Abril-Junio 2006, Nueva época Núm.98
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Trimestral


 

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Varsovia
  Para Rodríguez Prampolini, este reconocimiento le causa mayor alegría que el Premio
  Visité Varsovia a principios de 1963. No conocía a nadie en la ciudad. La primera noche asistí por azar a un teatro cercano a mi hotel. Sin entender una sola palabra quedé deslumbrado. Al volver al hotel me perturbó la semejanza con mi abuela que advertí en una empleada de la recepción, una anciana. No sólo su rostro, sino también sus gestos, su manera de llevarse el cigarrillo a los labios y exhalar el humo me parecieron idénticos. Fue casi una alucinación. Me obligué a creer que era efecto de la excitación teatral y subí a mi cuarto.

Al día siguiente fui a Lódz, donde estudiaba cine Juan Manuel Torres, quien me contagió su entusiasmo por Polonia y su cultura. Hablaba de sus clásicos y románticos como en un trance místico. Por la noche regresé a Varsovia en un tren que demoró muchas más horas de las debidas a consecuencia de una tremenda borrasca. Había subido al vagón con molestias gripales. Aterido por el frío, vencido por la fiebre, casi delirante, pude a duras penas trasladarme al hotel al llegar a Varsovia. En la recepción me volvió a atender, y de nuevo con el cigarrillo en la boca, la misma anciana de la noche anterior. La saludé con entera confianza, le dije que si no dejaba de fumar su salud seguiría siendo mala, que a esa hora debería estar ya durmiendo. Me respondió algo en polaco y me quedé horrorizado al descubrir que no era mi abuela. Pasé el día siguiente en cama por indicaciones del médico. Comencé a escribir un cuento en torno a la afiebrada confusión entre aquella mujer polaca y mi abuela. Traté de reproducir el delirio del día anterior a partir del momento en que subí al tren en Lódz. Advertí que extraía de mí una nueva tonalidad y, también lo más importante, que me aproximaba a una operación fundamental, romper el cordón umbilical que me unía con la infancia.