Abril-Junio 2006, Nueva época Núm.98
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Trimestral


 

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Joseph Conrad
 


Joseph Conrad.
(Transgrafía: Carlos Torralba)


  Una novela de Conrad es, en su parte más visible, una historia de acción, colmada de aventuras, situada en escenarios exóticos, y, a veces, realmente salvajes. Lo normal en ese tipo de novelas es contar una historia de manera directa, con una cronología sin fracturas, y hacerla fluir capítulo tras capítulo hasta llegar al desenlace. Para Conrad eso habría sido una crasa vulgaridad. Él podía iniciar el relato a la mitad de una historia o aun comenzar a contarlo poco antes del clímax final, donde le diera la gana, y hacer que el relato se moviera en un complicadísimo zigzag temporal, logrando fijar el interés del lector precisamente en ese sinuoso laberinto, en el lento reptar de la trama por las fisuras de un orden cronológico fracturado. Las continuas digresiones, ésas que permiten a los personajes reflexionar sobre moral u otros temas anexos, en vez de entorpecer al ritmo dramático del relato, lo enriquecen prodigiosamente y cargan a la novela de un vigoroso poder de sugestión. En eso consiste el arte narrativo de Joseph Conrad.

Para que ese tortuoso y obsesivo hilo narrativo alcance su plenitud, Conrad inventa a Marlow, su álter ego, a quien le confía la narración de la historia. Marlow, como su creador, es un capitán de navío, un caballero, un hombre independiente en cuanto a ideas, con una curiosidad humana naturalmente reñida con toda forma de moral cerrada. Todas esas cualidades lo convierten en un perfecto refractor de la realidad, para beneficio de Joseph Conrad y de sus lectores. Marlow es un testigo que nos refiere las circunstancias reales de un acontecimiento; es el hombre que realmente estuvo allí; sí, allí donde la acción tuvo lugar.

Marlow apareció por primera vez en Juventud, una de las primeras novelas cortas de Conrad, y luego lo encontramos en Lord Jim, en Azar y El corazón de las tinieblas. En esta última, supera la calidad de un mero testigo, para convertirse en el actor real de la historia, en un protagonista activo y determinante en la estructura y trama de la novela.