Octubre-Diciembre 2006, Nueva época Núm.100
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Trimestral


 

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Rinden homenajes al Premio Cervantes 2005
Sergio Pitol, un hombre que busca conocer a través de la escritura


Dunia Salas Rivera

Antonio Tabucchi, Enrique Vila-Matas, Margo Glantz, Juan Villoro y Carlos Monsiváis reconocen el talento literario del narrador veracruzano


En el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, el escritor Sergio Pitol recibió de manos del rey Juan Carlos de España el Premio Cervantes.
"El primero de diciembre del año pasado (2005), ese mágico día que pareciera haber transformado mi vida, la Ministra de Cultura de España me anunció que había sido otorgado el Premio Cervantes, eran las nueve de la mañana y una hora después mi casa estaba atestada de una muchedumbre: un equipo de televisión, la radio, los periodistas locales, mis familiares, mis amigos, mis colegas de la Universidad, mis vecinos y una cantidad de transeúntes desconocidos que entraron por curiosidad.

Por la tarde fui a la Ciudad de México para hacer una tregua; llegué a las doce de la noche a un hotel donde siempre me alojo. Al entrar en el vestíbulo me encontré con un equipo de televisión española, que había llegado a la Feria del Libro de Guadalajara y al saber la noticia del Premio volaron a la capital para entrevistarme. A las tres de la mañana subí a mi habitación como un sonámbulo destrozado.

En el viaje de Xalapa a la capital dormí profundamente, quizás una hora, pero en las cuatro siguientes, aletargado, entre el sueño y la vigilia, aparecían visiones de infancia, personas de un pueblo al que no he visto desde casi sesenta años, mi abuela con un libro, algunos festejos en casa o en el campo, la nana de mi abuela que llegaba a pasar temporadas con nosotros a los noventa años, jardines espléndidos, mi hermano jugando tenis y montando yeguas, trozos de conversaciones sobre el mal precio del café y de los cultivos que por sequías o inundaciones siempre dejaban pérdidas, familias sentadas alrededor del radio para saber la noticia de la guerra civil española, que siempre terminaban en estruendosas discusiones.

Desde ese primero de diciembre he recordado imprevisiblemente fases de mi vida, unas radiantes y otras atroces, pero siempre volvía a la infancia, un niño huérfano a los cuatro años, una casa grande en un pueblo de menos de tres mil habitantes. Un nombre, tan distante a la elegancia: Potrero. Era un ingenio de azúcar rodeado de cañaverales, palmas y gigantescos árboles de mangos, donde se acercaban animales salvajes. Potrero estaba dividido en dos secciones, una de unas quince o diecisiete casas, habitadas por ingleses, americanos y unos cuantos mexicanos.

Había un restaurante chino, un club donde las damas jugaban a las cartas un día por semana, una biblioteca de libros ingleses y una cancha de tenis. Esa parte estaba rodeada por bardas altas y fuertes para impedir que a ese paraíso se introdujeran los obreros, artesanos, campesinos y comerciantes minúsculos del pueblo. Aquella zona era tórrida e insalubre. Estuve enfermo de paludismo durante varios años, por lo cual salía poco de casa; en verano mi abuela, mi hermano y yo pasábamos un mes en un balneario a tomar aguas minerales, de donde regresábamos mi hermano sano, como lo fue casi en toda su vida, mi abuela con un reumatismo disminuido y yo sin ninguna mejoría. De vuelta pasábamos ciudades prósperas, con excelentes restaurantes, luces de neón, comercios bien surtidos y movimiento en las calles, pero cuando llegábamos al lugar donde vivíamos, me quedaba siempre deslumbrado. Mi abuela vivía para leer todo el día sus novelas. Su autor preferido era Tolstoi. La enfermedad me condujo a la lectura; comencé con Verne, Stevenson, Dickens y a los doce años ya había terminado La guerra y la paz. A los dieciséis o diecisiete años estaba familiarizado con Proust, Faulkner, Mann, la Wolf, Kafka, Neruda, Borges, los poetas del grupo Contemporáneos, mexicanos, los del 27 españoles, y los clásicos españoles.

A esa edad, saliendo de la adolescencia encontré algunos maestros excepcionales. Estoy seguro de que sin ellos no hubiera llegado a este día, elegantísimo como estoy, en el Paraninfo de la prestigiosísima Universidad de Alcalá ni poder dar las gracias a Sus Majestades, al Rector de esta Universidad, los jurados y a ustedes, señoras y señores".

El anterior es un fragmento del discurso que pronunció el escritor veracruzano Sergio Pitol el 23 de abril de 2006, en la Universidad de Alcalá de Henares, al recibir el galardón más importante en lengua castellana, el Premio Cervantes, que le fuera concedido en 2005 –año en que se conmemoró el cuarto centenario de la primera parte de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha– por contribuir significativamente al patrimonio cultural hispánico.

Instituido en 1974, el Premio Cervantes es otorgado anualmente por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte español a propuesta de las Academias de la Lengua de los países de habla hispana. En 2005, como lo aseveró el mismo Rey Juan Carlos de España en el Paraninfo de la universidad española, se reconoció la obra de "el escritor mexicano Don Sergio Pitol, que ha construido su principal obra sobre la reflexión en torno a la escritura y la literatura (…)"

Ahí, el monarca se refirió a la dimensión cervantina de Pitol: "En su obra, al igual que ocurre en El Quijote, se elabora una continua reflexión sobre la literatura, al tiempo que se entrecruzan las tramas y los géneros, potenciándose entre sí. Sergio Pitol ha sido pionero en el trasvase de géneros, en la liberación de la literatura, siguiendo la ruta abierta por Cervantes".

Luego de haber recibido el Premio Cervantes, Sergio Pitol fue homenajeado por la Universidad Veracruzana en el MAX.
Homenajes y entrañables amigos
Desde ese día, instituciones académicas y culturales internacionales, de México y principalmente del estado de Veracruz, han puesto gran empeño por rendir homenaje al autor de El arte de la fuga. Muestra de ello fue el que la Universidad Veracruzana (UV) le rindió en agosto en el Museo de Antropología de Xalapa.

Ahí, Pitol reconoció una deuda vital con la UV y, al mismo tiempo, aseguró que la ciudad de Xalapa ha sido "donde mejor he escrito, es decir, donde mejor he vivido", además de que dio a conocer, por vez primera, que la colaboración del escritor Carlos Monsiváis ha sido decisiva a tal grado que "sin su ayuda, yo hubiera sido un escritor descuidado".

Por otra parte, el Gobierno de Veracruz, el Instituto Veracruzano de Cultura, el Ayuntamiento de Xalapa y la UV, a través del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias (IIL-L), reunieron también en agosto, en el Teatro del Estado, a destacados escritores en una mesa redonda, donde se habló sobre la vida y obra del galardonado.

Pitol estuvo acompañado por sus entrañables amigos: Margo Glantz, Enrique Vila-Matas y uno de los intelectuales que dieron su voto para que recibiera el Cervantes, Juan Villoro. Al escritor italiano Antonio Tabucchi le impidieron asistir al homenaje algunos problemas de salud, pero no frenaron su mensaje. Tampoco pudo estar presente Carlos Monsiváis, no obstante, sus palabras fueron leídas ante los asistentes.

En una clara muestra de amistad profunda que lo une a Sergio Pitol, Enrique Vila-Matas recordó algunas anécdotas que pasó con el escritor laureado y las razones que lo llevan a pensar que Pitol es el forjador de su vida.

Luego de varias coincidencias en una misma fecha, 23 de agosto, Vila-Matas llegó a la conclusión de que el escritor de El infierno de todos dirige sus pasos. Sin embargo, en algún momento no estuvo de acuerdo con lo que Pitol escribió acerca de él con motivo de la entrega de un reconocimiento. Y es que en un artículo publicado en Letras libres, en el 2001, el narrador mexicano dijo que para el catalán era imposible posar ante sus lectores o amigos como un intelectual pomposo, engreído, impersonal, sino como un mero hombre de letras que jamás emite una respuesta absoluta, contundente, totalitaria; un hombre cortés y con sentido del humor. "Cuando lo leí, me quedé parado porque no era cortés, ni con sentido común, me dedicaba a ser forajido nocturno, insultaba a todos los escritores que no me gustaban, era una persona impresentable", añadió Vila-Matas.

Antonio Tabucchi estuvo presente a través de una carta que envió para que fuera leída en el evento. En ella, expresó que Pitol ha sido ferviente defensor de la novela de espíritu rebelde en una época en la que el mundo es dominado por la noticia. Aseguró que la capacidad ensayística del Premio Cervantes 2005 está al mismo nivel creativo que la de su faceta de narrador. "Porque ensancha el misterio de la obra y del autor del que se ocupa, y al ensanchar ese misterio es como si tirara del horizonte por una bomba elástica, y lo que parecía una línea alejada de nosotros, pero visible desde un punto de vista, se convierte en una línea circular que podemos mirar desde cualquier perspectiva, permitiéndonos girar sobre nuestro propio eje".

En su texto, Tabucchi comentó que con determinados grandes narradores o poetas, puede llegar a ocurrir que su obra narrativa o poética oculte parte de su obra crítica o ensayística, haciendo que nos olvidemos de que si se trata de grandes autores, es precisamente porque en ellos conviven, en un mismo plano y al mismo nivel, la producción creativa y la producción puramente intelectual y especulativa. Ejemplos de ello, señaló, son Joseph Brosdsky, Jorge Luis Borges y el mismo Pitol.

Por su parte, en su mensaje, el cronista y ensayista Carlos Monsiváis, consignó que en el último libro de Pitol, El mago de Viena, éste se acerca a sus orígenes y al desarrollo de su obra con un énfasis autocrítico: "En este libro, el viaje se aproxima hacia sus cuentos y sus atmósferas formativas, al reconocer en la lectura y en la relectura los elementos del árbol genealógico más estricto".

Gran amigo de Pitol desde hace más de 50 años, Monsiváis afirmó que si se acude a la historia dentro de la historia, "El Mago de Viena podría ser una caja china o una muñeca rusa, ya que en él los temas se diversifican sin renunciar a la unidad, ya que si el centro se dispersa, la idea central se unifica". Asimismo, agregó, esta obra es, a un tiempo y caudalosamente, autobiografía de la escritura, revelación de los procesos creativos, gustos literarios, acervo de vivencias a disposición de los textos, ronda de ensayos breves sobre literatura y viajes, memorias de una vida que sólo clarifica sus experiencias y las ordena literariamente, metamorfosis de las evocaciones de microrrelatos".

Monsiváis sostuvo que con dicho libro, Pitol se convence de lo evidente: "El carnaval es la peregrinación más necesaria, ya que a partir de cierta edad, la contemplación ante el espejo evoca el momento en el que Narciso se ahogó en el estanque. Si sabemos lo que somos también, con un sistema de imágenes en fuga, nos estremece lo que podemos ser".

La mesa redonda en homenaje al Premio Cervantes 2005 también contó con la participación del escritor Juan Villoro, amigo y discípulo del veracruzano, quien confesó que escribir sobre el homenajeado era un gran estímulo y le daba la ilusión de ser productivo para recrear cosas que nunca antes habían salido de la memoria, y la idea platónica de la memoria se aplica a cada biografía: "Quien recuerda sus días hace algo más que repetirlos, se conoce en ellos, descifra enigmas psicológicos que no fueron evidentes cuando ocurrieron como hechos. La obra de madurez de Sergio Pitol se ha basado en los reveladores trabajos del recuerdo".

Los recientes libros de Pitol El arte de la fuga, El viaje y El mago de Viena, añadió, integran una trilogía de la memoria. En esas páginas el narrador no regresa a un entorno que domina de antemano; por el contrario, asume los recuerdos como un viaje de descubrimiento. Y si algunos autores comunican lo que ya conocen, dijo, Pitol busca conocer a través de la escritura: "Sus tramas exploran algo que puede estar ahí, pero sólo cobrará sorpresa al entrar en contacto con otros materiales.

Para él la lectura es redescubrimientos, distorsiones, sobre interpretaciones, falsas atribuciones, un tejido tan vital y contradictorio como las opiniones que sus tíos tenían de Vasconcelos. Esta manera de leer se hace extensiva a su manera de recordar: Pitol no escribe porque recuerde algo, sino para recordarlo".

Margo Glantz, Juan Villoro, Sergio Pitol y Enrique Vila-Matas, en el homenaje al Premio Cervantes 2005.
 

UV rinde homenaje a Pitol con tres publicaciones
En homenaje al escritor autoproclamado veracruzano, Sergio Pitol, la Universidad Veracruzana publicó tres números especiales de la revistas universitarias La palabra y el hombre, la Gaceta y Corre, lee y dile, las cuales fueron presentados en la inauguración de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU), que en su decimosegunda edición estuvo dedicada al galardonado con el Premio Cervantes 2005.

En conjunto, las tres publicaciones dan cuenta de las diferentes facetas de Pitol: el narrador, el crítico, el traductor, el hombre cosmopolita, el viajero… Asimismo, se incluyen fragmentos de algunas de las obras que conforma el mundo literario del autor del Tríptico del carnaval, conformado por El desfile del amor, Domar a la divina garza y La vida conyugal.