Año 15 No. 629 Febrero 29 de 2016 • Publicación Semanal

Xalapa • Veracruz • México

Necesario, sensibilizar sobre uso del diccionario

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David Sandoval Rodríguez

José Luis Martínez Suárez, director del Área Académica de Humanidades

José Luis Martínez Suárez, director del Área Académica de Humanidades

El uso del diccionario se asemeja al uso de otros textos canónicos que ofrecen información diversa, son consultados cuando deben sacarnos de un problema, pero permanecen como desconocidos, apuntó José Luis Martínez Suárez, director general del Área Académica de Humanidades.

“Por lo regular al diccionario le ocurre lo mismo que a la Constitución Política o los códigos civiles: sólo acudimos a ellos cuando tenemos el problema encima.

No se trata de tomar un diccionario para leerlo página tras página, sino de establecer un contacto con él y sus distintos tipos.” Reconoció que en el sistema educativo, desde el jardín de niños hasta el nivel superior, es necesario un programa de sensibilización respecto de lo que representa un diccionario.

A pesar de que la Real Academia Española tiene una página de Internet conectada con todas las academias de la lengua de habla hispana, e incluso dicho sitio tiene un diccionario en línea que es fácil de consultar, hay muchas personas que ignoran su existencia.

“Un diccionario es un texto canónico de consulta, como una enciclopedia, pero como se ha creado todo un rito en torno de él, hay personas que detestan este tipo de texto, otras lo ignoran y unas pocas que lo siguen consultando, por ello es que tenemos que hacer un ejercicio de sensibilización con este tipo de textos.”

Martínez Suárez refirió además que Nicholas George Carr, periodista e investigador, publicó en 2011 Superficiales ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, donde detalla cómo se ha modificado el cerebro debido al uso de Internet y enfatiza la diferencia entre el lector que es migrante digital, es decir, que llegó a utilizarla, con el nativo digital, aquel que nació posterior a la plataforma electrónica.

El migrante digital asemeja a un buzo en el momento de la lectura. Baja al fondo y ahí comienza a elegir lo que necesita pero observando la totalidad, es una inmersión completa. En cambio, el nativo digital navega en la superficie y va tomando fragmentos para colocarlos en su pantalla, entonces no lee textos completos y a través de cortar y pegar integra una unidad pero es ficticia, ésta es una característica del lector actual.

“Si leemos fragmentariamente, pensamos fragmentariamente, comprendemos fragmentariamente y simulamos un efecto comunicativo, eso me parece gravísimo. Quienes damos clases nos damos perfecta cuenta: ya no se toman apuntes, se toman fotografías si uno usa el pizarrón, hay personas que no llevan cuadernos a la universidad.”

El académico opinó que una posible respuesta a la situación no está en hacer un canto al pasado, una “oda al diccionario”; el énfasis debe estar en buscar un equilibrio entre la tecnología y la lectura. “Tenemos ahora un acceso al conocimiento como jamás en toda la historia de la humanidad se había tenido, y ahora tenemos el desconocimiento más absoluto de que está ahí”, observó.

Incluso existen instituciones educativas como la Universidad de Oxford que a nivel mundial han creado amplias bibliotecas electrónicas; asimismo, en la Veracruzana se trabaja para digitalizar su catálogo, no obstante se utiliza poco.

Es posible capitalizar la facilidad y la comprensión del funcionamiento de los aparatos que tienen los niños en la actualidad, quienes saben utilizar un teléfono móvil, por ejemplo: “Ahí existe una potencialidad que tenemos que emplear para programas de sensibilización en el uso de diccionarios”.

En las experiencias educativas que imparte en la Facultad de Letras Españolas, propone el uso de un diccionario etimológico famoso, de Joan Corominas, que presenta las palabras del español desde la primera vez que se utilizaron, “lo más importante es que rescata matices perdidos de un vocablo”.

Hay otro volumen, el Diccionario Ideológico de la Lengua Española, que permite articular por campos semánticos diversos vocablos y ello facilita el trabajo en caso de elaborar un discurso. La pobreza del lenguaje que caracteriza a la comunicación joven ahora es muy grande, se utilizan palabras conocidas como supernónimos, cuyo uso puede tener numerosos significados a partir de la entonación, explicó.

“Son semejantes a comodines, por ejemplo las palabras ‘rollo’, ‘padre’ u otras en inglés como ‘cool’ o ‘freak’ y todo mundo entiende”. Por otro lado, el énfasis en el sistema educativo con respecto a la enseñanza del español ha sido preceptivo y normativo en términos lingüísticos, lo que termina “creando un diálogo de sordos, porque es repetitivo si tomamos en cuenta la cantidad de cursos de español que lleva una persona desde la primaria hasta la universidad”.

Para evitar caer en esta repetición se debe capacitar de manera adecuada a los profesores de los diferentes niveles educativos, pues sucede que ellos mismos desconocen el uso del diccionario y forman a los alumnos a través de la memorización y la repetición de reglas, no a través de la lectura y mucho menos la lectura en voz alta, que antes se impartía como prosodia y ha dejado de existir.

“Ello no quiere decir que memorizar sea malo, al contrario, permite aplicar un conocimiento cuando se hace necesario”, advirtió; sin embargo, el efecto que produce en los estudiantes es de rechazo, generando con ello el desconocimiento del lenguaje.

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