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Rinden
homenajes al Premio Cervantes 2005
Sergio Pitol, un hombre que busca conocer
a través de la escritura
Dunia
Salas Rivera |
Antonio
Tabucchi, Enrique Vila-Matas, Margo Glantz, Juan Villoro y Carlos
Monsiváis reconocen el talento literario del narrador veracruzano
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En
el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, el escritor
Sergio Pitol recibió de manos del rey Juan Carlos de España
el Premio Cervantes. |
"El
primero de diciembre del año pasado (2005), ese mágico
día que pareciera haber transformado mi vida, la Ministra de
Cultura de España me anunció que había sido otorgado
el Premio Cervantes, eran las nueve de la mañana y una hora
después mi casa estaba atestada de una muchedumbre: un equipo
de televisión, la radio, los periodistas locales, mis familiares,
mis amigos, mis colegas de la Universidad, mis vecinos y una cantidad
de transeúntes desconocidos que entraron por curiosidad.
Por la tarde fui a la Ciudad de México para hacer una tregua;
llegué a las doce de la noche a un hotel donde siempre me alojo.
Al entrar en el vestíbulo me encontré con un equipo
de televisión española, que había llegado a la
Feria del Libro de Guadalajara y al saber la noticia del Premio volaron
a la capital para entrevistarme. A las tres de la mañana subí
a mi habitación como un sonámbulo destrozado.
En el viaje de Xalapa a la capital dormí profundamente, quizás
una hora, pero en las cuatro siguientes, aletargado, entre el sueño
y la vigilia, aparecían visiones de infancia, personas de un
pueblo al que no he visto desde casi sesenta años, mi abuela
con un libro, algunos festejos en casa o en el campo, la nana de mi
abuela que llegaba a pasar temporadas con nosotros a los noventa años,
jardines espléndidos, mi hermano jugando tenis y montando yeguas,
trozos de conversaciones sobre el mal precio del café y de
los cultivos que por sequías o inundaciones siempre dejaban
pérdidas, familias sentadas alrededor del radio para saber
la noticia de la guerra civil española, que siempre terminaban
en estruendosas discusiones.
Desde ese primero de diciembre he recordado imprevisiblemente fases
de mi vida, unas radiantes y otras atroces, pero siempre volvía
a la infancia, un niño huérfano a los cuatro años,
una casa grande en un pueblo de menos de tres mil habitantes. Un nombre,
tan distante a la elegancia: Potrero. Era un ingenio de azúcar
rodeado de cañaverales, palmas y gigantescos árboles
de mangos, donde se acercaban animales salvajes. Potrero estaba dividido
en dos secciones, una de unas quince o diecisiete casas, habitadas
por ingleses, americanos y unos cuantos mexicanos.
Había un restaurante chino, un club donde las damas jugaban
a las cartas un día por semana, una biblioteca de libros ingleses
y una cancha de tenis. Esa parte estaba rodeada por bardas altas y
fuertes para impedir que a ese paraíso se introdujeran los
obreros, artesanos, campesinos y comerciantes minúsculos del
pueblo. Aquella zona era tórrida e insalubre. Estuve enfermo
de paludismo durante varios años, por lo cual salía
poco de casa; en verano mi abuela, mi hermano y yo pasábamos
un mes en un balneario a tomar aguas minerales, de donde regresábamos
mi hermano sano, como lo fue casi en toda su vida, mi abuela con un
reumatismo disminuido y yo sin ninguna mejoría. De vuelta pasábamos
ciudades prósperas, con excelentes restaurantes, luces de neón,
comercios bien surtidos y movimiento en las calles, pero cuando llegábamos
al lugar donde vivíamos, me quedaba siempre deslumbrado. Mi
abuela vivía para leer todo el día sus novelas. Su autor
preferido era Tolstoi. La enfermedad me condujo a la lectura; comencé
con Verne, Stevenson, Dickens y a los doce años ya había
terminado La guerra y la paz. A los dieciséis o diecisiete
años estaba familiarizado con Proust, Faulkner, Mann, la Wolf,
Kafka, Neruda, Borges, los poetas del grupo Contemporáneos,
mexicanos, los del 27 españoles, y los clásicos españoles.
A esa edad, saliendo de la adolescencia encontré algunos maestros
excepcionales. Estoy seguro de que sin ellos no hubiera llegado a
este día, elegantísimo como estoy, en el Paraninfo de
la prestigiosísima Universidad de Alcalá ni poder dar
las gracias a Sus Majestades, al Rector de esta Universidad, los jurados
y a ustedes, señoras y señores".
El anterior es un fragmento del discurso que pronunció el escritor
veracruzano Sergio Pitol el 23 de abril de 2006, en la Universidad
de Alcalá de Henares, al recibir el galardón más
importante en lengua castellana, el Premio Cervantes, que le fuera
concedido en 2005 –año en que se conmemoró el
cuarto centenario de la primera parte de El Ingenioso Hidalgo don
Quijote de la Mancha– por contribuir significativamente al patrimonio
cultural hispánico.
Instituido en 1974, el Premio Cervantes es otorgado anualmente por
el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte español
a propuesta de las Academias de la Lengua de los países de
habla hispana. En 2005, como lo aseveró el mismo Rey Juan Carlos
de España en el Paraninfo de la universidad española,
se reconoció la obra de "el escritor mexicano Don Sergio
Pitol, que ha construido su principal obra sobre la reflexión
en torno a la escritura y la literatura (…)"
Ahí, el monarca se refirió a la dimensión cervantina
de Pitol: "En su obra, al igual que ocurre en El Quijote, se
elabora una continua reflexión sobre la literatura, al tiempo
que se entrecruzan las tramas y los géneros, potenciándose
entre sí. Sergio Pitol ha sido pionero en el trasvase de géneros,
en la liberación de la literatura, siguiendo la ruta abierta
por Cervantes". |
Luego de haber recibido el Premio Cervantes, Sergio Pitol fue homenajeado
por la Universidad Veracruzana en el MAX. |
Homenajes
y entrañables amigos
Desde ese día, instituciones académicas y culturales
internacionales, de México y principalmente del estado de Veracruz,
han puesto gran empeño por rendir homenaje al autor de El arte
de la fuga. Muestra de ello fue el que la Universidad Veracruzana
(UV) le rindió en agosto en el Museo de Antropología
de Xalapa.
Ahí, Pitol reconoció una deuda vital con la UV y, al
mismo tiempo, aseguró que la ciudad de Xalapa ha sido "donde
mejor he escrito, es decir, donde mejor he vivido", además
de que dio a conocer, por vez primera, que la colaboración
del escritor Carlos Monsiváis ha sido decisiva a tal grado
que "sin su ayuda, yo hubiera sido un escritor descuidado".
Por otra parte, el Gobierno de Veracruz, el Instituto Veracruzano
de Cultura, el Ayuntamiento de Xalapa y la UV, a través del
Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias (IIL-L),
reunieron también en agosto, en el Teatro del Estado, a destacados
escritores en una mesa redonda, donde se habló sobre la vida
y obra del galardonado.
Pitol estuvo acompañado por sus entrañables amigos:
Margo Glantz, Enrique Vila-Matas y uno de los intelectuales que dieron
su voto para que recibiera el Cervantes, Juan Villoro. Al escritor
italiano Antonio Tabucchi le impidieron asistir al homenaje algunos
problemas de salud, pero no frenaron su mensaje. Tampoco pudo estar
presente Carlos Monsiváis, no obstante, sus palabras fueron
leídas ante los asistentes.
En una clara muestra de amistad profunda que lo une a Sergio Pitol,
Enrique Vila-Matas recordó algunas anécdotas que pasó
con el escritor laureado y las razones que lo llevan a pensar que
Pitol es el forjador de su vida.
Luego de varias coincidencias en una misma fecha, 23 de agosto, Vila-Matas
llegó a la conclusión de que el escritor de El infierno
de todos dirige sus pasos. Sin embargo, en algún momento no
estuvo de acuerdo con lo que Pitol escribió acerca de él
con motivo de la entrega de un reconocimiento. Y es que en un artículo
publicado en Letras libres, en el 2001, el narrador mexicano dijo
que para el catalán era imposible posar ante sus lectores o
amigos como un intelectual pomposo, engreído, impersonal, sino
como un mero hombre de letras que jamás emite una respuesta
absoluta, contundente, totalitaria; un hombre cortés y con
sentido del humor. "Cuando lo leí, me quedé parado
porque no era cortés, ni con sentido común, me dedicaba
a ser forajido nocturno, insultaba a todos los escritores que no me
gustaban, era una persona impresentable", añadió
Vila-Matas.
Antonio Tabucchi estuvo presente a través de una carta que
envió para que fuera leída en el evento. En ella, expresó
que Pitol ha sido ferviente defensor de la novela de espíritu
rebelde en una época en la que el mundo es dominado por la
noticia. Aseguró que la capacidad ensayística del Premio
Cervantes 2005 está al mismo nivel creativo que la de su faceta
de narrador. "Porque ensancha el misterio de la obra y del autor
del que se ocupa, y al ensanchar ese misterio es como si tirara del
horizonte por una bomba elástica, y lo que parecía una
línea alejada de nosotros, pero visible desde un punto de vista,
se convierte en una línea circular que podemos mirar desde
cualquier perspectiva, permitiéndonos girar sobre nuestro propio
eje".
En su texto, Tabucchi comentó que con determinados grandes
narradores o poetas, puede llegar a ocurrir que su obra narrativa
o poética oculte parte de su obra crítica o ensayística,
haciendo que nos olvidemos de que si se trata de grandes autores,
es precisamente porque en ellos conviven, en un mismo plano y al mismo
nivel, la producción creativa y la producción puramente
intelectual y especulativa. Ejemplos de ello, señaló,
son Joseph Brosdsky, Jorge Luis Borges y el mismo Pitol.
Por su parte, en su mensaje, el cronista y ensayista Carlos Monsiváis,
consignó que en el último libro de Pitol, El mago de
Viena, éste se acerca a sus orígenes y al desarrollo
de su obra con un énfasis autocrítico: "En este
libro, el viaje se aproxima hacia sus cuentos y sus atmósferas
formativas, al reconocer en la lectura y en la relectura los elementos
del árbol genealógico más estricto".
Gran amigo de Pitol desde hace más de 50 años, Monsiváis
afirmó que si se acude a la historia dentro de la historia,
"El Mago de Viena podría ser una caja china o una muñeca
rusa, ya que en él los temas se diversifican sin renunciar
a la unidad, ya que si el centro se dispersa, la idea central se unifica".
Asimismo, agregó, esta obra es, a un tiempo y caudalosamente,
autobiografía de la escritura, revelación de los procesos
creativos, gustos literarios, acervo de vivencias a disposición
de los textos, ronda de ensayos breves sobre literatura y viajes,
memorias de una vida que sólo clarifica sus experiencias y
las ordena literariamente, metamorfosis de las evocaciones de microrrelatos".
Monsiváis sostuvo que con dicho libro, Pitol se convence de
lo evidente: "El carnaval es la peregrinación más
necesaria, ya que a partir de cierta edad, la contemplación
ante el espejo evoca el momento en el que Narciso se ahogó
en el estanque. Si sabemos lo que somos también, con un sistema
de imágenes en fuga, nos estremece lo que podemos ser".
La mesa redonda en homenaje al Premio Cervantes 2005 también
contó con la participación del escritor Juan Villoro,
amigo y discípulo del veracruzano, quien confesó que
escribir sobre el homenajeado era un gran estímulo y le daba
la ilusión de ser productivo para recrear cosas que nunca antes
habían salido de la memoria, y la idea platónica de
la memoria se aplica a cada biografía: "Quien recuerda
sus días hace algo más que repetirlos, se conoce en
ellos, descifra enigmas psicológicos que no fueron evidentes
cuando ocurrieron como hechos. La obra de madurez de Sergio Pitol
se ha basado en los reveladores trabajos del recuerdo".
Los recientes libros de Pitol El arte de la fuga, El viaje y El mago
de Viena, añadió, integran una trilogía de la
memoria. En esas páginas el narrador no regresa a un entorno
que domina de antemano; por el contrario, asume los recuerdos como
un viaje de descubrimiento. Y si algunos autores comunican lo que
ya conocen, dijo, Pitol busca conocer a través de la escritura:
"Sus tramas exploran algo que puede estar ahí, pero sólo
cobrará sorpresa al entrar en contacto con otros materiales.
Para él la lectura es redescubrimientos, distorsiones, sobre
interpretaciones, falsas atribuciones, un tejido tan vital y contradictorio
como las opiniones que sus tíos tenían de Vasconcelos.
Esta manera de leer se hace extensiva a su manera de recordar: Pitol
no escribe porque recuerde algo, sino para recordarlo". |
Margo Glantz, Juan Villoro, Sergio Pitol y Enrique Vila-Matas, en
el homenaje al Premio Cervantes 2005. |
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UV
rinde homenaje a Pitol con tres publicaciones
En homenaje al escritor autoproclamado veracruzano, Sergio Pitol,
la Universidad Veracruzana publicó tres números especiales
de la revistas universitarias La palabra y el hombre, la Gaceta
y Corre, lee y dile, las cuales fueron presentados en la inauguración
de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU), que en
su decimosegunda edición estuvo dedicada al galardonado con
el Premio Cervantes 2005.
En conjunto, las tres publicaciones dan cuenta de las diferentes
facetas de Pitol: el narrador, el crítico, el traductor,
el hombre cosmopolita, el viajero… Asimismo, se incluyen fragmentos
de algunas de las obras que conforma el mundo literario del autor
del Tríptico del carnaval, conformado por El desfile del
amor, Domar a la divina garza y La vida conyugal.
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