Octubre-Diciembre 2006, Nueva época Núm.100
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Relación hombre-naturaleza: el agua como
problema ético


Rubén López Domínguez1

Introducción
En el siglo XXI, uno de los problemas centrales para nuestra especie es el del agua. La disponibilidad de este elemento para el consumo humano, industrial y agrícola constituye uno de los mayores desafíos para el mundo entero. Tan sólo por su extensión territorial y por su tamaño demográfico, México no escapa a esta problemática. No obstante el conocimiento que sobre los sistemas hidrológicos se ha acumulado en los últimos 50 años, no sería exagerado afirmar que hoy se vive una auténtica crisis del agua. Las razones para asegurar lo anterior están en la conjunción de dos circunstancias: por un lado, fenómenos mundiales como el cambio climático y los conflictos multinacionales, que ahora se empiezan a caracterizar más frecuentemente por ser disputas por el recurso hídrico; por el otro, fenómenos locales como el deterioro ecológico y el crecimiento poblacional. Ambos factores hacen urgente la búsqueda e implementación de soluciones efectivas a corto, mediano y largo plazo.

La expansión demográfica ha llevado a abusar de los recursos en general, ya que el hombre los ha usado indiscriminadamente y los ha contaminado de tal forma que su utilidad desaparece no sólo para nuestra especie, sino en general para todas las demás, pues también se afecta el equilibrio natural de los otros seres vivos con quienes compartimos nuestro entorno. Parte de este problema ha sido la actitud que nosotros –la especie humana– hemos adoptado ante la naturaleza. Nos hemos erigido como dueños absolutos de los recursos, sin considerar los mecanismos ecológicos existentes anteriormente a la presencia del Homo sapiens, y hemos abusado del planeta cuando todavía ignoramos el funcionamiento cabal de dichos mecanismos.

Tal actitud soberbia nació de la convicción, generada desde finales del siglo XVI –con Francis Bacon como uno de sus principales impulsores–, de que hay un inmenso potencial que el ser humano tiene para dominar la naturaleza, utilizando para ello la ciencia. Esta postura provocó que la ciencia se haya desarrollado con base en un pensamiento reduccionista. Debido a ello, en ocasiones ha ofrecido explicaciones muy simplificadas del mundo, que han llevado a limitar nuestra concepción del mismo, como en el caso de aspectos importantes de las ciencias biológicas. Esta simplificación se debe, en buena parte, a la filosofía cartesiana. Y aunque el enfoque cartesiano ha demostrado ser muy útil,2 desde un punto de vista epistemológico contiene una deficiencia que se expresa especialmente en el campo biológico: al aplicar una metodología reduccionista no se considera adecuadamente la enorme complejidad del mundo vivo.

La tradición cartesiano-baconiano-positivista ha dejado un esquema del mundo en el que la naturaleza es vista únicamente como un grupo de propiedades comprensibles sólo a través del frío análisis cuantitativo, y ha construido un abismo que aparta al ser humano de la naturaleza.3 Esto ha motivado no sólo que el hombre se conciba como observador externo a la realidad, sino que además, en la comunidad científica se dé la llamada "dictadura del experto", en la que el científico experto es el único autorizado a emitir juicios de valor y los únicos autorizados para refutarlo sean sus pares; con ello, el resto de la sociedad está parcial o totalmente incapacitada para tomar parte en el debate, al menos si no ubica su argumentación en el lado de la ciencia misma.

Aunado a lo anterior, esta visión del mundo deja implícito que la ciencia tiene una capacidad infinita para resolver problemas, o predecir sus consecuencias, lo cual no necesariamente siempre es cierto. Por estas razones, se requiere tanto de una actitud más modesta sobre las capacidades de la ciencia como de una visión más dialéctica. Y es aquí donde entran en juego otros criterios, como los éticos, e incluso los estéticos, para contribuir a mediar nuestra concepción del mundo. Es necesaria una transformación tal de nuestra forma de ver el mundo, el vivo en particular, que se deshaga del lastre que representa la hegemonía del reduccionismo cartesiano. Para ello, es importante construir una nueva visión del mundo que, en el aspecto epistemológico, enfrente a la obsesión reduccionista.

De acuerdo con Lewontin4 y Litchmann5, es el todo el que, entendido como una multitud de relaciones en su interior y con otros sistemas similares, puede explicar la existencia de las partes y sus papeles específicos en contextos espacio-temporales. En otras palabras, en el universo, sea éste físico y biológico, cultural y social, las relaciones que se establecen entre esos sistemas son las que pueden explicar el papel específico jugado por cada una de las partes que lo componen. Es decir, el conjunto de interacciones de las partes con el todo, de éste con las partes y de las partes entre sí, en un complejo espacio-tiempo, es lo que explica, por ejemplo, las características morfofisiológicas de un organismo. Esta concepción dialéctica niega la existencia de una parte o de componentes esenciales que tengan una jerarquía superior a los demás, a partir de los cuales todo lo demás se construye unilinealmente.

Lo anterior sirve de marco para comentar que el problema del uso del agua se inscribe como uno más de los abundantes conflictos ecológicos con los que ahora tiene que lidiar el hombre. Pero sería un error brutal abordarlo como un elemento aislado de los otros problemas ambientales, pues aunque el agua es un recurso limitado, técnicamente existe la posibilidad de que su uso sea indefinido; el problema reside en el uso irresponsable por parte de todos los actores de la sociedad humana. Lo que se requiere es un abordaje multidimesional e integral, junto con estrategias definidas de uso y reutilización racional, a partir de una conciencia que vaya de lo individual a lo comunitario, pasando por una auténtica educación ambiental en todos los niveles.

El agua como recurso limitado
Aunque nuestro planeta es principalmente agua, no toda es útil para el consumo humano ni se encuentra fácilmente disponible. Se ha calculado que el volumen total del vital líquido sobre el planeta es de alrededor de mil 365 millones de kilómetros cúbicos, de los cuales, como agua dulce, sólo tenemos acceso al 0.30 por ciento: unos 4.08 millones de kilómetros cúbicos. Una gota de agua tarda 20 mil años en circular a través del ciclo hidrológico, el cual es calificado como cerrado, ya que las entradas y salidas de agua al mismo no parecen ser tan importantes como para modificar sustancialmente el volumen total existente en ciclo.

El uso irresponsable del recurso agua, junto con los altos niveles de contaminación generados por los seres humanos, ha propiciado que el consumo de este líquido se duplique cada 20 años. Según la ONU, en el ámbito global, mil millones de personas carecen de agua potable y dos mil millones no tienen acceso a un saneamiento adecuado: 17 y 33 por ciento de la población mundial, respectivamente. Para el año 2025, la cantidad de agua adicional que se necesitará será de 500 kilómetros cúbicos; además, se considera que en ese año el mundo tendrá entre siete mil 900 y nueve mil 100 millones de habitantes, y la escasez de agua amenazará a entre 33 y 38 por ciento de los seres humanos, es decir, una tercera parte de la población mundial.

De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (2006), la progresiva diversificación del uso del agua ha generado, en los últimos 100 años, un crecimiento exponencial de su demanda cercano a 60 por ciento, con la consecuente sobreexplotación y contaminación de sus fuentes y del medio ambiente. Al mismo tiempo, en México, la cantidad de dicho elemento disponible ha descendido 60 por ciento en los últimos 50 años. Todo ello ha llevado a que la definición de este recurso cambie de renovable a limitado y escaso. De ahí que sea preciso fomentar una cultura del agua capaz de otorgarle un nuevo valor y crear una conciencia clara de que su extinción significaría la nuestra.

Recursos hidrológicos en México
México, por su ubicación geográfica, presenta una situación bipolar en relación con la disponibilidad de agua. La mitad al norte tiene más escasez que la mitad al sur, pero, paradójicamente, el norte tiene más riqueza económica que el sur. En el sureste del país se localiza el 68 por ciento del recurso hídrico –siete veces más que en el resto del territorio–, se asienta tan sólo el 23 por ciento de los mexicanos y se genera 14 por ciento del producto interno bruto (PIB). A pesar de ello, esta región tiene el mayor rezago en el servicio de agua potable.6 En el resto del país, la situación es de escasez. Se trata de regiones áridas y semiáridas donde se desarrolla la mayor actividad económica e industrial. Esto hace que se den situaciones extremas por regiones, pues mientras un habitante de Baja California dispone de menos de mil metros cúbicos al año, uno de Chipas dispone, en teoría, de cerca de 15 mil.

De acuerdo con los datos oficiales, la agricultura utiliza 76 por ciento del suministro total del líquido vital, para el uso urbano es de 14 por ciento, y para el industrial, de 10 por ciento. Las aguas superficiales representan 399 kilómetros cúbicos del elemento al año, pero alrededor del 87 por ciento se presenta en los 39 principales cauces, en cuencas que ocupan 58 por ciento de la extensión territorial del país. El 65 por ciento del escurrimiento superficial se concentra en siete ríos: Grijalva-Usumacinta, Papaloapan, Coatzacoalcos, Balsas, Pánuco, Santiago y Tonalá.

En total, hay 653 acuíferos, de los cuales 102 están sobreexplotados. Además, existen 17 acuíferos que presentan problemas de intrusión salina, sobre todo los ubicados en Baja California, Baja California Sur, Colima, Sonora y Veracruz. A ello hay que sumar la deforestación del país, que va de las 300 mil a las 769 mil hectáreas, así como la degradación del suelo (70 por ciento tiene daños de moderados a intensos) y la severa contaminación de las cuencas. El 80 por ciento de las lluvias cae de forma torrencial entre mayo y noviembre, el resto del año es casi pura sequía. De las lluvias, más de dos mil milímetros cae en sur del país, mientras que en el norte la precipitación anual apenas llega a los 500 milímetros, según datos de la Comisión Nacional del Agua.

La sobreexplotación de acuíferos, el bajo tratamiento de aguas residuales y el mal uso del recurso harán que el problema se agudice en la próxima década. Ante esto, el Gobierno de México enfrenta el reto de reducir a la mitad, para el año 2015, el déficit de población sin agua, que actualmente es de 11 millones de personas, de las cuales 8.8 millones viven en comunidades rurales, y alrededor de 24 millones (una cuarta parte de la población nacional) no tienen sistema de alcantarillado. Además, el tratamiento de aguas residuales es de 31 por ciento del total del volumen recolectado, y en 38 ciudades hay serios problemas para proveer agua.7

Uso del agua en Veracruz
En el estado de Veracruz, los principales y más grandes y graves problemas que enfrenta este recurso son la contaminación de todas las cuencas y el desperdicio del líquido en el campo y las ciudades. Las fuentes más importantes de contaminación son las tenerías, los ingenios, las descargas residuales de las grandes ciudades, la basura y los derrames de hidrocarburos por parte de Petróleos Mexicanos (pemex). Además, del 100 por ciento del líquido que se utiliza, la mitad se destina a uso agrícola y solamente 25 por ciento es aprovechado por los cultivos; lo demás se pierde. Del total de agua que captan las ciudades, 40 por ciento se desperdicia en fugas y por derroche. En la capital del estado, Xalapa, 30 por ciento del agua se pierde en fugas.

Técnicas actuales para el uso del agua: ejemplos prácticos
No obstante lo anterior, existen casos de uso efectivo de tecnología, conocimiento y conjunción de esfuerzos para resolver problemas particulares de uso de agua:

Caso de estudio 1. Apoyo tecnológico para el uso del recurso. Un ejemplo de ello es el desarrollo de modelos matemáticos para reproducir comportamientos de la naturaleza, es decir, modelos de simulación basados en la dinámica de sistemas que reproduzcan el comportamiento de recursos hidrológicos a través de diversas variables hidrológicas, económicas y ambientales. Por ejemplo, el modelo Lerma –que desarrolló y validó el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua– junto con el modelo Simop –simulador y buscador de respuesta óptima–, que utiliza la técnica de algoritmos genéticos (un procedimiento de inteligencia artificial que se comporta satisfactoriamente en situaciones dinámicas y no lineales), son capaces de proponer, evaluar y ordenar jerárquicamente diez mil alternativas en cinco minutos, y seleccionar la mejor opción para ayudar en la toma de decisiones.

No hay duda: el conocimiento de los sistemas de agua y los instrumentos tecnológicos apropiados han demostrado ser esenciales en el análisis de escenarios y soluciones para un conjunto complejo de problemas relacionados con el agua, ante la competencia intensa por el recurso. Además, estos modelos de simulación y optimación resultaron fundamentales para construir los consensos entre las partes interesadas y definir esquemas de manejo sustentable de administración de aguas transfronterizas en el caso de la Cuenca Lerma-Chapala.9

Caso de estudio 2. El Programa para la Recuperación Ambiental de la Cuenca del Lago de Pátzcuaro. Es una iniciativa de universidades, instituciones técnicas, organizaciones civiles, comunidades rurales y la población en general, así como un esfuerzo coordinado de los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) realizado con el firme propósito de apoyar los programas de desarrollo sustentable de la región y mejorar la calidad de vida de la población rural e indígena. En junio de 2004, se inició la primera etapa del proyecto denominado Tecnologías Apropiadas en Materia de Agua para Comunidades Rurales. Como plan piloto, se instalaron algunas de las tecnologías en mil 247 sitios. Para promover la apropiación tecnológica, se establecieron áreas demostrativas en centros de capacitación y se desarrolló un programa de difusión, promoción, capacitación, asesoría técnica, evaluación y seguimiento. Algunas de estas tecnologías son: Sistemas de captación de agua de lluvia, Cisternas de ferrocemento, Bicihuertos, Desinfección Solar y Tratamiento de aguas grises y negras. Este exitoso paquete tecnológico y la experiencia desarrollada en la cuenca del lago de Pátzcuaro representan una propuesta viable para atender una buena parte del problema hídrico en comunidades rurales e indígenas marginadas.10

Caso de estudio 3. Cosecha de lluvia para comercializar. El Centro Internacional de Demostración y Capacitación para el Aprovechamiento de Agua de Lluvia (cidecall) es una organización dedicada a llevar agua de lluvia potable a las comunidades rurales, la cual ha producido la primera marca comercial de agua de lluvia embotellada en México: Lluviatl. El responsable de este organismo ideó un sistema que consiste en captar agua de lluvia en los techos, almacenarla en cisternas (impermeabilizadas con láminas de cloruro de polivinilo, o sea, geomembranas de PVC) y –aquí radica lo innovador– dirigirla a una planta donde se purifica y se envasa (este proceso implica un tratamiento germicida, filtrado en tres etapas, aplicación de radiación ultravioleta y tratamiento con ozono).

De acuerdo con Margarita Pacheco11, directora ejecutiva de la Alianza Internacional de Cosecha de Lluvia (irha), este ejemplo de tecnología se ha presentado en varios países, en los que ha suscitado gran interés en la transferencia tecnológica. Esto ha llevado al cidecall a planear la venta de franquicias del producto para competir con las marcas comerciales de agua embotellada, pues –según ellos– las botellas y los garrafones de "lluvia potable" cuestan 50 por ciento menos que las marcas extranjeras de renombre.

Según reporta el cidecall, el costo de construcción de la cisterna y la planta, así como la tecnología importada de España y Alemania, implicó poco más de un millón y medio de pesos. Pero si se considera a las comunidades en su conjunto, los costos se abaratan. Un ejemplo notable es el proyecto, ya en marcha, en la zona mazahua del municipio de San Felipe del Progreso, Estado de México. Ahí, con 300 pesos por habitante, que en conjunto sumaron un millón 500 mil pesos, se aseguró el acceso al líquido a cinco mil habitantes (200 litros diarios por familia). Según dicho organismo, el agua de lluvia bastaría para abastecer de por vida a las más de 150 mil comunidades rurales con menos de 100 habitantes, que por pequeñas y lejanas no han sido dotadas de infraestructura en materia de agua potable.

Política y educación ambiental en el uso del agua
Como queda claro en los tres estudios de caso presentados aquí, en México se cuenta con recurso humano y técnico para resolver los problemas relacionados con el uso, la distribución y el buen manejo del agua. La falla radica más bien en la incapacidad de lograr la articulación entre las instancias académicas existentes y dedicadas al estudio del líquido vital y las dependencias gubernamentales que tienen la responsabilidad de hacer lo propio, dentro de una agenda integral de largo alcance.

Como se expresó en las recomendaciones del IV Foro Mundial del Agua, urgen acciones locales que permitan resolver problemas inmediatos. Pero estos esfuerzos deben estar inmersos en programas integrales de conservación del ambiente, y respaldados en lo inmediato por programas paralelos de educación ambiental. Los ejemplos anteriores permiten dejar claro que para enfrentar un problema ambiental como el del agua –y lo mismo vale para cualquier otro– se requiere la participación decidida de los diferentes actores; el aspecto técnico para el uso eficiente y racional del agua no es obstáculo para la resolución de éste y otros conflictos.

De acuerdo con los especialistas en la materia, éste es un problema multidimensional en el que se necesitan estrategias concretas en diferentes ejes. Por un lado, es urgente que las instancias políticas asuman su responsabilidad con conocimiento de causa, pues no sólo es un asunto de cifras como las expuestas líneas atrás, sino que se trata además de una cuestión moral que debe estar presente tanto en ese sector como en el científico. Por otro lado, se requiere de una mayor participación horizontal por parte del sector experto, es decir, salir del ámbito académico para involucrarse más efectivamente como ciudadanos miembros de las comunidades correspondientes.

La mayor parte de la responsabilidad por el deterioro de los acuíferos es de los tres niveles de gobierno, por la sumatoria de indolencia y corrupción. Por otro lado, el sector de los expertos debe comprometerse a hacer más que aportar información, valiosa en sumo grado, pero insuficiente para generar una auténtica toma de conciencia. En el caso del sector político, éste debe establecer políticas concretas e inmediatas para la recuperación del agua. Como ya se mencionó anteriormente, estas medidas no tienen que ser costosas, pero sí efectivas, y para ello es necesario que dichas políticas se instrumenten con adecuados programas de educación ambiental en todos los niveles.

Como se consigna en el documento Agua, si en México no se pone un alto a la privatización del recurso y no se logra establecer una política del agua, tarde o temprano las confrontaciones –entre comunidades, entre éstas y la autoridad, entre los habitantes y las empresas de potabilización y distribución– serán cosa cotidiana, con los funestos resultados lógicos. Las labores de investigación, docencia y difusión son esenciales para contribuir a los diagnósticos locales, regionales y nacionales, pero todo ello será inútil sin una articulación en una agenda integral de políticas públicas con la participación de la ciudadanía. Lo que queda claro es que el diagnóstico de la problemática del agua es preciso y contundente, incluso las prospecciones ya existen. También se cuenta con las diferentes estructuras e instancias pertinentes. Además, el interés participativo y propositivo de distintas comunidades (académicas y organismos no lucrativos, así como comunidades urbanas y rurales) está presente. El reto, entonces, no es técnico, sino de conciencia y responsabilidad compartida.

El IV Foro Mundial del Agua, que se celebró en marzo de 2006 en la Ciudad de México, diseñó un contenido basado en cinco temas que se ajustan a algunos de los retos más importantes del agua, además de cinco perspectivas transversales, las cuales representan algunos factores que afectan el desarrollo de acciones locales en todo el mundo. Todo ello con el fin de que se promuevan acciones y políticas sustentables para el manejo del agua en el ámbito mundial. Sus objetivos son generar conciencia sobre los problemas relacionados con el líquido vital, promover una mejor gestión de los recursos hídricos y desencadenar acciones tanto en el nivel político más alto como en toda la sociedad en su conjunto. Pero, desde una perspectiva cultural, los esfuerzos para establecer "la vía de la sustentabilidad" en el siglo XXI estarán condenados al fracaso si se siguen fundamentando en una concepción antropológica dualista: la del ser humano aparte de la naturaleza. El asunto de fondo es si seremos capaces de pasar del egocentrismo a lo colectivo, de lo individual a lo comunitario, en aras del bien común. Es, pues, un asunto de ética al más alto nivel: el planetario.

 

Bibliografía
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Comisión Nacional de Agua (CONAGUA), www.cna.gob.mx
García, N. et al. "Aprovechamiento del agua en Pátzcuaro". Ciencia y Desarrollo. CONACYT, 2006, vol. 32, núm. 193.
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), www.inegi.gob.mx .
Laudan, L. Progress and its problems: Towards a theory a scientific growth. University of California Press, Berkeley, 1977.
León, F. (editor). Agua. La Jornada, México, 2005.
Lewontin, R. The doctrine for DNA: Biology as ideology. Penguin Books, Londres, 1992.
Litchman, R. “The reduction of human nature by means of human nature”. Capitalism, Nature, Socialism. 1990, núm. 4.
Muñoz, J. “Ciencia y reduccionismo: una crítica a la concepción cartesiana del mundo en la producción de alimentos transgénicos”. Alimentos transgénicos. Ciencia, ambiente y mercado: un debate abierto, J. Muñoz (coord.). Siglo Veintiuno Editores, México, 2004.
Pepper, D. The roots of modern environmentalism. Oxford University Press, Oxford, 1984.
Raynal, J. “Agua y desarrollo: un toro por los cuernos”. Ciencia y Desarrollo. CONACYT, 2004, vol. 20, núm. 177.
Rueda, A. Lluvia lista para beber. ¿Cómo ves? UNAM, 2006, año 8, núm. 91.


NOTAS
1 Miembro del Instituto de Investigaciones Biológicas de la UV, Área de Comportamiento y Filosofía de la Biología
2 L. Laudan, Progress and its problems: Towards a theory a scientific growth, University of California Press, Berkeley, 1977.
3 D. Pepper, The roots of modern environmentalism, Oxford University Press, Oxford, 1984, pp. 37-67.
4 R. Lewontin, The doctrine for DNA: Biology as ideology, Penguin Books, Londres, 1992.
5 R. Litchman, “The reduction of human nature by means of human nature”, en Capitalism, Nature, Socialism (1990), núm. 4, pp. 13-51.
6 Datos de la Comisión Nacional de Agua (CONAGUA), www.cna.gob.mx
7 Datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), www.inegi.gob.mx
8 F. León (editor), Agua, La Jornada, México, 2005.9 A. Aldama et al., “La cuenca Lerma Chapala y los modelos de simulación”, en Ciencia y Desarrollo (CONACYT, 2006), vol. 2, núm.193, pp. 36-41. 10 N. García et al., “Aprovechamiento del agua en Pátzcuaro”, en Ciencia y Desarrollo (CONACYT, 2006), vol. 32, núm. 193, pp. 42-47. 11 A. Rueda, Lluvia lista para beber. ¿Cómo ves? (UNAM, 2006), año 8, núm. 91, pp. 30-33.