Abril-Mayo 2003, Nueva época No. 64-65 Xalapa • Veracruz • México
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De teatro
Autoconfesión o la fruta madura

Roberto Benítez

Después de una exitosa temporada en el Centro Cultural Helénico del Distrito Federal, Autoconfesión de Peter Handke, trabajo unipersonal interpretado por Gerardo Trejoluna y dirigido por Rubén Ortiz, se presentó el 11 de mayo en la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana.
Acostumbrados como estamos a creer que a mayores aspavientos mejor teatro, porque así suele considerarlo una tendencia tradicional y comercial, este espectáculo rompe de tajo con esta visión.

Partiendo de un texto abierto como el de Handke, donde no se establece anécdota, circunstancias, ni un personaje definido, sino que se presenta como un rosario de numerosas preguntas y respuestas que aluden a etapas de la vida de cualquier ser humano, casi de cualquier época y género, Trejoluna y Ortiz construyen una trama que justifica perfectamente el texto, es decir, le dan sentido y forma.
Al enfrentar al teatro como un acto ritual, de purificación, catarsis y comunicación con las fuerzas naturales del universo, el actor-personaje nos invita, literalmente desde la entrada al teatro,
A través de Autoconfesión, Gerardo Trejoluna ofreció al espectador la oportunidad de ver a un actor en plenitud y con virtuosismo en escena. (Foto: César Pisil)

a viajar con él por este sendero de autoconfesión. Nos cuenta con el cuerpo en acción y con la palabra, que también es parte del cuerpo, esta historia donde hay un compromiso desde lo profundo, avalado por una técnica sin discusión.
Éste es de esos trabajos que uno puede llamar personales. Por supuesto, cualquier puesta en escena debiera ser así, sin embargo, no siempre se logra. Concretamente, me refiero a que este trabajo es el fruto maduro de varios años de germinación. Trejoluna ha centrado su atención artística en los procesos actorales experimentando con él mismo; después ha compartido sus experiencias teóricas y prácticas impartiendo el taller “El movimiento, síntesis de la expresión escénica”, por diferentes lugares de la República. Ahora ofrece este trabajo unipersonal que, como él mismo dice, es el resultado de un proceso de investigación y pretende obje-tivar sus aprendizajes.
Sería imposible pensar este trabajo escénico con un actor distinto, ya que estamos ante un guante hecho a la medida, que responde a las preocupaciones genuinas de un individuo comprometido con el teatro y la actuación. Es fácil apreciar lo que hay atrás de este espectáculo: disciplina, entrega, búsqueda, conocimiento, paciencia, amor por el teatro y, desde luego, talento. Como se ve, no son pocas ni superfluas cualidades, ni han surgido de la noche a la mañana; han sido conformadas con el tiempo y la decisión de evolucionar.
Como el proverbio que dice “enseña con el ejemplo”, con gran humildad, sencillez, y sin “cacarear el huevo”, este espectáculo no sólo muestra su interpretación de la vida con gran sentido a través del texto de Handke, sino que también ofrece la oportunidad de ver a un actor en plenitud y con virtuosismo en escena.
La escenografía es una encrucijada, es decir, dos caminos que se cruzan y bifurcan, y entre cada uno de ellos se ubica un altar a los elementos: agua, tierra, aire y fuego.
Pequeños instrumentos musicales, una atarraya, sonidos e imágenes de un actor con el torso desnudo. Sólo eso basta para ser contada esta historia, que corre en busca de la identidad, que hace palpable la angustiosa soledad existencial y el deseo por arrancar las máscaras que nos limitan y mediatizan.
Ante tan primarios elementos, las palabras de Peter Brook nuevamente vuelven a tener razón y sentido: “Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro lo observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral”. Aunado a lo que señala Luis de Tavira: “Sólo si podemos decir que lo que ahí ha sucedido ha cambiado nuestra vida para siempre, sólo si la intensidad de lo ahí vivido puede explicar por qué al salir del teatro ya no somos los mismos que antes de entrar en él, sólo entonces podremos decir que hemos estado en el teatro”.
Autoconfesión de Peter Handke, espectáculo unipersonal con Gerardo Trejoluna; dirección de Rubén Ortiz; entrenamiento vocal, Indira Pensado; asesor de psicosíntesis, Pablo Morales; iluminación, Matías Gorlero; vestuario, Jeannine Diego.