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Antes
que nada deseo agradecer a mis colegas de la Universidad Veracruzana,
del Comité de Selección del Premio Nacional cneip,
y a quienes conforman la asamblea de este Consejo por haberme nominado
y galardonado con esta importante distinción en el campo
de la psicología. Asimismo, quiero hacer un reconocimiento
al importante papel que ha desempeñado el cneip para la promoción
de la calidad en la formación de los psicólogos. Su
participación actual como organismo acreditador reconocido
por el Consejo Nacional para la Acreditación de la Educación
Superior es evidencia de la preocupación permanente de esta
organización para asegurar la pertinencia y eficacia de nuestro
desempeño profesional.
Acepto no conocer los criterios que llevaron al cneip a considerarme
como candidato a este premio. Además, reconozco que mi carrera
profesional de los últimos años no se ha desenvuelto
en la docencia ni en la investigación de la disciplina psicológica
y, por tanto, no ha sido destacable en ese ámbito. En el
terreno académico, hay una gran cantidad de psicólogos
distinguidos que me superan, que han sido congruentes con su vocación
magisterial e investigativa y que han dedicado tiempo y esfuerzo
para formar a múltiples generaciones de sólidos profesionales
de la psicología.
Entendería que los criterios de selección se centraron,
más bien, en mi carrera profesional como psicólogo
educativo, esto es, como practitioner de la disciplina, particularmente
en el campo de la educación superior. Asumiendo que éste
es el caso, voy a compartir con ustedes un conjunto de reflexiones
sobre mi etapa formativa y sobre la práctica profesional
que me ha correspondido desarrollar. Lo hago con la expectativa
de que este relato sirva de referencia para aquellos jóvenes
universitarios que se pueden encontrar en la circunstancia ocasional,
como varias veces me sucedió, de no tener claro el rumbo
a emprender. Por esa razón, más de uno podría
decir que no soy un buen ejemplo de los esfuerzos exitosos de la
orientación vocacional.
Recuerdo muy bien mis primeros días en la carrera. Era el
año de 1969. Un año antes había intentado estudiar
la carrera de Actuaría en la Facultad de Ciencias de la unam.
Al no ser exitoso, me cambié a Psicología, en tiempos
en que todavía era parte de la Facultad de Filosofía
y Letras. Mis intereses iniciales oscilaban entre el psicoanálisis
y la comprensión de procesos, que en aquel tiempo yo pensaba
eran de orden metafísico, como el de la percepción.
Este tema me llamaba la atención debido a que había
leído Las puertas de la percepción de Aldous Huxley
que, por cierto, había influido pocos años antes a
Jim Morrison y a Ray Manzarek en el nombre de su grupo de rock:
The Doors. Mi primera desilusión fue percatarme de que la
percepción podía ser estudiada a través de
métodos científicos convencionales y que sus leyes
y principios podían ser corroborados empíricamente.
Ely Rayek y Alberto Cuevas se encargaron de quitarme la idea romántica
y mística que tenía de diversos procesos psicológicos,
introduciéndome a la noción fisiológica del
comportamiento humano.
Además, Ely Rayek organizaba desde entonces sus cursos con
una versión innovadora del Sistema de Instrucción
Personalizada de Fred S. Keller. Para tal efecto, dividía
su clase en grupos pequeños y utilizaba estudiantes de la
generación inmediata anterior como tutores para promover
una mayor y más frecuente discusión y evaluación
sobre los temas de estudio. Ese formato me parecía muy interesante
y atractivo, pensaba que de incorporarse a otros cursos universitarios
habría menos reprobados y desertores.
Al primer contacto que tuve con el enfoque sistemático de
la Psicología, siguieron mis cursos con Serafín Mercado
y Francisco Montes, quienes se encargaron de abrir mi horizonte,
desde el primer año de la carrera, para ver a la psicología
como una ciencia que podía estudiarse a través del
método experimental. Las herramientas de análisis
cuantitativo las aprendí con Javier Aguilar. Todos ellos
venían de ofrecer cursos en la Escuela de Psicología
de Xalapa, de la cual se escuchaban grandes cosas.
Pero mientras aprendía el enfoque experimental de la psicología,
también tuve oportunidad de ampliar mi bagaje teórico.
Héctor Capello me enseñó a ver a la psicología
como herramienta de análisis social y también como
disciplina para el cambio social. Serafín Mercado, por otra
parte, me introdujo sin pretenderlo en el tema del liderazgo estudiantil.
Frente a las graves deficiencias de nuestra biblioteca, que compartíamos
con otras carreras, me indujo a organizar un comité estudiantil
que fue instrumental para apoyar el crecimiento y la consolidación
de la misma. Recuerdo muy bien los buenos consejos que en aquel
tiempo me proporcionaba Jorge Delvalle sobre la política
universitaria y el contexto nacional. Ya desde ese entonces era
un estudiante destacado en el área de Psicología Social
y hoy es un analista y operador político brillante.
Todas estas ventanas que se abrían en mi forma de ver la
psicología no hicieron otra cosa más que crearme una
mayor incertidumbre sobre mi futura área de especialización.
Ricardo Ortega, Juan José Sánchez Sosa y Jorge Martínez
Snack, estudiantes de generaciones avanzadas, me reportaban anécdotas
de lo que acontecía en Xalapa. Mientras que en la unam todavía
eran objeto de discusión la propia disciplina psicológica,
la identidad del psicólogo y las perspectivas institucio-nalizadas
de su ejercicio profesional, Xalapa ya había logrado consensos
importantes en la materia. Se contaba con un plan de estudios consolidado,
con prácticas de laboratorio y de ejercicio profesional bien
definidas y con una maestría de nivel reconocido. Había
profesores visitantes de Canadá, Estados Unidos y Suramérica
y se organizaban congresos y reuniones con presencia internacional.
En el segundo año de la carrera, gracias a los buenos consejos
y orientación de Jorge Molina, experimenté personalmente
el impacto del método del análisis experimental de
la conducta en el tratamiento del autismo. Un simple estudiante
como yo fue capaz de establecer un repertorio verbal básico
en un niño autista de ocho años que nunca había
hablado. Eso me pareció en verdad sorprendente y me convenció
de las virtudes potenciales de ese enfoque.
En mis conversaciones frecuentes con Ricardo Ortega y en sus buenos
oficios para conseguirme una ayudantía para el curso de Pruebas
de rendimiento escolar, encontré la claridad y la fortaleza
para tomar dos decisiones importantes: buscar la especialización
en Psicología Educativa y estudiar en la Universidad Veracruzana.
Recuerdo, también, cuando Ricardo me acompañó
a ver a mi padre para convencerlo de que, por tercera ocasión,
necesitaba cambiar de escuela.
El Congreso Internacional sobre Análisis Experimental de
la Conducta, organizado por Emilio Ribes et al en Xalapa, y al que
asistió un buen número de profesores y estudiantes
de la Ciudad de México, me ofreció la oportunidad
del cambio.
Mi experiencia como estudiante en la Universidad Veracruzana fue
gratificante en muchos sentidos. Tuve acceso a una formación
bien estructurada, donde la teoría se complementaba ampliamente
con prácticas experimentales y de campo, y donde me beneficié
de maestros jóvenes como Emilio Ribes, Florente López,
Larry Doke de la Universidad de Kansas, Paulo Speller de la Universidad
de Sao Paulo y Jorge Peralta. A un año de llegar a Xalapa,
estaba ya coordinando la participación de alrededor de 40
estudiantes de la carrera en dos ambiciosos proyectos de investigación
que fueron la base para mi tesis de licenciatura, asesorada por
Emilio Ribes, y para recibir la encomienda de hacerme cargo del
Departamento de Extensión Educativa Infantil de esa casa
de estudios.
Otro aspecto formativo crucial durante esa etapa y las siguientes
fue la facilidad que existía para participar en congresos
disciplinarios tanto de carácter nacional como internacional.
En aquellos tiempos abundaban las reuniones donde los estudiantes
productivos podían presentar sus trabajos e interactuar con
los grandes gurús de la psicología contemporánea.
De hecho, gracias a que conocí personalmente a los doctores
Fred S. Keller, James Holland y Roger Ulrich en un congreso, decidí
inscribirme en la maestría en Psicología de la Universidad
de Western Michigan donde, por cierto, ya se encontraba estudiando
Lilia Durán.
En esa universidad estaba concentrado un núcleo importante
de colegas y seguidores de B. F. Skinner. Se le consideraba en aquellos
años como uno de los centros del conductismo radical, donde
se llevaban a cabo proyectos innovadores de todo tipo. Uno que era
objeto de críticas por su falta de sistematización
metodo-lógica, pero que tenía implicaciones de fondo,
era el de la Comuna Experimental de Roger Ulrich, que aspiraba a
construir los cimientos de una sociedad alternativa basada en la
cooperación y la rotación de roles. Yo asistía
periódicamente a visitar amigos y a participar en tareas
comunales.
Richard Malott se encargó de que yo diera un giro en mi interés
académico. Hasta antes de conocerlo, mi atención se
centraba en la educación infantil. Después de tomar
su curso sobre análisis de sistemas en la educación
superior, me dediqué a trabajar con él como asistente
de sus cursos, a estudiar temas de innovación universitaria
y a desarrollar el proyecto de investigación de mi tesis
de maestría, bajo su supervisión.
Al regresar a dar clases a Xalapa, me llevé conmigo el propósito
de replicar el sistema instruccional de Malott en mis propios cursos
y continuar investigando sobre reformas educativas. El sistema implicaba
la división del curso en grupos pequeños de estudiantes;
la planeación y diseño anticipado de los contenidos,
materiales de lectura, guías de estudio y evaluaciones; el
uso de tutores y monitores, a partir de estudiantes avanzados; el
uso de sesiones diarias para la discusión y evaluación
del aprendizaje, y la retroalimentación inmediata sobre el
desempeño diario del estudiante. Este trabajo me llevó
a organizar el Primer Congreso Internacional sobre Sistemas Instruccionales
Alternativos en la Educación Superior y a que la anuies nos
financiara el proyecto de investigación y que me ofreciera
trabajo para conducir el módulo de tecnología educativa
dentro de su Programa Nacional de Formación de Profesores.
A cambio de esa oferta, les propuse me apoyaran en mi doctorado
para luego incorporarme a su equipo de colaboradores.
El doctorado en la Universidad de West Virginia me pareció
muy atractivo por el notable trabajo que venían desarrollando
Ernest Vargas, Julie Skinner y Larry Frailey en el campo del análisis
conductual de sistemas educativos, los modelos alternativos de organización
universitaria y en el concepto cibernético de la educación.
En particular, Ernest Vargas tuvo una gran influencia para ayudarme
a articular una visión interdisciplinaria de la educación.
En efecto, con él afiancé mi visión de que
el aprendizaje y los ambientes educativos deben ser considerados
desde una perspectiva global que considere el impacto de la totalidad
de factores que intervienen en el proceso, incluido el contexto
externo e interno, así como el efecto de cada componente
en lo individual.
Al incorporarme a la anuies después del doctorado, me encontré
que, con apenas tres semanas de trabajo, ya me habían comisionado
a la entonces enep Zaragoza, de la unam, a petición de la
doctora Graciela Rodríguez, en aquella época directora
de la Facultad de Psicología, y mediante una gestión
entre el rector Guillermo Soberón y el doctor Rafael Velasco,
secretario ejecutivo de la anuies. La encomienda que me asignaban
no era algo sencillo: restablecer la estabilidad institucional en
la carrera de psicología, reformar su plan de estudios y
sentar las bases para su consolidación académica.
Esta significativa aventura universitaria fue posible y fue exitosa
gracias al trabajo en equipo con destacados jóvenes psicólogos
de aquel entonces como Jesús Nieto, Benilde García,
Graciela Mota, Enrique Díaz Camacho, Cristina Aguilar, Ricardo
Ortega, Ricardo Mercado, Rafael del Valle y otros más que
permanecen ahí, contribuyendo en la formación de universitarios.
En la enep-Zaragoza disfruté de una enriquecedora experiencia
de planeación curricular al introducir en el plan de estudios
de la carrera de Psicología variantes hasta ese momento innovadoras.
Más que pensar en contenidos específicos en la forma
de listados de materias, construimos un plan de estudios basado
en los conocimientos, habilidades y actitudes requeridas por el
perfil profesional emergente del psicólogo. Este enfoque
estaba muy a tono con lo que el cneip habría de proponer
poco tiempo después como base para la reforma de los planes
de estudios. En esa reforma se ponía énfasis en las
actividades de aprendizaje, en la secuencia básica de las
mismas y en los distintos escenarios requeridos. Cada módulo
se planeaba como una secuencia de experiencias de aprendizaje que
daban inicio con clases teóricas de carácter motivacional
para proporcionar una visión general sobre los contenidos
de aprendizaje.
Se continuaba con sesiones bibliográficas en grupos pequeños,
que tenían como finalidad que el estudiante revisara in situ
los materiales de instrucción expresamente diseñados
o seleccionados para esa sesión. Las actividades se complementaban
con seminarios donde el estudiante discutía con sus compañeros
y el profesor los contenidos revisados y resolvía así
las dudas que surgieran. El programa educativo se reforzaba con
actividades permanentes de formación práctica. En
los primeros semestres las prácticas eran de carácter
experimental en escenarios acotados y con posibilidad de mayor control
de variables. En los semestres avanzados se enfatizaban las prácticas
profesionales en ámbitos reales de trabajo clínico,
educativo o comunitario, dependiendo del área de especialidad,
salvo en el caso de quienes aspiraban a formarse como psicólogos
experimentales que tenían la posibilidad de continuar con
trabajos de laboratorio. El ciclo se cerraba con clases teóricas
cuya finalidad era analizar e integrar conceptualmente todas las
experiencias educativas anteriores.
Al paso de los años, veo con enorme satisfacción el
gran papel profesional y académico que desarrollan en distintos
foros los egresados de Psicología de esa institución.
En la anuies, por otra parte, tuve la oportunidad de participar
durante cinco años en el equipo responsable de planear el
desarrollo futuro de la educación superior mexicana. Mi trabajo
en la asociación me ayudó a afianzar una visión
interdisciplinaria de la educación. Ahí interactuábamos
diariamente con economistas, demógrafos, sociólogos,
politólogos, abogados, científicos, humanistas, psicólogos
y educadores para coordinar los esfuerzos de una planeación
participativa en todos los estados de la República Mexicana.
Estos esfuerzos culminaron con lineamientos nacionales relevantes
que, apoyados en el diagnóstico nacional y la anticipación
de eventos, fueron la base para las tareas de planeación
institucional subsecuentes. Tanto los aspectos de crecimiento cuantitativo
como los retos cualitativos de la educación superior en México
eran tema de cada día. En ese tiempo, empezamos también
a gestar, con el apoyo de Antonio Gago y Ricardo Mercado, lo que
eventualmente habría de ser el sustento de la estrategia
de evaluación del sistema nacional y de las instituciones
de educación superior en México.
Mi paso posterior por la Secretaría de Educación Pública,
primero como asesor del subsecretario Rafael Velasco Fernández
y luego con encomiendas administrativas como la Dirección
General de Educación Superior, me brindaron la posibilidad
de conceptualizar y coordinar el trabajo de la Comisión Nacional
de Evaluación (Conaeva), la cual retomaba los fundamentos
metodológicos previamente desarrollados en la anuies. El
sustento funcional del modelo utilizado radicaba en una visión
conductual del desempeño institucional global basado en las
características propias de cada universidad, en las de su
propio contexto y en los requerimientos para emprender el cambio.
Un aspecto adicional importante fue que incorporamos el diseño
de mecanismos de incentivos necesarios para motivar el cambio institucional,
a partir de modalidades alternativas de financiamiento público.
Con esta aportación se cerraba el círculo metodológico
entre planear, financiar, desarrollar, evaluar y reciclar, todo
sobre la base de indicadores observables, medibles y verificables.
En la sep hubo otras dos vertientes innovadoras que nos permitieron
mostrar las aportaciones potenciales del psicólogo en proyectos
de alto impacto. Uno fue el desarrollo de un modelo alternativo
de universidad, que lo trabajamos cuatro psicólogos: Ernest
Vargas, Jorge Delvalle, Arturo White y un servidor. Este proyecto
fue la plataforma conceptual, orgánica y funcional para crear
la Universidad de Quintana Roo, que hoy tiene diez años de
vida y de proyección institucional. También fue la
base para incorporar componentes orgánicos novedosos en universidades
en operación como las fundaciones de la unam, de la Universidad
Veracruzana y de la Universidad de Guadalajara, así como
los consejos sociales en la Universidad Autónoma de Nuevo
León y en la Universidad de Guadalajara, entre otras.
Una segunda vertiente fue el trabajo de internacio-nalización
en materia universitaria. La agenda de colaboración trilateral
en la educación superior de América del Norte, que
me correspondió el honor de coordinar por la parte mexicana,
se alimentó de aportaciones metodológicas basadas
en principios sistémicos y de incentivos. Junto con la identificación
de áreas de colaboración, se diseñaron mecanismos
para que la cooperación entre universidades de América
del Norte se concibiera como un verdadero proceso de transferencia
de conocimientos y tecnologías. Así, la movilidad
trilateral de estudiantes, diseñada por Ricardo Mercado y
otros dos colegas de Estados Unidos y Canadá; el intercambio
de profesores e investigadores; la investigación conjunta;
la educación a distancia; la certificación profesional
trilateral y el intercambio electrónico de información
y de bases de datos referenciales contaron con sus correspondientes
instrumentos de apoyo operativo y financiero.
El contacto con las instituciones universitarias líderes
en el mundo y con los desarrollos contemporáneos relevantes
nos demuestran claramente que hoy es tiempo de cambios radicales,
basados en lo que sabemos respecto de cómo aprenden las personas
y las organizaciones. De hecho, esos cambios ya han iniciado y existe
un número significativo de ejemplos que ilustran sus bondades.
Estas experiencias comparten entre sí una nueva forma de
pensar a las instituciones educativas desde una perspectiva sistémica,
cibernética, pero sobre todo como verdaderas agencias de
distribución social del conocimiento. En este nuevo enfoque,
los modelos educativos y la forma de facilitar el aprendizaje se
ajustan con base en su propia retroalimentación; es decir,
se moldean por las consecuencias y resultados de sus propias actividades.
De allí que ahora la atención se centre en el estudiante:
en lo que aprende y cómo lo aprende, en lo que ya sabemos
los psicólogos desde hace más de 40 años.
Los sistemas educativos y las organizaciones que han adoptado esta
perspectiva constituyen entidades que aprenden de su propio funcionamiento
y son capaces de variar y ajustar su desempeño con base en
los resultados de las actividades que realizan frente a un conjunto
de metas e indicadores que definen los niveles de desempeño
deseado. Este principio está en el centro de los procesos
de innovación y reformas universitarias que necesitamos.
Bajo un enfoque sistémico, las instituciones educativas deben
ser monitoreadas a partir de la contribución de cada una
de las unidades que las integran. Toda unidad debe aportar al logro
de los objetivos de la organización educativa. Por ende,
es necesario conocer la medida de esa contribución y, de
ser necesario, realizar ajustes en el sentido y tipo de las actividades
desem-peñadas.
Los perfiles emergentes de los profesionales del siglo xxi demandan
la adquisición o el desarrollo de conocimientos, habilidades
y actitudes que no pueden promoverse mediante los esquemas tradicionales
de enseñanza. De ahí que las habilidades para el trabajo
en equipo, la capacidad de liderazgo, la inclinación hacia
el logro individual y colectivo, la actitud para la búsqueda
del beneficio colectivo, la habilidad para el aprendizaje autónomo,
el pensamiento analítico y crítico, la capacidad de
comunicación oral, escrita y digital demandan una organización,
un funcionamiento y una infraestructura universitaria distintas.
Se requiere, entonces, diseñar los ambientes y las experiencias
de aprendizaje de acuerdo con dichos fines y se debe evaluar y hacer
los ajustes pertinentes en cada unidad orgánica de la universidad.
Aunado a este nuevo reto, las universidades están obligadas
a desempeñar un papel más pro-activo en favor del
desarrollo social de las comunidades de su entorno. Si somos consistentes
con la idea de que la información y el conocimiento constituyen
los motores de la economía actual y, por ende, del combate
a la pobreza y la marginación, es ineludible para las universidades
asumir su papel como agencias de distribución social de oportunidades
educativas. Para lograr este fin, se deben promover redes y alianzas
con otras instituciones y organizaciones sociales; centrarse en
el aprendizaje del estudiante y en las condiciones que lo promueven;
asegurar externamente la calidad del aprendizaje y emplear las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación
como herramientas de desarrollo.
La
experiencia de la Universidad Veracruzana
En este punto, permítanme describir brevemente algunos retos
que nos hemos propuesto enfrentar en la Universidad Veracruzana
y algunos resultados obtenidos a la fecha.
La estrategia nodal y transversal, en los primeros cuatro años,
se basó en la operación de un enfoque educativo centrado
en el aprendizaje. Se colocó en primer plano que el estudiante
y su aprendizaje son los ejes rectores del funcionamiento de la
universidad. Es a partir de estas premisas como se avanzó
en el diseño y puesta en marcha de un Modelo Educativo Integral
y Flexible; en la construcción de espacios educativos acordes
a las exigencias de las nuevas habilidades y competencias; en la
habilitación de estos espacios con el equipamiento informático,
la conectividad en red y la ampliación de los acervos y recursos
de información requeridos; en el establecimiento de sistemas
de evaluación, seguimiento y retroalimentación del
desempeño estudiantil y de la institución en su conjunto;
así como en la incorporación de la investigación
como re-alimentadora de la docencia y en la utilización de
las actividades de extensión de los servicios como fuente
formativa y de retribución social.
Los objetivos particulares del nuevo modelo buscan que el estudiante
desarrolle valores intelectuales, humanos, sociales, culturales
y artísticos; un pensamiento lógico, crítico
y creativo; capacidad para las relaciones interpersonales con tolerancia
y respeto a la diversidad cultural; y un óptimo desempeño
fundado en conocimientos básicos e inclinación y aptitudes
para la autoformación permanente.
En este modelo todos los estudiantes cursan un tronco común
que incluye la adquisición de habilidades en inglés,
cómputo, de pensamiento analítico y creativo y de
lectura y redacción. Estas habilidades se transfieren y generalizan
a lo largo de los estudios universitarios.
Por otra parte, el modelo permite un mayor grado de flexibilidad
para que los estudiantes intervengan en el diseño de su formación
de acuerdo con sus intereses y habilidades.
Para operar este enfoque, fue necesario construir espacios ad hoc
que permiten realizar diversas experiencias de aprendizaje, como
es el caso de las unidades de servicios bibliotecarios y de información,
usbi, que integran los acervos bibliográficos, impresos y
en línea, así como la infraestructura de cómputo
y telecomunicaciones requerida. Estos espacios, además, disponen
de áreas destinadas al trabajo en equipo, la educación
continua y a distancia, el aprendizaje de idiomas, la asesoría
grupal e individual, así como la realización de actividades
culturales. Aunada a esta importante labor, se ha logrado disponer
de una plataforma de telecomunicaciones e informática robusta
y capaz de permitir el flujo de datos, imágenes y sonido
entre más de 380 edificaciones distribuidas en 13 ciudades
del estado, a distancias entre sí que se aproximan a los
700 kilómetros.
La estrategia centrada en el aprendizaje del estudiante se ha visto
reforzada por el uso de la información de los exámenes
de ingreso para orientar las actividades de asesoría a los
alumnos. Ahora se dispone de bases de datos que integran la información
de cada uno de nuestros alumnos en las que se construye su trayectoria
escolar. Esta información se utiliza en el nivel de las facultades
para apoyar las necesidades particulares de remedio académico
de los estudiantes.
Nuestra casa de estudios ha diseñado, además, un sistema
de indicadores de gestión universitaria que le permite realizar
el seguimiento periódico del conjunto de actividades institucionales.
Desde el año 2000 se realiza en las cinco regiones y en todas
las facultades un proceso de valoración y de propuestas de
cambio para apoyar el alcance de las metas institucionales establecidas
en los correspondientes programas de trabajo. Entre ellas destacan
las referentes al desempeño académico de nuestros
alumnos.
Con el fin de promover la evaluación externa de nuestros
alumnos y programas y asegurar su calidad, la institución
ha impulsado entre sus estudiantes la disposición a presentar
los Exámenes Generales de Egreso de la Licenciatura (egel).
El resultado es que ahora uno de cada cuatro de estos exámenes
es sustentado por un egresado de la Universidad Veracruzana. En
cuanto a la evaluación y acreditación de los programas
académicos, se ha logrado que todos los programas hayan sido
evaluados por los Comités Interinstitucionales de Evaluación
Superior y que contemos ya con 16 programas acreditados por organismos
reconocidos por el Copaes, entre los que cabe destacar por cierto,
los de Psicología a cargo del cneip.
En este sentido, la evaluación externa de alumnos y programas
responde a las tendencias internacionales de la educación
superior a favor de la movilidad. Nuestros acuerdos comerciales
de libre comercio incorporan los servicios y, entre éstos,
los profesionales, por lo que garantizar que estudiantes y programas
de la institución cumplan con los estándares internacionales
de las profesiones hace viable dicha movilidad.
Por otro lado, los procesos administrativos también han sido
objeto de evaluación, lo que nos permite contar ahora con
la certificación iso 9000-2000 para los procesos de ingreso,
expedición de títulos, estadística básica
y servicios bibliotecarios. Estos avances coadyuvan a obtener uniformidad
y calidad en los servicios de apoyo a las funciones sustantivas.
Nuestros investigadores han respondido favorablemente a las iniciativas
institucionales y federales para diversificar su carga de trabajo
e incorporar la docencia a su actividad. Esto ha permitido que un
número cada vez mayor de estudiantes reciba la asesoría
de nuestros mejores académicos y participen en los procesos
de generación y aplicación del conocimiento. Un indicador
relevante de esta promoción es que el día de hoy nuestros
investigadores generan 30 veces más financiamiento externo
para esta función que hace cinco años.
En cuanto a nuestras actividades de extensión, es un orgullo
institucional señalar la cada vez más importante participación
en el desarrollo de las comunidades más necesitadas de nuestro
estado, así como en la mejora productiva y comercial de las
micros y pequeñas empresas.
La estrategia de la uv ha sido reconocer que las actividades de
extensión son responsabilidad de todas las entidades académicas
y que deben verse como oportunidades para que los estudiantes lleven
lo aprendido a la práctica y en escenarios reales de ejercicio
profesional. En el Modelo Educativo Integral y Flexible se recoge
esta idea y se promueve que dichas actividades se conviertan en
verdaderas experiencias de aprendizaje desde los semestres tempranos.
Los procesos de reforma e innovación constituyen tareas que
sólo pueden realizarse con el concurso de todos los involucrados.
Deben participar los académicos, los estudiantes, los directivos
y los empleados administrativos, así como los empleadores
y las organizaciones sociales. La innovación es el resultado
de la voluntad y la visión; se puede cambiar de rumbo si
se sabe hacia dónde y cómo. Las reformas no tienen
los resultados deseados si se conciben como decreto; es sólo
por medio del convencimiento de todos y de la rendición de
cuentas que pueden lograrse. En la Universidad Veracruzana se están
dando estas condiciones gracias a la mística colectiva del
trabajo en equipo.
Colegas
miembros de este Consejo, distinguidos invitados:
El premio con el que hoy me honran es un estímulo importante
en mi carrera. También creo que lo es para quienes me han
acompañado en mi desempeño profesional. A fin de cuentas,
sabemos que el ser humano es producto de su historia, social y genética.
En mi formación de psicólogo y en mi vocación
interdisciplinaria orientada a la educación han contribuido
maestros brillantes que supieron abrirme horizontes y retos intelectuales,
también compañeros de la carrera y de la vida profesional
que me han brindado ese buen consejo, esa orientación, ese
apoyo, ese estímulo, esa oportunidad de formarnos y trabajar
juntos.
Por tanto, reitero mi gratitud al cneip. Además de los fuertes
lazos fraternos que nos mantienen unidos, compartimos una visión
optimista del mundo y de sus problemas. Quien trabaja en la educación
no admite las perspectivas catastróficas del mundo actual
que nos parecieran querer imponer unos cuantos que tienen acceso
al poder militar o que son rehenes de ellos.
Incluyo, desde luego en este reconocimiento a Estrella, a Bruno
y a Isadora. Gracias al apoyo e interés de ellos en mis aspiraciones
profesionales, es que he logrado su compresión para ceder
parte del tiempo que les corresponde y dedicarlo con empeño
a mi trabajo. Lo hago porque, al igual que ustedes, deseo que nuestro
país sea mejor, en todos los sentidos.
Muchas gracias por esta honrosa distinción que me hacen.
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