Enero 2002, Nueva época No. 49 Xalapa • Veracruz • México
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En pos de un fenómeno de atomización social se han creado muchas soledades: Edgar Morin
El progreso trae el malestar del bienestar
Gina Sotelo

 

Buscar la cualidad poética de la vida, alejarnos de la abstracción de las cosas materiales, ser solidarios con el otro y olvidarnos del individualismo”, recomendó Edgar Morin, considerado uno de los pensadores contemporáneos más importantes, al ofrecer el 16 de enero la conferencia Desarrollo humano sostenible.

Morin, quien se define como un “omnívoro cultural” dijo en la teleconferencia transmitida desde la Universidad de Guadalajara, que es necesaria una nueva política de civilización con ideas renovadas en torno a la calidad de vida, que no se reduzca al valor de las cosas utilitarias o las posesiones, y tienda hacia los aspectos que dan calidad, elementos “elevados” como la poesía.

Para este pensador francés, apasionado de la literatura, la música y el cine, la globalización de la civilización occidental ha traído consigo rasgos fundamentales, virtudes y defectos que la definen: individualismo exacerbado entre los seres humanos, gran desarrollo tecnológico, capitalista e industrial, y una persona que se desarrolló en condiciones de destrucción y pérdida de la solidaridad entre connacionales, familia y pueblo. “Se crean muchas soledades en pos de un fenómeno de atomización social. Lo negativo del individualismo lo vemos reflejado en el consumo generalizado de tranquilizantes y estimulantes, la multiplicación de enfermedades sociopsicosomáticas como el cansancio permanente, y no hay remedio debido a las pobres condiciones de vida en que todos cohabitamos”.

Al referirse a la ciencia, dijo que lo que en un principio ofrecía sólo condiciones benéficas, se ha convertido en un factor ambivalente que pone en riesgo la vida del hombre con su amenaza nuclear y manipulación genética. “Hoy hay un modo de pensar determinista que aplica iguales leyes a los humanos y a las máquinas. La industria produce en serie y a costa de la degradación del ambiente. El progreso trae el malestar del bienestar”.

Habló también del sueño de opio que predominó hacia la década de los sesenta en California (EU), y luego se extendió por doquier. Ahí, los protagonistas eran automóviles de lujo, camas confortables, los televisores y sus espectáculos impresionantes, pero ese sueño se desvaneció como vino, dejando una insatisfacción en la juventud, un mal hondo que acarreó un subdesarrollo mental y ético, al que denomina como “el de los desarrollados”.

El autor de La complejidad humana dijo que actualmente ve al planeta como una nave espacial donde la ciencia, la tecnología, la industria y la economía son los motores, pero no tiene piloto ni política de civilización, y agregó que no basta ver los defectos de la civilización sino luchar contra los destrozos que ha causado. “Debemos rescatar las cualidades y sabiduría de las culturas, no convertir nuestro transitar por el planeta en un proceso ciego”.