Abril-Junio 2006, Nueva época Núm.98
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Trimestral


 

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Andrzej Kusniewicz

  Kusniewicz nació en 1904 en una pequeña población de la Galizia Oriental en el seno de una familia de la nobleza polaca. Fue súbdito austriaco hasta los quince años. Creció en un medio pródigamente multilingüe, típico de esa lejana frontera imperial. En su casa se hablaba el polaco, posiblemente el francés; los trabajadores de las fincas, en su mayoría ucranianos, hablaban el ruteno; el idioma oficial era el alemán; en las aldeas de los alrededores la lengua predominante, a veces la única, era el yidish. Aquí y allá aparecían regados los gitanos, los armenios, los rumanos, los turcos.

La Segunda Guerra Mundial lo sorprendió en Francia, donde se incorporó a la Resistencia. Fue detenido y enviado a un campo de concentración alemán. Una vez liberado fue cónsul de su país en algunas ciudades francesas hasta 1950. Su primera novela apareció en 1961; contaba entonces cincuenta y siete años de edad. Cuando el instinto creador se manifiesta a esas alturas, suele por lo general producir una o dos obras (a veces magistrales) donde el autor hace un ajuste de cuentas con su vida y su tiempo; y posteriormente esa facultad vuelve a sepultarse en el sustrato donde hasta entonces se había mantenido larvada. No es el caso de Kusniewicz, en quien el flujo creador, una vez aparecido, no ha llegado a su fin, y en quien las novelas mayores, las auténticas obras maestras, aparecieron varios años después de iniciada su vida literaria. Su obra narrativa comprende las siguientes novelas: La corrupción (1961), Heroica (1963), El camino de Corinto (1964), El rey de las dos Sicilias (1970), Las zonas (1971), El estado de ingravidez (1973) y La lección de lengua muerta (1977).

Su obra en el panorama polaco tiene algo de absolutamente insólito. Por lo general cuando se habla de la literatura de su país, se piensa en los dos grandes excéntricos de la preguerra, Stanislaw Witkiewicz y Witold Gombrowicz. Kusniewicz no se les asemeja en nada, así como tampoco a los otros vanguardistas de su tiempo. En algunos aspectos es mucho más moderno. Se podrían encontrar ciertos rasgos comunes entre él y dos escritores de la misma región, Jaroslaw Iwaskiewicz y Bruno Schulz. Un lirismo semejante puede encontrarse en la obra del primero; cierto éxtasis común ante la relación hombre-naturaleza los une. Un elemento pagano, una grandeza en la celebración de las nupcias que el hombre contrae de manera natural con el bosque. La relación con Schulz se daría a través de un signo enteramente contrario, en una fijación, o al menos una forma de curiosidad, por ciertos rasgos extraños de la conducta humana relacionados de manera profunda con la libido. La obra de Kusniewicz reduce de manera notable a buena parte de la narrativa de las últimas décadas, descubre su retórica, la pequeñez de sus intenciones.