una serie de presentaciones en Acapulco, Cancún y Guadalajara, entre otras ciudades, para regresar al Teatro de la Ciudad en el Distrito Federal y, por supuesto, a Xalapa. Posiblemente visitarán también Oaxaca y Puebla.

Mencionó que el regreso a México será de manera continua, lo que supondrá la existencia de más de una compañía a raíz de que el espectáculo ha generado mucho interés en todas partes: “necesitaremos un grupo de artistas que se quede en México a cumplir los compromisos nacionales, y otra que lleve a Jarocho por el mundo”.

O’Neal reconoció que fue la diversidad de estilos lo que más le impresionó al llegar a México, la enorme cantidad de géneros folklóricos y el cariño con que la gente trata de mantener vivas sus tradiciones.

Enfatizó que el son jarocho es una tradición viva y palpitante: “para mí ha resultado de mucha importancia no despojar al son jarocho de su esencia intrínseca, sino mantener lo más posible sus raíces. Pero al mismo tiempo tratamos de crear un espectáculo más dinámico y accesible para el resto del mundo. Ahora soy un enamorado de la cultura veracruzana, así que disfruto mucho al escuchar este tipo de música. Uno de los anhelos que tengo en mente es incorporar, si es posible, al grupo Tlen Huicani, porque creo que ésta sería una mejor manera de recomponerlo y dotarlo de una nueva vitalidad”.

Al mismo tiempo, han pensado en la Orquesta Sinfónica de Xalapa para producir una nueva y monumental versión de Jarocho, y aprovechar todo el inmenso talento que hay en la Universidad Veracruzana.

Desde su nacimiento, Jarocho ha despertado en el público críticas de todo tipo. Y sobre los comentarios que ha recibido el espectáculo mencionó: “desde que se comenzó a hablar de Jarocho, la gente se asustó, pero al presenciar nuestra primera producción, se tranquilizó, especialmente ahora que hemos realizado ajustes”.

Cree que la respuesta es ahora mucho más favorable: “lo importante es que quede claro que nunca dijimos que Jarocho sería la esencia de la música veracruzana. Es nuestra interpretación, nuestro concepto”.

El equipo de producción de Jarocho en este momento desarrolla la idea de invitar a más artistas de la uv; desean que se sumen al proyecto sin dejar de pensar que esto debe ser siempre la demostración y prueba del talento veracruzano el cual deben llevar al mundo. Esperan que la gente que vea Jarocho en otras latitudes se interese más por la verdadera esencia del arte jarocho: “entiendo las críticas, las comprendo, y sé que las buenas y malas siempre te ayudan a mejorar el show”.
De las expectativas que generará Jarocho en el viejo continente, Richard O’Neal se muestra tranquilo, pues está seguro de que los recibirán muy bien. Añadió que tiene mucha experiencia en giras por Europa, así que puede saber qué espera ver el público.

Destacó como únicas las características de Jarocho y está convencido de que será un éxito en el mundo: “es más vibrante que los espectáculos que actualmente están en cartelera y más fascinante que los que ven cotidianamente los europeos. Es más enérgico, más apasionado, y creo que será un gran acierto. Estoy muy contento y me siento muy orgulloso porque cuando observo el espectáculo siento que es el producto del esfuerzo de mucha gente, gente de Veracruz. Y los veracruzanos pueden sentirse orgullosos de su propia cultura”.