Año 15 No. 623 Diciembre 14 de 2015 • Publicación Semanal

Xalapa • Veracruz • México

Bernardo García Díaz ingresó a la Academia de la Historia de Cuba

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Para el investigador de la Universidad Veracruzana, son los pecadores y no los héroes quienes unen a las naciones

«Es un estímulo para seguir trabajando la historia cubana aún conmayor profundidad”

Karina de la Paz Reyes

El historiador del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIHS) de la Universidad Veracruzana (UV), Bernardo García Díaz, recibió el título como Miembro Correspondiente Extranjero de la Academia de la Historia de Cuba, la máxima institución en la materia de la mayor de las Antillas. Para él, son los pecadores quienes unen a las naciones y no los héroes, una muestra de ello está en la relación de México con Cuba, concretamente de Veracruz con La Habana, cuya vinculación es principalmente a través de la cultura popular.

“No son los inmaculados héroes de la patria, llámese (Benito) Juárez o (José) Martí, sino gente como Benny Moré y Agustín Lara, los que unen a los pueblos”, enfatizó en entrevista con Universo, días antes de recibir su nombramiento en La Habana.

Es más, esta idea la dejó asentada en el discurso que leyó ante la Academia, en la ceremonia de recibimiento del título el jueves 26 de noviembre: “Si me he extendido en la impronta cubana estampada en la cultura popular veracruzana, es porque coincido con Eliseo Alberto, quien llamaría la atención sobre la relevancia de los ‘descarados ídolos de la cultura popular’, tales como Benny Moré, para unir a los pueblos, más aún que los inmaculados héroes patrios. Incluso él afirmaba estar convencido de que lo que unía verdaderamente a los pueblos eran sus pecadores, no sus santos. Me parece que no andaba tan extraviado”.

García Díaz inició sus trabajos de investigación sobre el puerto de Veracruz en la década de los ochenta, y uno de los temas que afloró fue la relación de éste con Cuba, sobre todo con La Habana.

De ello abundó en su discurso ante la Academia: “El mar nos separa ahora, pero no siempre fue así. En siglos pasados el mundo era más náutico y las corrientes marinas no eran un obstáculo sino un camino. De ahí que Veracruz y La Habana intercambiaran, durante las centurias coloniales, año tras año sus naves, su gente y sus costumbres, sus próceres de la cultura y de la vida política, y también sus pillos, en una época en que el tránsito humano era más marinero y Veracruz se volcaba con mayor intensidad rumbo a la cuenca del Golfo y el mar Caribe que hacia tierra adentro”.

La Academia de la Historia de Cuba
En octubre de 2010, el Consejo de Estado de la República de Cuba acordó el restablecimiento de la Academia de la Historia de Cuba, una institución que en su anterior existencia llegó a tener 52 años desde que se creó, en 1910. Es decir, reapareció al cumplirse el centenario de su fundación, indica su página oficial www.academiahistoria.cu

Se trata de la máxima institución de la historia en Cuba, integrada con los mejores historiadores de la isla, y a su vez ellos escogieron colectivamente a 19 representantes de diferentes partes del mundo, con alta calidad académica e investigaciones relacionadas con la mayor de las Antillas.

Entre los historiadores que han ingresado a la Academia con el título de Miembros Correspondientes Extranjeros, está el caso de Consuelo Naranjo Orovio, profesora-investigadora del Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la mayor institución pública dedicada a la investigación en España y la tercera del continente europeo.

Además, el historiador francés Paul Estrade, quien es especialista de la historia de Cuba en el siglo XIX y del pensamiento y obra de José Martí, así como Profesor Emérito de la Universidad de París VIII; Michael Zeuske, del Instituto Histórico, División de América Latina Ibérica de la Universidad de Colonia, Alemania, y Piero Gleijeses, profesor de política exterior de Estados Unidos en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados, de la Universidad Johns Hopkins, Baltimore, Estados Unidos.

Cada una de estas personalidades paulatinamente tendrá su ceremonia de ingreso a la Academia, y el 26 de noviembre tocó el turno al investigador del IIH-S de la UV, Bernardo García Díaz. El acto se desarrolló en el Aula Magna del Colegio San Gerónimo, de la Universidad de La Habana.

“Todos ellos son muy buenos, es un honor para mí estar dentro de este grupo. Voy a aprender mucho. Es algo que me llena de gusto”, expresó el historiador de la UV. “El ingreso a la Academia me compromete a continuar con investigaciones relacionadas con Cuba. Es un estímulo para seguir trabajando la historia cubana aún con mayor profundidad”, añadió.

La cubanía del puerto de Veracruz
En su discurso ante la Academia de la Historia de Cuba, García Díaz relató de manera sucinta cómo llegó a convertirse en un especialista en la relación Veracruz-La Habana. Habló, entre otros temas, de la migración cubana entre fines del siglo XIX y principios del XX, agrupación que se concentraría notablemente en la región del Golfo y el Caribe.

“Y el estado de Veracruz sería la entidad mexicana que recibiría el mayor número de antillanos”.

Más adelante precisó: “Esta migración sería la responsable de la cubanía del puerto jarocho, de su impronta Caribe, evidente en su gracejo, en su pasión por el ritmo y extroversión que lo singulariza hasta la actualidad, entre los puertos de México.

”Cuando nos remitimos a las influencias musicales debemos acudir al danzón, que hace su aparición oficial en Matanzas en 1879, y que para el año siguiente se escucha ya en la Plaza de Armas de Veracruz. Cinco décadas más tarde, en 1927, llega con estrépito de tropical tormenta el Son Cubano de Marianao, conjunto habanero que haría furor y que marcaría la introducción de la música mulata del son montuno.

”Pero no sólo la pareja del danzón y el son harían fortuna, sino otros ritmos como la guaracha, la rumba y el guaguancó, que sonarían sobre todo en los carnavales. Veracruz se convirtió en la patria de los ritmos cubanos y en la cabeza de playa para irradiarlos al resto de la nación.”

El punto de partida de las investigaciones al respecto por parte del investigador de la UV iniciaron en la década de los ochenta, con la escritura de la obra El puerto de Veracruz (que vio la luz en 1992). “En ese volumen tuve que escribir un apartado denominado ‘La Cubanía del puerto’, no contemplado originalmente, pero que la realidad histórica me imponía tratarlo”, expresó ante la comunidad académica cubana.

Admitió: “Pero no fue sino dos décadas más tarde –cuando me incorporé en un proyecto internacional– que comencé realmente a comprender en toda su complejidad, riqueza y matices, el extraordinario proceso de construcción de una identidad común entre Cuba y la provincia de México llamada Veracruz”.

Se trató del libro La Habana/Veracruz. Veracruz/La Habana.

Las dos orillas (2002), coordinado por él y su colega Sergio Guerra Vilaboy, de la Universidad de La Habana. La obra tuvo buena acogida, tan es así que se agotó y fue reimpresa en 2010.

En ambos casos la publicación fue realizada por la Editorial de la UV. Además, obtuvo el Premio en Ciencias Sociales 2004 de la Academia de Ciencias de Cuba.

Más adelante publicó De la Huasteca a Cuba. La otra expedición revolucionaria, 1957-1958 (2008); también ha publicado distintos ensayos sobre la música cubana; actualmente está iniciando un proyecto sobre la historia social y urbana de la ciudad de La Habana en la primera mitad del siglo XX.

Para él, en la primera mitad del siglo XX el sello cubano “marcó como nunca el latir del puerto de Veracruz”, sin embargo lamentó que en la actualidad se ha diluido mucho la relación entre La Habana y Veracruz, “aunque no del todo, porque quedó un legado en la cultura popular”.

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