Abril-Junio 2006, Nueva época Núm.98
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Trimestral


 

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Barcelona
22 de junio de 1969
  Para Rodríguez Prampolini, este reconocimiento le causa mayor alegría que el Premio
  La una de la mañana. Llueve. Mi minúsculo cuarto atrapa todos los ruidos del barrio. Hoy por la tarde depresión muy aguda, temblores. No volveré a beber. Debe ser la cruda de una monstruosa borrachera de coñac o de algún licor aborrecible que me hicieron pasar por coñac. Después de instalarme en el hotel salí y me metí en todos los bares de la ciudad cercanos al hostal. Excitación sin límite ante la vitalidad nocturna de la ciudad. Caminé sin parar por las Ramblas y la calle de Escudillers, empujado por la curiosidad o más bien por la necesidad de ir conociendo el que durante los próximos días va a ser mi barrio. No he podido aún meter la mano en Cosmos. Escribí dos cartas: una a Neus, otra a Díez-Canedo, dándoles mi dirección para los cheques que espero.

El viaje a España fue muy emocionante. A medida que el tren se iba acercando a la frontera, las canciones del Quinto Regimiento, que unos muchachos cantaban en un compartimiento vecino, llegaban al mío. Comencé a hablar tonterías con una chica francesa desdentada y rolliza sentada frente a mí para romper el clímax. Collioure, Perpignan, Argeles, nombres oídos tantas veces a don Manuel Pedroso, a Max Aub, a Garzón del Camino, a Ara y María Zambrano: emoción en aumento. Al llegar a la frontera odiaba ya para siempre a la francesa a quien le faltaban dos dientes delanteros, por el desdén con que se expresaba de los españoles y de sus canciones.

“Para nosotros son sólo primitivos, creen que con sus canciones van a salvar al mundo, hagan lo que hagan serán sólo primitivos”, y al decirlo sonreía con los labios plegados, como la Gioconda, para ocultar la oquedad bucal.

Sí, mi barrio es muy animado, está bien, aunque me parece que se les pasa la mano.
Algo me dice que ésta no es mi ciudad. La encuentro excesivamente ruidosa, ensordecedora, delirante en su hiperactividad. A un lado de mi hostal la guardia civil detuvo hoy por la tarde a dos hippies y los golpearon de manera brutal. Un grupo de ellos se pasea con frecuencia por el rumbo. Mezcla de rostros inteligentes y delicados con otros en extremo bárbaros: jóvenes de ambos sexos muy bien trajeados con blusas y chaquetas afganas, indias o nepalesas al lado de otros que cubren sus carnes casi con harapos; alemanes, ingleses, franceses, nórdicos; casi no hablan con los españoles. Se reúnen en el Dingo, un bar situado a un lado de la Plaza Real, a un lado también de mi hostal. Mi cuarto me retrotrae, por su modestia, a la Via Vittoria, Roma, 1961. Por lo visto, ni maduro ni progreso.