Enero 2002, Nueva época No. 49 Xalapa • Veracruz • México
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 Créditos

 

 

 

Tiempo en Saudade
Rutilio Hilario Alfonso / Facultad de Idiomas, décimo semestre

 

El presente trabajo obtuvo el tercer lugar en la categoría de Poesía Jorge Cuesta, en el III Premio al Estudiante Universitario, convocado por la UV y entregado durante la I Feria Internacional del Libro Universitario, en el mes de junio de 2001.

Reflejo i
Textura sin manos
Roce de la tarde
Murmullo de las sombras andantes
Espíritu asesino
Cáucaso de los días
Encierro de espejos
Llanto alucinante
Vituperio
Superficial habla de la palabra
Éxtasis prohibido al pie del deseo

Así es como se forma tu imagen
Castradora de lunas

Sos la enfermedad
Que desprende al cuerpo
En pedazos

Sos un grito y violación
De la palabra

Sos un reflejo
De mi espejo

Vespertino
La tarde es la despedida
De la ventana y la puerta

Es comenzar a dormir
Y penetrar
Como una aguja
En el sueño,
Y mover imágenes
Y encontrarte a ti.

La tarde tiene la saliva
De la lluvia.

Susurro
Desplegando su aliento
En altamar.
Es quedarme callado con lengua de horas

Es vivir en la consternación de su eco,
Anunciadora de la noche.

Respiración
Respirar
Manos navieras,
Uñas y dedos,
Brazos y piernas rascándole
[el ombligo al Saudade.

Respirar
Con la pluma
La extensión de tu silencio.

Respirar
Luz de senos y muslos,
Mudez de deseos calcinantes,
Que dejas por las tardes,
Toque de tus besos
[sobre la espalda.

Respirar
En el vientre del pelo
La libertad del viento.

Respirar
Las noches de abril
Cuando me quedo sepultado
[en tu sexo,
Cuando entregas tus gemidos
[despiertos en mi boca, Cuando dejas tu aliento
[sobre la sábana de otoño.

Respirarte
Cuando te conviertes en mi depredador
[nocturno
Y yo huelo tu rostro desnudo,
Tus carnes a la entrega,
Tus espamos en mi boca...
Y respiro.

Dadora de imágenes
Dentro de tus ojos
Se aprecian miradas
Del viento
Jugueteando
Con las hojas de un árbol.

Ojos vibrando
–Fina interioridad del silencio–
Sobre vieja lluvia que se deshace,
Para corregir el torrente
De la nube
Que no deja de desprenderse
De su sitio fijo.

Voces de ojos,
–Fingimiento del misterio–
Que se ahogan
Y se van.

Voz en los ojos
Pariendo lunas,
Cuando permites que mi grito y silencio
Se cristalicen
Frente al eco de la muerte dormida.

Manantial de polvo
Donde se sumerge río y mar.

Ojos que llegan
Para desnudarse en el párpado del día.

Ojos
Que miran
Sólo para buscar una mirada
En el secreto de la tierra.

Ojos
Que se abren
Para salpicar de luz
Al séquito de mar.

Caída libre
Cae la brisa
En la visión del ojo de una cascada
Caen sus huellas de agua
Cae su vaho en ojos azules
Caen sus gotas verdecidas
Cae en el vértigo de un cuerpo blanco
Cae su respiración y se confunde con el aire

Caen las gotas
Lentas
Donde juega el hijo del viento

Cae en la laguna eterna
–Pubis del oasis a la mitad del desierto–.

Cae sobre las rocas desgajadas
Y sobre las rocas el cuerpo de ella
Y sobre su cuerpo
Cae la estéril brisa de la luna.

Atrevimiento
Abre tus ojos nocturnos de mar
En las alas de la alondra
En lo inmovible de la noche
En la soledad del espejo
En la casa de una sombra enmudecida
En el tic-tac –paranoia del tiempo–
En el vuelo de un azahar de humo
En el eco de tu aroma y del silencio.

Abre las caricias
Convídales del pan
De tu misterio
Anclado en la raíz del árbol.

Dales de beber su propio aliento.
Humedécelas con el vaho de tu sexo.
Arrímales el suspiro de tus piernas
Cuando se introducen en los labios.

Ábrele a las causas
El embrujo de una pasión crucificada

Ábrele la piel al grito de tu cuerpo
Que se nos esfuma el aire.

Dadora de imágenes
Más allá de los sueños
Tu aliento de mujer se extiende
Como faldas ancladas a la orilla de la playa,
En el aleteo de un colibrí
Suspendido en el espacio
Para esculpir mi voz en el bailoteo
[de tus pasos ensayados...
La mujer es esencia de un animal
[devorador de espacios.

Más allá
Donde la tierra tropical
Enciende sus líneas
De mujer al fuego,
El sueño vierte su piel a las sombras
De los dientes de la mar,
Y muerde sus pechos desnudos
En el celo de la luna.
La luna es uno de tus signos.

Más allá,
El sueño conquista a la memoria,
Se piensa realidades,
Reconviene deseos,
Se inventa a la mujer comiendo al viento
Y la observa caminar
Con sus cinco letras bordadas
[en el color de su sangre.
La mujer es el sueño perpetuo.

Más allá,
La mujer es un reflejo en el espejo
Predica el amor en el filo de sus besos
Atribuye virtudes desde el fondo del sueño
Desencadena defectos cuando arden sus labios.
La mujer es un elemento sin nombre.

Mas la mujer es un enigma:
Cuando no se sabe
Si ella
Despertará en el sueño
De quien ahora la sueña.
El hombre es otro sueño durmiendo en la duda.

Inquietud de tiempo y espacio
El tiempo anda dando pisadas
En la falda del espacio.

Las mañanas se encienden.

Brilla en su oscuridad la noche
Cuando viene a asomarse el verano
Y el otoño lanza una blasfemia
A los días que van quedando muertos.

Funerales con función de retrato.
Todo muere ante el movimiento del espacio.

Naturaleza agónica
Extiende sus breas
Hasta tocar el último pico
De la corona de la montaña
Escupida de sangre.

Se despabilan los pájaros
[en el fondo del agua,
Sus plumajes se hunden
[en las sábanas bordadas de alas.

El polvo carcome su voz podrida.
El árbol lanza su último quejido
Al quedar ahorcado entre sus propias ramas.

Muere este espacio cuando lame
[los labios del tiempo.
Muere este tiempo.
Y los gusanos se crean microcosmos
De luces para morir calcinados.

El viento vitupera al enemigo.

La tierra sube sus pies sobre el asfalto,
Un temblor se la traga toda.

Las llamas le soplan su último hálito
Al hielo que arde.

El cielo transforma su azul al rojo vivo...

Las mareas desnudan sus años,
Se beben el bullicio de las olas,
El lodo las reseca.
No hay vida en la cavernosa niebla.

La sequía muere en la selva desértica.

Va el tiempo
Recalcando la humedad de un viejo reloj.

El espacio bloquea con paredes
[hasta el último minuto.
Nada se detiene.
Nada deja de morir.
Todo se contempla muerto
–Humedad a muerte–.

Sólo Tiempo y espacio
[se quedan fornicando con la muerte.