Abril-Junio 2006, Nueva época Núm.98
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Trimestral


 

 Discurso

 Sus amigos

 Lecturas e Influencias

 Inquietudes y  afanes

 El viajero y sus  lugares

 Ensayo de Álvaro  Enrigue


 Números Anteriores


 Créditos

 

 

 


Moscú
  Para Rodríguez Prampolini, este reconocimiento le causa mayor alegría que el Premio
  En Moscú, y cerca del centro. La ciudad me impone su concepción urbanística, su espectacularidad y su poder. “Moscú es la tercera Roma, y no habrá una cuarta”, es uno de los lemas eslavófilos procedente del siglo XVI, y que ha regido el inconsciente de los rusos a partir de entonces. ¡Qué maravilla recorrer en coche la calle Gorki! Bastó llegar para percibir ya el cambio. Se discute sobre el nuevo momento político, las nuevas piezas teatrales, el nuevo cine y los nuevos problemas a los que todo el mundo se enfrenta: lo nuevo, lo nuevo, lo nuevo contra lo viejo parece presidir el momento actual. Poco antes de aterrizar, la señora A. me manifestó la repulsión que le causan los cambios en el cine soviético.

La irresponsabilidad puede producir desastres –dijo–, y esta gente no está preparada para cambios de este tipo; tendrían que educarse primero, si no crearán transtornos. Los georgianos son los peores, los menos confiables. Han dado un viraje de ciento ochenta grados, lo que significa dar la espalda a su rica tradición cultural; la maldecirían si pudieran, la borrarían. Su crítica social es demasiado estridente, ridícula, grosera. Nada bueno podrá salir de eso, ya usted lo verá.

Recibo esas señales de encono con absoluta felicidad. Luego, desde aquí, del hotel, comencé a telefonear a mis amigos, los sentí entusiasmados. Es tan fuerte el encuentro con la ciudad que no puedo escribir nada coherente sobre ella. Caminé más de tres horas sin detenerme en algún sitio. Mañana por la tarde leeré mi conferencia sobre Fernández de Lizardi y El Periquillo Sarniento en la Biblioteca de Lenguas Extranjeras. Me siento bastante aturdido. Peor que eso: quiero ordenar imágenes del pasado y no lo logro del todo. Por la noche, veo en la televisión a Nikita Mijalkov, el cineasta, dialogar libremente con el público. ¡Así es, señores, el mundo comenzó a moverse! Son las doce de la noche. Lo único que se me antoja es volver a salir, recorrer bares que conozco bien. Pero no lo haré. Me daré, en cambio, un baño muy caliente y me meteré a la cama con el Miguel Strogof, o el correo del zar, de Julio Verne. Vuelvo a sus páginas después de cuarenta años. Lo sé, es una extravagancia llegar a Moscú con Julio Verne, pero no pude evitarlo.