Discurso pronunciado por Maximiliano Sauza Durán, egresado de la Licenciatura en Arqueología, tras recibir el Premio “Arte, Ciencia, Luz” al mejor trabajo recepcional 2016
Un poema que algunos autores adjudican al simbolista francés Arthur Rimbaud cuestiona del siguiente modo: “¿Qué pasaría si un trozo de madera descubre que es un violín?”.
Se lo pregunto a ustedes, ganadores del Premio “Arte, Ciencia, Luz”, y a toda la comunidad universitaria, pues nuestra alma mater hoy conmemora a los trabajos recepcionales que, según el jurado pertinente a cada área de conocimiento, han sido merecedores de obtener dicho galardón.
No sé hasta qué punto mi propio trabajo representa arte, ciencia, ni mucho menos sé si irradia luz. A final de cuentas, admitámoslo, nuestros trabajos serán consultados por gente que estudia nuestra misma carrera y que se remitirá, sin vacilar y si bien nos va, al capítulo de antecedentes de investigación.
“El arte permite llegar a la verdad”, decía el filósofo alemán Martin Heidegger. La ciencia es, por otro lado, la experiencia razonada, la prueba empírica: la articulación del método con la teoría. ¿Y qué es la luz, entonces? La verdadera luz es –toco madera si erro– el lenguaje. Las palabras que se unen y se bifurcan, que juegan y se descubren. No por nada Carlos Fuentes dijo que “El lector del Quijote es siempre el primer lector del Quijote”. La luz cambia y nosotros cambiamos en ella: la luz es el río y nosotros somos Heráclito. Siempre cambiantes y siempre los mismos.
Al entrar a la Universidad Veracruzana, muchos de nosotros comenzamos como trozos de madera, y hoy hemos descubierto que podemos ser violines. Borges escribió: “Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras: los astros y los hombres vuelven cíclicamente”. Cada año ese brillar se conmemora en nuestra casa de estudio. Cada año se dan cuentas de que el arte, la ciencia y, sobre todo, la luz nunca dejan de existir. Y más en un Veracruz y en un México carcomidos por un Saturno que jamás se hastía de devorar a sus intelectuales más brillantes y a sus artistas más prodigiosos.
Afortunadamente tenemos la herramienta principal para develar y confrontar nuestras realidades y atropellos. Tenemos la palabra, y tenemos, especialmente, cierta luminosidad de nuestro lado.