Abril-Junio 2006, Nueva época Núm.98
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Trimestral


 

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Flann O’Brien
 


Flann O’Brien.
(Transgrafía: Carlos Torralba)


  Fue un novelista irlandés nacido en 1911 y muerto en 1966, cuyo nombre real era Brien O’Nolan, y que en el periodismo, actividad que consumió casi toda su vida adulta, y también su tranquilidad y su energía, utilizó el pseudónimo de Myles na Gopaleen, que lo hizo ampliamente popular en su país natal. Con menos asiduidad, menos interés y más descuido se ocultó también tras los nombres de John James Dol, George Knowland, Brother Barnabas, Stephen Blakesley y Lir O’Connor.

Como Flann O’Brien, escribió dos obras magistrales: At-Swim-two-Birds (Dos pájaros a nado) y El tercer policía; una novela escrita en lengua irlandesa, The poor mouth, una especie de Réquiem en sordina por un idioma en vías de desaparecer, y por los últimos pobladores que aún lo hablaban, descendientes de reyes guerreros y poetas prodigiosos, degradados a una condición donde la diferencia entre su vida y la de los cerdos cuya crianza los mantenía era apenas perceptible; así como dos novelas menores escritas en sus últimos años, La vida dura y El archivo de Dalkey, y la comedia Faustus Kelly.

Fue una personalidad trifronte, un funcionario público, un novelista de vanguardia conocido sólo por un minúsculo puñado de entusiastas, y el autor de una columna popular en el más importante periódico de Dublín. El periodismo acabó por invadir sus facultades creadoras, por hacerlo famoso e infeliz, por convertirlo en una creación de su pseudónimo. Sus auténticas necesidades de discreción y anonimato fueron demolidas. Un hombre que hace uso de tantos disfraces y niega la relación entre su persona y los múltiples nombres que la ocultan, aspira por fuerza a vivir en una celda, situada, de ser posible, en medio del desierto. Le perturbaba, pero no logró, o por alguna razón no quiso, renunciar a ella, la popularidad de Myles na Gopaleen, nombre que sus lectores comenzaron a aplicarle y que poco a poco llegó a sustituir al verdadero. La triunfal invasión de Myles na Gopaleen sobre Flann O’Brien, y sobre Brien O’Nolan, terminó por destruirlo.

Encontró enemigos implacables, sin saber combatirlos. Fueron los principales: la frustración personal producida por el fracaso de su primera novela y el rechazo editorial unánime de la segunda, El tercer policía; el raquitismo cultural y moral y el aislamiento de la Irlanda de su tiempo; la fuerte presión sobre el novelista de su fama periodística, y una desmesurada afición por el alcohol que llegó a convertirse en una pavorosa enfermedad. Una reciente biografía ilustrada por Peter Costello y Peter van de Kamp muestra la evolución sufrida en su aspecto desde la época de estudiante hasta poco antes de su muerte. El rostro de querubín satánico del joven universitario decidido a devorar el mundo se transforma, primero, en una luna blanduzca y mofletuda sobre el cuerpo de un regordete funcionario público y evoluciona luego hasta llegar a ser el tejido de rasgos crispados y patéticos de los años finales, un rostro que aúna los gestos de la víctima a los de su verdugo, una imagen viviente de la culpa y el desorden, de la vergüenza y la resignación. Sus últimas fotografías recuerdan las caras de esos psicópatas con que nos sobresalta de cuando en cuando la página roja de los diarios, sorprendidos por la cámara en el momento de su detención o cuando son conducidos al patíbulo: la frente perlada de un sudor viscoso, la mirada huidiza, amedrentada, la piel que imaginamos gris o azulada, el descuido con que la corbata ciñe un cuello sucio y mal abotonado. Gianni Celati compara, en un reciente y espléndido ensayo, la imagen de O’Brien con la de ciertos personajes de los filmes de Carné. Me imagino que se refiere a esa ambigüedad oscilante entre la santidad y el crimen.