Núm. 6 Tercera Época
 
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Varios son los retos que tiene el movimiento indígena, entre ellos el de articular identidad cultural con interculturalidad igualitaria, formas propias de gobierno con participación política en parlamentos, instituciones y otras formas organizativas no indígenas, sin perder su integridad, autonomía y la característica propia de ser pueblos indígenas. Otro, superar las divisiones internas, que de hecho existen, y analizar profundamente los errores cometidos en el pasado reciente. También debe transformar las energías milenarias en conquistas políticas. La gente no puede continuar siendo humillada. Este proceso constitucional puede tener retrocesos pero es irreversible.

La idea de la plurinacionalidad se traduce en una nueva institucionalidad que propone el concepto de asimetría constitucional. Las diferencias exigen instituciones apropiadas y la convergencia con instituciones compartidas como la democracia representativa, que permite la votación electoral. Por tanto, tiene que haber compatibilización entre éstas y las formas propias del autogobierno indígena.

El pluralismo jurídico es otra área que exige el reconocimiento de la jurisdicción como una institución con derecho propio, autónomo, que existe y coexiste con el derecho nacional. Las incompatibilidades se pueden resolver siempre y cuando los pueblos indígenas se sienten en la misma mesa de negociaciones y de toma de decisiones para crear instituciones apropiadas o compatibles, como por ejemplo el Tribunal Constitucional Plurinacional propuesto en Bolivia. Ciertamente que no es fácil articular las viejas formas con la nueva institucionalidad de culturas, territorios, lenguas, cosmovisiones, pero es plenamente posible si asumimos que este es un proceso transicional y, por tanto, un Estado Experimental.

La lucha empieza cuando termina la Constitución, no al revés. En este Estado Experimental la gente tiene temores y es necesario reconocer esos miedos para encontrar soluciones. En Bolivia hice una propuesta que lamentablemente no se pudo aplicar; quizás las condiciones en Ecuador sean diferentes. Consiste en la generación de un proceso global de participación popular que permita evaluar al cabo de cinco años los aspectos positivos, negativos o los fracasos de la nueva
Constitución. Erróneamente se cree que la Constitución es algo permanente, pero no es así. Este proceso de experimentalismo puede disminuir los enfrentamientos, como en el caso de Bolivia, en donde cada vez se agudiza el conflicto.

La nueva territorialidad también implica el manejo de los recursos naturales, y el miedo de la derecha e incluso de sectores progresistas, es que los pueblos indígenas se apropien del agua y de todos los recursos naturales. Esto refl eja el nivel de racismo existente.

Los pueblos indígenas reclaman participación en los procesos de decisión no para adueñarse de los recursos naturales sino para develar otro tipo de solidaridad nacional, de reparto de los benefi cios, de un manejo distinto que no destruya la tierra o contamine el agua, de una visión para el conjunto de la sociedad y no simplemente para ellos. Una concepción que permita vivir bien y no ponga en riesgo la sobrevivencia de los pueblos. Esta tarea no es fácil porque los medios de comunicación están en contra y el movimiento indígena no ha podido comunicar bien su visión de país y tampoco ha logrado tejer alianzas con fuerzas progresistas e incluso aliados blancos que son actores importantes en este proceso. Los ecologistas son uno de ellos, porque están luchando por entender mejor lo que es la Pacha Mama, una concepción absolutamente evidente para los indígenas que conciben los recursos naturales como parte de su cosmovisión, de su cultura, a diferencia de la cultura eurocéntrica que separa la naturaleza del resto. El movimiento feminista es otro potencial aliado que ha colocado la lucha de la mujer indígena contra el sexismo indígena en la sociedad blanca. Por tanto, es una alianza que se puede ampliar.

Finalmente, el Ecuador está en condiciones muy favorables para crear avances importantes en un marco de profundización democrática. Los ojos del mundo y particularmente del continente están puestos en él. Es una oportunidad histórica que no puede desperdiciarse.

 

 
 
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