Núm. 6 Tercera Época
 
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ARTES

La visita de la naguala. Leonora Carrington

J. A. Sánchez Vigil

José Alejandro Sánchez Vigil es licenciado
en Pintura por La Esmeralda y maestro en Literatura
por la UV. Becado para realizar estudios de pintura en el
Instituto de Artes de Súrikov en Moscú.

Se acerca un muchachito blanco muy delgado vestido con un ropaje peludo blanco que parece ser su propia piel peluda y se
planta frente a los invitados; tiene los pelos de la cabeza parados y va descalzo; inicia con una genufl exión festiva:] ¡Bienvenidos sean todos, amigos míos, grandes y chicos, mujeres y hombres, gigantes y enanos, cardenales y monaguillos, altos y chaparros, avestruces y colibríes, obreros, funcionarios, políticos y campesinos, bebedores de refresco de cola, fumadores de cafetín, conservadores, liberales! ¡Todos seamos bienvenidos porque en este feliz día hemos sido invitados por una fabulosa naguala, sacerdotisa de la Gran Diosa Madre que es nuestra Madre y Creadora de todo lo que está vivo, a visitar los dominios de su reino! Mi Alta Señora, la naguala, me ha pedido que los guíe por una selva espesa en la que habita
una multitud de seres silvestres, inquietantes, que ya nos acechan, nos esperan. Mi Alta Señora ha querido que sea yo quien se los presente a ustedes y les explique a qué se dedican, qué hacen, de dónde vinieron. No puedo ocultar el miedo que le tengo a Mi Alta Señora y no quiero defraudarla; temo que me hierva en su caldero y me sancoche con cebolla y zanahorias; yo quisiera que fueran ellos mismos los que se presentaran, que ellos les platicaran a ustedes directamente lo que tengan que decir de sí mismos; sería mejor, ¿no creen? En fi n, no tengo más remedio que obedecer, pero podemos hacer algo que traigo entre manos, si ustedes están de acuerdo... [se acerca de puntitas al público y dice en corto:] Qué les parece si en este
paseo que vamos a comenzar les comento algunas cosas, unas cosillas que sé sobre estos respetables espíritus y animales, y ya después, ustedes por su cuenta, se acercan personalmente a ellos y les preguntan si lo que yo dije es verdad o no eran más que puras chifl aduras de mi parte. ¿Están de acuerdo? ¡Vamos pues!

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1. En un corpus tan rico en referencias, claves, guiños y combinaciones simbólicas como es la obra creativa de Leonora Carrington, la parte inefable de por sí misteriosa adquiere un cariz muy particular. Si nos interesa llegar a una comprensión más cabal de uno de sus grabados, cuadros, esculturas, cuentos u obras de teatro, sabemos que hemos de ponernos a buscar en fuentes ancestrales, en mitologías de todas partes del mundo, en libros herméticos. Tendremos que ser capaces de discernir las referencias directas y evidentes de las combinaciones que efectúa para la constitución de un personaje y de la propia mitología personal creada por ella misma. De ahí entonces viene una pregunta: como lectores o espectadores suyos: ¿hasta dónde podemos identifi car el límite de su erudición y qué aspectos añaden nuestros propios imaginarios a su propuesta? ¿Qué sucede, qué se altera, qué pasa cuando a un personaje pelón que viste tan solo una falda velluda no lo vemos como un sumerio durante una ceremonia sino como San Juan Bautista recién afeitado? ¿Qué tan apropiado será pensar que un cuerpo femenino con cabeza canina representa a la consorte o la hermana o la hija o la madre de Anubis? Un pez con pabellón auricular ¿es un ser humano que ha sufrido el hechizo de una bruja o es al contrario un animal acuático con capacidades de escucha poco habituales? Aquí viene lo interesante del asunto: a pesar de nuestras suposiciones y lagunas de información, hemos tenido una vivencia artística deliciosa. Entiendo lo inefable en esta ocasión como aquella médula del arte que nos toca en plenitud aunque no podamos explicarlo; inefable, por supuesto, porque las palabras cotidianas no son suficientes. Con el fin de internarnos un poco en la selva rica y fantástica de Leonora Carrington, las obras/umbrales que nos visitan en Xalapa pueden ayudarnos a descubrir el modo en que sus diversas vetas expresivas se relacionan entre sí, a otear desde una atalaya privilegiada parte de la población exótica que deambula libremente entre dibujos y esculturas, grabados y pinturas, cuentos y obras de teatro, de tal manera que entre la maraña tupida podremos atisbar algunas veredas ya desmontadas por ella misma.

2. Entre algunos de los seres fantásticos que nos visitan, unos bidimensionales y otros volumétricos-voluminosos, hay evidentes correspondencias: me refi ero a Harp, Blind Crow-Tree y Cobra-Cabra, atractivas manifestaciones botánicas y zoológicas que muestran en su propia corporización existencias duplicadas con reminiscencias de los bestiarios medievales, o más lejos aún –por el delicado y sugestivo trabajo de las líneas que recorren sus siluetas–, los grafi smos que se aprecian en la cerámica y las estelas o monolitos de la Europa prehistórica, y que hemos apreciado en obras precedentes como La gallina ciega o La vieja Magdalena, ambas de 2003. Lostres ejemplares antes mencionados los tenemos tanto en obra sobre papel como fundidos en bronce: magia artesanal equivalente a volver de carne y hueso lo que aún estaba preso en los límites de lo todavía posible. Hay también en otros personajes que ya habíamos visto aparecer en la obra pictórica de Leonora por otras puertas: la fi gura de Abino Hog –síntesis simpática de la tersa cercanía que hay entre el huevo y el cerdo–, que podemos identifi car con Cerdo escuchando una col, fechado en 1972; la fi gurita parada en el tablero de Refl ections on the Oracle, de 1959; la que está junto con un conejo, un pájaro blanco y siete esferas o burbujas al centro de una profunda disquisición en Litany of the Philosophers, de 1959, y en la posesión bíblica que llega a abrumarnos en Pig Rush, de 1960. En situación parecida tenemos El perro, que sin duda es la manifestación tridimensional de uno de los convocados al encuentro hermético que presenciamos en Are You Really Syrious?, realizado en 1953.

 
 
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