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Fernando Aceves Humana
presentó, en la Galena Universitaria
Ramón Alva de la Canal, en enero de 2002,
su exposición La condición humana
Uno
no sabe muy bien qué es lo que ocurre. Esta frase podría dar cuenta
de la vida entera o de un solo suceso aislado. Ocurre que tanto
el instante como la vida se nos escapan. La vida es un parpadeo
y sin embargo es tan larga. Cabe en la palabra momento: el hombre
vive su momento. Todo y nada. La obra de Fernando Aceves Humana
insiste sobre ese momento, es decir, sobre ese movimiento (porque
si es algo en el tiempo, momento es unidad de movimiento). En sus
grabados ocurre uno no sabe muy bien qué, algo lo que el artista
le da capción de parpadeo. Cada grabado abre y cierra instantáneamente.
El artista alude a la impresión óptica de una imagen en la retina.
Presentación y despedida. Fotogramas de una secuencia fílmica que
se nos hurta, apariciones fantasmáticas. En cada caso hay algo que
excede el sentido y la interpretación. Nos hallamos frente a mas
de lo que nos ha sido dado conocer.
Nos
hallamos frente a la persistencia de la sombra. En la obra de Fernando
Aceves, la sombra es mas que una proyección constante del medio
(el grabado es una producción de sombras y luces). Es la encarnación
de algo que esta más allá de alguien, que lo ocupa y lo trasciende-aludo
a la mano mediúmnica del artista que le da entrada y salida a formas
espectrales, las técnicas mixtas que emplea dan calidades de espacio
y tiempo a las sombras. Los seres que se manifiestan, hombres o
engendros, han entrado en fase de eclipse.
No
es difícil entender que su sombra sea, de tan intensa, incluso llameante.
Fuegos fatuos, seres patéticos. La muerte los arropa en tanto que
cada uno de ellos esta dejando de tener sustancia. Su condici6n
es intersticial. Viven ya no en el momento sino del momento. Y en
torno, por virtud de la mano del artista, el medio les responde
tambi6n patéticamente. A veces viven no más que su instante de esplendor
y apagamiento. A veces ya ni siquiera están, son los idos, los distraídos.
Cierto aire da temperatura a las invenciones de Aceves Humana. Invención
es "lo que viene", e inventar es abrir el acceso. En muchas de sus
obras, tanto graficas como pictóricas, aparece la señal de un soplo
en la atmósfera, en las olas, en el acompasamiento de la maleza.
El soplo escapa del momento, también lo constituye. El soplo puede
adquirir inmanencia hasta hacerse peso, o puede dar forma a una
creatura, el verdadero monstruo o prodigio del instante. Puede colgar
en el aire como nube, como signo aciago, como pneuma o emisión espiritual.
El momento, la obra están respirando. Una respiración patética que,
sin embargo, elude el sentimiento. Puede ser caliente o fría, muy
sexual o casi cadavérica. El artista desgaja el patetismo a cierta
distancia y sonríe con malicia. Describe la grandeza del desamparo,
no la erige.
La
invención de Fernando Aceves puede ser cruel como puede serlo la
belleza de los últimos fulgores, en tanto que el humor aprovecha
el crepúsculo para soltar a sus rehenes. Sombra e incandescencia.
Esta paradoja expresa de otro modo un procedimiento de dibujante
que no ignora la caricatura y su poder catártico. Hay en la soltura
de la mano un impulso irrefrenable que abre al mismo tiempo puertas
al azar y a la perfección, a la carcajada y al silencio.
Fernando Aceves deja libre la mano para, más tarde, acotar sus trazos
sin romperlos. La invención de dar a cada quien y a cada cosa su
aire.
Uno
no sabe muy bien qué es lo que ocurre en el acto de dibujar, de
pintar o de grabar. Sólo sabe que ocurre en su momento y que expresa
largamente ese momento. La mente ha tocado su futuro. En esta unidad
de movimiento, imaginada y expresa, permanece el trazo irrepetible.
Lo que ahí queda no es el frío del acontecimiento que se produce
espasmódicamente en una cadena donde un hombre sigue al otro marchando
neutral izados por la historia, absortos por el sentido de la propia
vida. En la obra de Aceves no hay indiferencia pero tampoco hay
gloria. El momento que se escapa, la vida que se escapa alcanzan
un apogeo en un abismo, bajo una luz muy densa: el instante y la
borradura del instante. El artista suele hallar ahí el triunfo de
lo nimio. Lo ignorado se enseñorea entonces sobre el olvido. El
momento se hincha y es voluptuoso. La visión se fija y sanseacabó,
se vuelve hacia la nada, hacia otra forma de la nada. Queda la persistencia
de la retina. |