Año 15 No. 633 Abril 11 de 2016 • Publicación Semanal

Xalapa • Veracruz • México

Pitol y Reyes, titanes de la literatura mexicana 

Contenido [part not set] de 40 del número 633

Susana Castillo Lagos

La distinción del Premio Internacional «Alfonso Reyes» 2015 a Sergio Pitol es motivo de celebración para quienes lo conocen ya sea como sus lectores o porque han tenido la oportunidad de trabajar a su lado. Tal es el caso de los escritores Agustín del Moral, Luis Gastélum y Javier Ernesto Núñez, quienes compartieron con Universo sus puntos de vista acerca de Pitol, los vínculos entre éste y Reyes, así como algunas anécdotas.

Agustín del Moral, uno de los editores fundadores de la colección Biblioteca del Universitario, publicada por esta casa de estudios y dirigida por Sergio Pitol, celebró de forma particular el suceso.

«Quiero referirme al Premio Internacional ‘Alfonso Reyes’ a Sergio Pitol a partir de –digamos– un hecho. Cuando Sergio Pitol tomó en sus manos la dirección de la Biblioteca del Universitario, decidió iniciar la colección con una breve antología de Alfonso Reyes (preparada y prologada por Manuel Sol). La decisión tuvo una razón especial: el respeto, el aprecio y la admiración que Sergio siente por Reyes.

«En lo personal, como coeditor de la colección, me tocó iniciar las negociaciones para obtener los derechos. Hablé con la señora Alicia Reyes, directora de la Capilla Alfonsina y nieta y heredera patrimonial de los derechos de autor de Reyes. Luego de explicarle los objetivos de la colección (destinada a los estudiantes de la Universidad Veracruzana, en particular a los de nuevo ingreso, a quienes se les entregaba de manera gratuita, dejando un pequeño stock que se vendía a 30 pesos el ejemplar; es decir, se trataba de una colección sin fines de lucro, destinada a difundir entre los estudiantes lo mejor de la literatura universal) y compartirle el deseo de Pitol de iniciar la serie con este humanista, la respuesta de la señora Reyes fue más que generosa: nos cedió los derechos de manera gratuita; la única condición que puso fue que le enviáramos 25 ejemplares del libro.

«Recuerdo también que cuando se realizó el Primer Festival de la Lectura, en 2009 aquí en Xalapa, la señora Reyes envió como su representante –si mal no recuerdo– a su hijo, un joven de 20 o 22 años que, en nombre de la familia, agradeció la distinción que para ellos significaba el hecho de que la Biblioteca del Universitario hubiese comenzado con una selección de escritos de su bisabuelo, y reconoció la labor editorial de la UV. Ahí, en el acto inaugural, todos los directamente involucrados en la Biblioteca del Universitario, Pitol en primer lugar, tuvimos la oportunidad de agradecerle al joven representante de la familia Reyes la solidaridad y la generosidad que habían tenido con la Universidad Veracruzana.

«Así que aunque no puedo hablar por él, creo que Sergio debe estar muy contento por recibir el premio que lleva el nombre de su admirado escritor, cuyos herederos, además, lo distinguieron al ceder los derechos de
la antología de Reyes con que la Biblioteca del Universitario inició con el pie derecho.»

Respecto de esta distinción, el escritor sonorense Luis Gastélum –quien en su más reciente libro Pasajeros con destino. De escritores y otros viajeros dedica un texto a Pitol–, escribió: «Sergio Pitol sigue siendo un viajero errante.

Aunque ahora sus viajes los hace de memoria, toda su obra registra a un gran viajador, gozoso. En ella va y viene desde su niñez a su vida de diplomático, atravesando los parajes de su juventud. Su obra, casi toda, es como una autobiografía oblicua, como él mismo dice. Un perpetuo vivir en fuga. Siempre en busca de la madurez. Un mundo elegido por él mismo, en el que decide buscarse y enriquecerse, en un perpetuo traslado, en un sentido no sólo material sino también espiritual, como escribió García Ponce.

«El viaje le daba la posibilidad de sentirse dueño de sí mismo, solo, responsable de sus actos: soltar amarras, enfrentarse sin temor al amplio mundo y quemar sus naves, fueron operaciones que en sucesivas ocasiones modificaron su vida y, por ende, su labor literaria, como reconoce él mismo, y en esos años de errancia se conformó el cuerpo de su obra.

«Pero el punto de partida, o de fuga, como se quiera ver, es siempre la memoria, los recuerdos, sobre todo los de su niñez y donde la vivió, el recuerdo de los orígenes y su experiencia de adulto, como un rompimiento, pero también como el momento en que el escritor y el hombre se reconocen y asumen su mundo, como él mismo lo ha definido: todo el océano de imágenes alguna vez percibidas que salen instintivamente de alguna parte de la memoria porque todo flota allí como dentro de un caldero, ‘yo –ha dicho el autor de El arte de la fuga y Soñar la realidad– sólo elijo’.

«También Alfonso Reyes hizo del viaje un gran capital que impregnó toda su obra. Entonces, nada mejor que el premio que lleva el nombre de regiomontano universal para poner a Reyes y Pitol en un cruce de caminos de dos titanes de la literatura mexicana.»

Desde Argentina, Javier Ernesto Núñez, ganador del Premio Latinoamericano de Primera Novela «Sergio Galindo» edición 2012, otorgado por la Editorial UV, compartió con Universo su sentir a través de este texto.

«Me alegra el reconocimiento para el maestro, un escritor exquisito. Mi primer acercamiento a Pitol, como no podía ser de otra manera, tuvo lugar en una ciudad ajena cuyas esquinas habrían de grabarse para siempre en mi memoria. Si hay un azar que determina a un escritor y su literatura, hay otro, acaso, igualmente indescifrable: el del encuentro de un lector con cierta obra. Porque si bien podría haberme asomado a la narrativa de Pitol en cualquier parte, lo cierto es que lo hice en una tibia tarde de Xalapa, a miles de kilómetros de mi casa. Y probablemente no haya mejor forma de acercarse a él que ésa que a mí me tocó: en pleno viaje, forjando mi propia memoria de calles extrañas, tejiendo los recuerdos a los que acaso pretenderé volver alguna vez.

«Creo que pocos autores han hecho un arte de la trashumancia y han construido, como él, un universo narrativo tan singular con las huellas que dejaron en la memoria las ciudades que había recorrido, los autores que lo habían encantado, la música que supo maravillarlo, las personas que llegó a conocer. Leer a Pitol es, también, dejarse llevar a través del tiempo y la distancia y aceptar la guía inestimable de un narrador infatigable que hace, en cada página, una fiesta de la literatura. Y que nos convoca línea tras línea para no perderle el paso.

«Si uno, como él escribió alguna vez, es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas; si uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios; si uno, en definitiva, es una suma mermada por infinitas restas, no me cabe duda que leer a este escritor inmenso, inquieto y singular es parte de esa suma que somos. Sin lugar a dudas, es parte de la suma.

Y no nos queda sino estarle agradecidos, y celebrarlo en cada oportunidad y en cada lectura.»

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