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Relación
hombre-naturaleza: el agua como
problema ético
Rubén
López Domínguez1 |
Introducción
En el siglo XXI, uno de los problemas centrales para nuestra especie
es el del agua. La disponibilidad de este elemento para el consumo
humano, industrial y agrícola constituye uno de los mayores
desafíos para el mundo entero. Tan sólo por su extensión
territorial y por su tamaño demográfico, México
no escapa a esta problemática. No obstante el conocimiento
que sobre los sistemas hidrológicos se ha acumulado en los
últimos 50 años, no sería exagerado afirmar
que hoy se vive una auténtica crisis del agua. Las razones
para asegurar lo anterior están en la conjunción de
dos circunstancias: por un lado, fenómenos mundiales como
el cambio climático y los conflictos multinacionales, que
ahora se empiezan a caracterizar más frecuentemente por ser
disputas por el recurso hídrico; por el otro, fenómenos
locales como el deterioro ecológico y el crecimiento poblacional.
Ambos factores hacen urgente la búsqueda e implementación
de soluciones efectivas a corto, mediano y largo plazo.
La expansión demográfica ha llevado a abusar de los
recursos en general, ya que el hombre los ha usado indiscriminadamente
y los ha contaminado de tal forma que su utilidad desaparece no
sólo para nuestra especie, sino en general para todas las
demás, pues también se afecta el equilibrio natural
de los otros seres vivos con quienes compartimos nuestro entorno.
Parte de este problema ha sido la actitud que nosotros –la
especie humana– hemos adoptado ante la naturaleza. Nos hemos
erigido como dueños absolutos de los recursos, sin considerar
los mecanismos ecológicos existentes anteriormente a la presencia
del Homo sapiens, y hemos abusado del planeta cuando todavía
ignoramos el funcionamiento cabal de dichos mecanismos.
Tal actitud soberbia nació de la convicción, generada
desde finales del siglo XVI –con Francis Bacon como uno de
sus principales impulsores–, de que hay un inmenso potencial
que el ser humano tiene para dominar la naturaleza, utilizando para
ello la ciencia. Esta postura provocó que la ciencia se haya
desarrollado con base en un pensamiento reduccionista. Debido a
ello, en ocasiones ha ofrecido explicaciones muy simplificadas del
mundo, que han llevado a limitar nuestra concepción del mismo,
como en el caso de aspectos importantes de las ciencias biológicas.
Esta simplificación se debe, en buena parte, a la filosofía
cartesiana. Y aunque el enfoque cartesiano ha demostrado ser muy
útil,2 desde un punto de vista epistemológico contiene
una deficiencia que se expresa especialmente en el campo biológico:
al aplicar una metodología reduccionista no se considera
adecuadamente la enorme complejidad del mundo vivo.
La tradición cartesiano-baconiano-positivista ha dejado un
esquema del mundo en el que la naturaleza es vista únicamente
como un grupo de propiedades comprensibles sólo a través
del frío análisis cuantitativo, y ha construido un
abismo que aparta al ser humano de la naturaleza.3 Esto ha motivado
no sólo que el hombre se conciba como observador externo
a la realidad, sino que además, en la comunidad científica
se dé la llamada "dictadura del experto", en la
que el científico experto es el único autorizado a
emitir juicios de valor y los únicos autorizados para refutarlo
sean sus pares; con ello, el resto de la sociedad está parcial
o totalmente incapacitada para tomar parte en el debate, al menos
si no ubica su argumentación en el lado de la ciencia misma.
Aunado a lo anterior, esta visión del mundo deja implícito
que la ciencia tiene una capacidad infinita para resolver problemas,
o predecir sus consecuencias, lo cual no necesariamente siempre
es cierto. Por estas razones, se requiere tanto de una actitud más
modesta sobre las capacidades de la ciencia como de una visión
más dialéctica. Y es aquí donde entran en juego
otros criterios, como los éticos, e incluso los estéticos,
para contribuir a mediar nuestra concepción del mundo. Es
necesaria una transformación tal de nuestra forma de ver
el mundo, el vivo en particular, que se deshaga del lastre que representa
la hegemonía del reduccionismo cartesiano. Para ello, es
importante construir una nueva visión del mundo que, en el
aspecto epistemológico, enfrente a la obsesión reduccionista.
De acuerdo con Lewontin4 y Litchmann5, es el todo el que, entendido
como una multitud de relaciones en su interior y con otros sistemas
similares, puede explicar la existencia de las partes y sus papeles
específicos en contextos espacio-temporales. En otras palabras,
en el universo, sea éste físico y biológico,
cultural y social, las relaciones que se establecen entre esos sistemas
son las que pueden explicar el papel específico jugado por
cada una de las partes que lo componen. Es decir, el conjunto de
interacciones de las partes con el todo, de éste con las
partes y de las partes entre sí, en un complejo espacio-tiempo,
es lo que explica, por ejemplo, las características morfofisiológicas
de un organismo. Esta concepción dialéctica niega
la existencia de una parte o de componentes esenciales que tengan
una jerarquía superior a los demás, a partir de los
cuales todo lo demás se construye unilinealmente.
Lo anterior sirve de marco para comentar que el problema del uso
del agua se inscribe como uno más de los abundantes conflictos
ecológicos con los que ahora tiene que lidiar el hombre.
Pero sería un error brutal abordarlo como un elemento aislado
de los otros problemas ambientales, pues aunque el agua es un recurso
limitado, técnicamente existe la posibilidad de que su uso
sea indefinido; el problema reside en el uso irresponsable por parte
de todos los actores de la sociedad humana. Lo que se requiere es
un abordaje multidimesional e integral, junto con estrategias definidas
de uso y reutilización racional, a partir de una conciencia
que vaya de lo individual a lo comunitario, pasando por una auténtica
educación ambiental en todos los niveles. |
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El
agua como recurso limitado
Aunque nuestro planeta es principalmente agua, no toda es útil
para el consumo humano ni se encuentra fácilmente disponible.
Se ha calculado que el volumen total del vital líquido sobre
el planeta es de alrededor de mil 365 millones de kilómetros
cúbicos, de los cuales, como agua dulce, sólo tenemos
acceso al 0.30 por ciento: unos 4.08 millones de kilómetros
cúbicos. Una gota de agua tarda 20 mil años en circular
a través del ciclo hidrológico, el cual es calificado
como cerrado, ya que las entradas y salidas de agua al mismo no
parecen ser tan importantes como para modificar sustancialmente
el volumen total existente en ciclo.
El uso irresponsable del recurso agua, junto con los altos niveles
de contaminación generados por los seres humanos, ha propiciado
que el consumo de este líquido se duplique cada 20 años.
Según la ONU, en el ámbito global, mil millones de
personas carecen de agua potable y dos mil millones no tienen acceso
a un saneamiento adecuado: 17 y 33 por ciento de la población
mundial, respectivamente. Para el año 2025, la cantidad de
agua adicional que se necesitará será de 500 kilómetros
cúbicos; además, se considera que en ese año
el mundo tendrá entre siete mil 900 y nueve mil 100 millones
de habitantes, y la escasez de agua amenazará a entre 33
y 38 por ciento de los seres humanos, es decir, una tercera parte
de la población mundial.
De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (2006), la progresiva
diversificación del uso del agua ha generado, en los últimos
100 años, un crecimiento exponencial de su demanda cercano
a 60 por ciento, con la consecuente sobreexplotación y contaminación
de sus fuentes y del medio ambiente. Al mismo tiempo, en México,
la cantidad de dicho elemento disponible ha descendido 60 por ciento
en los últimos 50 años. Todo ello ha llevado a que
la definición de este recurso cambie de renovable a limitado
y escaso. De ahí que sea preciso fomentar una cultura del
agua capaz de otorgarle un nuevo valor y crear una conciencia clara
de que su extinción significaría la nuestra.
Recursos
hidrológicos en México
México, por su ubicación geográfica, presenta
una situación bipolar en relación con la disponibilidad
de agua. La mitad al norte tiene más escasez que la mitad
al sur, pero, paradójicamente, el norte tiene más
riqueza económica que el sur. En el sureste del país
se localiza el 68 por ciento del recurso hídrico –siete
veces más que en el resto del territorio–, se asienta
tan sólo el 23 por ciento de los mexicanos y se genera 14
por ciento del producto interno bruto (PIB). A pesar de ello, esta
región tiene el mayor rezago en el servicio de agua potable.6
En el resto del país, la situación es de escasez.
Se trata de regiones áridas y semiáridas donde se
desarrolla la mayor actividad económica e industrial. Esto
hace que se den situaciones extremas por regiones, pues mientras
un habitante de Baja California dispone de menos de mil metros cúbicos
al año, uno de Chipas dispone, en teoría, de cerca
de 15 mil.
De acuerdo con los datos oficiales, la agricultura utiliza 76 por
ciento del suministro total del líquido vital, para el uso
urbano es de 14 por ciento, y para el industrial, de 10 por ciento.
Las aguas superficiales representan 399 kilómetros cúbicos
del elemento al año, pero alrededor del 87 por ciento se
presenta en los 39 principales cauces, en cuencas que ocupan 58
por ciento de la extensión territorial del país. El
65 por ciento del escurrimiento superficial se concentra en siete
ríos: Grijalva-Usumacinta, Papaloapan, Coatzacoalcos, Balsas,
Pánuco, Santiago y Tonalá.
En total, hay 653 acuíferos, de los cuales 102 están
sobreexplotados. Además, existen 17 acuíferos que
presentan problemas de intrusión salina, sobre todo los ubicados
en Baja California, Baja California Sur, Colima, Sonora y Veracruz.
A ello hay que sumar la deforestación del país, que
va de las 300 mil a las 769 mil hectáreas, así como
la degradación del suelo (70 por ciento tiene daños
de moderados a intensos) y la severa contaminación de las
cuencas. El 80 por ciento de las lluvias cae de forma torrencial
entre mayo y noviembre, el resto del año es casi pura sequía.
De las lluvias, más de dos mil milímetros cae en sur
del país, mientras que en el norte la precipitación
anual apenas llega a los 500 milímetros, según datos
de la Comisión Nacional del Agua.
La sobreexplotación de acuíferos, el bajo tratamiento
de aguas residuales y el mal uso del recurso harán que el
problema se agudice en la próxima década. Ante esto,
el Gobierno de México enfrenta el reto de reducir a la mitad,
para el año 2015, el déficit de población sin
agua, que actualmente es de 11 millones de personas, de las cuales
8.8 millones viven en comunidades rurales, y alrededor de 24 millones
(una cuarta parte de la población nacional) no tienen sistema
de alcantarillado. Además, el tratamiento de aguas residuales
es de 31 por ciento del total del volumen recolectado, y en 38 ciudades
hay serios problemas para proveer agua.7
Uso
del agua en Veracruz
En el estado de Veracruz, los principales y más grandes y
graves problemas que enfrenta este recurso son la contaminación
de todas las cuencas y el desperdicio del líquido en el campo
y las ciudades. Las fuentes más importantes de contaminación
son las tenerías, los ingenios, las descargas residuales
de las grandes ciudades, la basura y los derrames de hidrocarburos
por parte de Petróleos Mexicanos (pemex). Además,
del 100 por ciento del líquido que se utiliza, la mitad se
destina a uso agrícola y solamente 25 por ciento es aprovechado
por los cultivos; lo demás se pierde. Del total de agua que
captan las ciudades, 40 por ciento se desperdicia en fugas y por
derroche. En la capital del estado, Xalapa, 30 por ciento del agua
se pierde en fugas. |
Técnicas
actuales para el uso del agua: ejemplos prácticos
No obstante lo anterior, existen casos de uso efectivo de tecnología,
conocimiento y conjunción de esfuerzos para resolver problemas
particulares de uso de agua:
Caso
de estudio 1. Apoyo tecnológico para el uso del
recurso. Un ejemplo de ello es el desarrollo de modelos matemáticos
para reproducir comportamientos de la naturaleza, es decir, modelos
de simulación basados en la dinámica de sistemas que
reproduzcan el comportamiento de recursos hidrológicos a
través de diversas variables hidrológicas, económicas
y ambientales. Por ejemplo, el modelo Lerma –que desarrolló
y validó el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua–
junto con el modelo Simop –simulador y buscador de respuesta
óptima–, que utiliza la técnica de algoritmos
genéticos (un procedimiento de inteligencia artificial que
se comporta satisfactoriamente en situaciones dinámicas y
no lineales), son capaces de proponer, evaluar y ordenar jerárquicamente
diez mil alternativas en cinco minutos, y seleccionar la mejor opción
para ayudar en la toma de decisiones.
No hay duda: el conocimiento de los sistemas de agua y los instrumentos
tecnológicos apropiados han demostrado ser esenciales en
el análisis de escenarios y soluciones para un conjunto complejo
de problemas relacionados con el agua, ante la competencia intensa
por el recurso. Además, estos modelos de simulación
y optimación resultaron fundamentales para construir los
consensos entre las partes interesadas y definir esquemas de manejo
sustentable de administración de aguas transfronterizas en
el caso de la Cuenca Lerma-Chapala.9
Caso
de estudio 2. El Programa para la Recuperación Ambiental
de la Cuenca del Lago de Pátzcuaro. Es una iniciativa de
universidades, instituciones técnicas, organizaciones civiles,
comunidades rurales y la población en general, así
como un esfuerzo coordinado de los tres niveles de gobierno (federal,
estatal y municipal) realizado con el firme propósito de
apoyar los programas de desarrollo sustentable de la región
y mejorar la calidad de vida de la población rural e indígena.
En junio de 2004, se inició la primera etapa del proyecto
denominado Tecnologías Apropiadas en Materia de Agua para
Comunidades Rurales. Como plan piloto, se instalaron algunas de
las tecnologías en mil 247 sitios. Para promover la apropiación
tecnológica, se establecieron áreas demostrativas
en centros de capacitación y se desarrolló un programa
de difusión, promoción, capacitación, asesoría
técnica, evaluación y seguimiento. Algunas de estas
tecnologías son: Sistemas de captación de agua de
lluvia, Cisternas de ferrocemento, Bicihuertos, Desinfección
Solar y Tratamiento de aguas grises y negras. Este exitoso paquete
tecnológico y la experiencia desarrollada en la cuenca del
lago de Pátzcuaro representan una propuesta viable para atender
una buena parte del problema hídrico en comunidades rurales
e indígenas marginadas.10
Caso
de estudio 3. Cosecha de lluvia para comercializar. El
Centro Internacional de Demostración y Capacitación
para el Aprovechamiento de Agua de Lluvia (cidecall) es una organización
dedicada a llevar agua de lluvia potable a las comunidades rurales,
la cual ha producido la primera marca comercial de agua de lluvia
embotellada en México: Lluviatl. El responsable de este organismo
ideó un sistema que consiste en captar agua de lluvia en
los techos, almacenarla en cisternas (impermeabilizadas con láminas
de cloruro de polivinilo, o sea, geomembranas de PVC) y –aquí
radica lo innovador– dirigirla a una planta donde se purifica
y se envasa (este proceso implica un tratamiento germicida, filtrado
en tres etapas, aplicación de radiación ultravioleta
y tratamiento con ozono).
De acuerdo con Margarita Pacheco11, directora ejecutiva de la Alianza
Internacional de Cosecha de Lluvia (irha), este ejemplo de tecnología
se ha presentado en varios países, en los que ha suscitado
gran interés en la transferencia tecnológica. Esto
ha llevado al cidecall a planear la venta de franquicias del producto
para competir con las marcas comerciales de agua embotellada, pues
–según ellos– las botellas y los garrafones de
"lluvia potable" cuestan 50 por ciento menos que las marcas
extranjeras de renombre.
Según reporta el cidecall, el costo de construcción
de la cisterna y la planta, así como la tecnología
importada de España y Alemania, implicó poco más
de un millón y medio de pesos. Pero si se considera a las
comunidades en su conjunto, los costos se abaratan. Un ejemplo notable
es el proyecto, ya en marcha, en la zona mazahua del municipio de
San Felipe del Progreso, Estado de México. Ahí, con
300 pesos por habitante, que en conjunto sumaron un millón
500 mil pesos, se aseguró el acceso al líquido a cinco
mil habitantes (200 litros diarios por familia). Según dicho
organismo, el agua de lluvia bastaría para abastecer de por
vida a las más de 150 mil comunidades rurales con menos de
100 habitantes, que por pequeñas y lejanas no han sido dotadas
de infraestructura en materia de agua potable.
Política
y educación ambiental en el uso del agua
Como queda claro en los tres estudios de caso presentados aquí,
en México se cuenta con recurso humano y técnico para
resolver los problemas relacionados con el uso, la distribución
y el buen manejo del agua. La falla radica más bien en la
incapacidad de lograr la articulación entre las instancias
académicas existentes y dedicadas al estudio del líquido
vital y las dependencias gubernamentales que tienen la responsabilidad
de hacer lo propio, dentro de una agenda integral de largo alcance.
Como se expresó en las recomendaciones del IV Foro Mundial
del Agua, urgen acciones locales que permitan resolver problemas
inmediatos. Pero estos esfuerzos deben estar inmersos en programas
integrales de conservación del ambiente, y respaldados en
lo inmediato por programas paralelos de educación ambiental.
Los ejemplos anteriores permiten dejar claro que para enfrentar
un problema ambiental como el del agua –y lo mismo vale para
cualquier otro– se requiere la participación decidida
de los diferentes actores; el aspecto técnico para el uso
eficiente y racional del agua no es obstáculo para la resolución
de éste y otros conflictos.
De acuerdo con los especialistas en la materia, éste
es un problema multidimensional en el que se necesitan
estrategias concretas en diferentes ejes. Por un lado, es urgente
que las instancias políticas asuman su responsabilidad con
conocimiento de causa, pues no sólo es un asunto de cifras
como las expuestas líneas atrás, sino que se trata
además de una cuestión moral que debe estar presente
tanto en ese sector como en el científico. Por otro lado,
se requiere de una mayor participación horizontal por parte
del sector experto, es decir, salir del ámbito académico
para involucrarse más efectivamente como ciudadanos miembros
de las comunidades correspondientes.
La mayor parte de la responsabilidad por el deterioro de los acuíferos
es de los tres niveles de gobierno, por la sumatoria de indolencia
y corrupción. Por otro lado, el sector de los expertos debe
comprometerse a hacer más que aportar información,
valiosa en sumo grado, pero insuficiente para generar una auténtica
toma de conciencia. En el caso del sector político, éste
debe establecer políticas concretas e inmediatas para la
recuperación del agua. Como ya se mencionó anteriormente,
estas medidas no tienen que ser costosas, pero sí efectivas,
y para ello es necesario que dichas políticas se instrumenten
con adecuados programas de educación ambiental en todos los
niveles.
Como se consigna en el documento Agua, si en México no se
pone un alto a la privatización del recurso y no se logra
establecer una política del agua, tarde o temprano las confrontaciones
–entre comunidades, entre éstas y la autoridad, entre
los habitantes y las empresas de potabilización y distribución–
serán cosa cotidiana, con los funestos resultados lógicos.
Las labores de investigación, docencia y difusión
son esenciales para contribuir a los diagnósticos locales,
regionales y nacionales, pero todo ello será inútil
sin una articulación en una agenda integral de políticas
públicas con la participación de la ciudadanía.
Lo que queda claro es que el diagnóstico de la problemática
del agua es preciso y contundente, incluso las prospecciones ya
existen. También se cuenta con las diferentes estructuras
e instancias pertinentes. Además, el interés participativo
y propositivo de distintas comunidades (académicas y organismos
no lucrativos, así como comunidades urbanas y rurales) está
presente. El reto, entonces, no es técnico, sino de conciencia
y responsabilidad compartida.
El IV Foro Mundial del Agua, que se celebró en marzo de 2006
en la Ciudad de México, diseñó un contenido
basado en cinco temas que se ajustan a algunos de los retos más
importantes del agua, además de cinco perspectivas transversales,
las cuales representan algunos factores que afectan el desarrollo
de acciones locales en todo el mundo. Todo ello con el fin de que
se promuevan acciones y políticas sustentables para el manejo
del agua en el ámbito mundial. Sus objetivos son generar
conciencia sobre los problemas relacionados con el líquido
vital, promover una mejor gestión de los recursos hídricos
y desencadenar acciones tanto en el nivel político más
alto como en toda la sociedad en su conjunto. Pero, desde una perspectiva
cultural, los esfuerzos para establecer "la vía de la
sustentabilidad" en el siglo XXI estarán condenados
al fracaso si se siguen fundamentando en una concepción antropológica
dualista: la del ser humano aparte de la naturaleza. El asunto de
fondo es si seremos capaces de pasar del egocentrismo a lo colectivo,
de lo individual a lo comunitario, en aras del bien común.
Es, pues, un asunto de ética al más alto nivel: el
planetario.
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Bibliografía
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2006, año 8, núm. 91.
NOTAS
1 Miembro del Instituto de Investigaciones Biológicas de
la UV, Área de Comportamiento y Filosofía de la Biología
2 L. Laudan, Progress and its problems: Towards a theory a scientific
growth, University of California Press, Berkeley, 1977.
3 D. Pepper, The roots of modern environmentalism, Oxford University
Press, Oxford, 1984, pp. 37-67.
4 R. Lewontin, The doctrine for DNA: Biology as ideology, Penguin
Books, Londres, 1992.
5 R. Litchman, “The reduction of human nature by means of
human nature”, en Capitalism, Nature, Socialism (1990), núm.
4, pp. 13-51.
6 Datos de la Comisión Nacional de Agua (CONAGUA), www.cna.gob.mx
7 Datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía
e Informática (INEGI), www.inegi.gob.mx
8 F. León (editor), Agua, La Jornada, México, 2005.9
A. Aldama et al., “La cuenca Lerma Chapala y los modelos de
simulación”, en Ciencia y Desarrollo (CONACYT, 2006),
vol. 2, núm.193, pp. 36-41. 10 N. García et al., “Aprovechamiento
del agua en Pátzcuaro”, en Ciencia y Desarrollo (CONACYT,
2006), vol. 32, núm. 193, pp. 42-47. 11 A. Rueda, Lluvia
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