Abril-Mayo 2003, Nueva época No. 64-65 Xalapa • Veracruz • México
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Participó en una muestra colectiva, junto con seis artistas japoneses
Reconocen en Japón la obra
de Adalberto Bonilla,
discípulo de Kiyoshi Takahashi

Gina Sotelo

Es notoria la influencia de la escultura japonesa en México, al grado de que varias generaciones de artistas mexicanos han fusionado, con excelentes resultados, el estilo de las escuelas tradicionales con las estéticas orientales. Ejemplo de ello es el trabajo que ha desarrollado Adalberto Bonilla, del Instituto de Artes Plásticas de la uv, quien además fue uno de los mejores discípulos de Kiyoshi Takahashi, escultor japonés que residió en México durante varios años.
Del 13 de abril al 10 de mayo, Bonilla expuso, junto con Hiroshi Nakagawa, Masafumi Hosumi, Ryuichi Yahagi, Yasumichi Abe, Nobuki Tanaka, Takayuki Muda, Yuko Sasai, Kyoko Mikami, Shigelulu Sekiguchi e Hirotsugu Tokioka, una serie de esculturas en pequeño formato, elaboradas en piedra y madera, en la galería Casumi de Japón.
En la que fue su tercera visita a Japón, Bonilla tuvo oportunidad de compartir experiencias con sus colegas nipones, lo cual valora mucho, pues desde niño ha admirado la escuela de escultura japonesa: “La técnica de los japoneses, especialmente en piedra, es muy depurada. Con el trabajo que llevé me sentí muy satisfecho, ya que las opiniones que recibí acerca de mis piezas fueron positivas”.
Con las influencias tanto de sus raíces prehispánicas como de la escuela oriental, Adalberto Bonilla ha logrado crear piezas escultóricas que han llamado la atención en Japón. (Foto: Luis Fernando Fernández)

Sobre la competencia que hay en el medio artístico japonés, a diferencia de la que se da en México, Bonilla comentó que en Oriente hay muchísimos más escultores, lo que pudo comprobar al conocer la Universidad de Kanasawa –en la que enseñó Takahashi durante sus últimos años de vida–, una escuela de grandes dimensiones con diversos talleres de arte, en los que se trabajan materiales y técnicas como madera, piedra, metal, dibujo, moldes de arena y cera.
Los artistas que egresan de allí se suman a los graduados de las universidades de arte de Tokio; de ahí que la competencia sea mayor, dificultando la sobrevivencia como escultor: “Por lo regular, de todos los que egresan al año sólo destacan uno o dos escultores, los demás tienen que buscar dónde ubicarse. Aquí en México aún no vivimos ese fenómeno, pues la producción no se da en tal cantidad ni en tal calidad”.
La fusión y el intercambio de estilos entre los escultores japoneses y mexicanos es muy fuerte y añeja. Al respecto, Bonilla comentó que los japoneses tienen cierto interés sobre la escultura contemporánea del país, pero lo que más llama su atención es la época prehispánica, donde hay una variedad más rica: “El mismo Kiyoshi Takahashi vino a México a aprender de la escultura mexicana antigua, sobre todo la maya, y la influencia de este arte prehispánico –que conoció y más tarde enseñó a sus alumnos en Japón– le quedó muy marcada”.
Destacó el legado que dejó Takahashi en la escultura xalapeña, pues a lo largo de 10 años (tiempo de su residencia en México) sembró una semilla de la que han surgido artistas reconocidos como Rafael Villar. Además, gracias al maestro japonés existe un intercambio constante entre creadores de la uv y escultores de aquel país oriental.