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Cuando
hablamos de Día de Muertos nos viene a la cabeza la infinita
variedad de altares, de acuerdo a la región a la que pertenecen,
que se colocan en esta fecha para conmemorar a los difuntos. Son
altares llenos de vida para recordar a los muertos, con los productos
más variados que podamos imaginar, lo que le da un toque
bastante atractivo a la celebración.
Sin embargo, nos olvidamos de uno de los sitios más interesantes
de la fiesta de los difuntos: los cementerios. Éstos permanecen
abandonados |
prácticamente
todo el año, tristes y sucios, pero durante los últimos
días de octubre adquieren un carácter festivo, pues
se visten de color y de alegría, ya que representan uno de
los lugares más importantes dentro de la fiesta de los muertos.
Podemos decir que los ritos de Todos Santos giran en torno a tres
lugares: la iglesia, donde el pueblo acude a orar por los muertos;
la casa, donde la celebración adquiere un carácter
mas íntimo entre los familiares y además se coloca
el altar; y por supuesto el cementerio, donde se llevan a cabo diversas
actividades en honor de los finados.
Aproximadamente dos semanas antes de la fiesta de Día de
Muertos la gente acude a limpiar las tumbas de sus parientes, las
lava, las pinta y les coloca una primera ofrenda floral, así
como las primeras veladoras; incluso entre el 28 de octubre y el
2 de noviembre, en los panteones hay niños que ofrecen su
ayuda para realizar la limpieza a cambio de unos cuantos pesos.
El 1 de noviembre los cementerios se llenan de personas que acuden
a visitar a sus familiares difuntos; en este día una enorme
cantidad de flores y de veladoras invade el cementerio, lo que hace
que al caer la noche las sepulturas se bañen de un juego
de luces.
El 2 de noviembre, es el más importante en la celebración,
ya que es cuando llegan “los grandes”, y por lo tanto,
también es la fiesta grande en el cementerio, a donde se
acude a dejar la última pero principal ofrenda, constituida
por las flores que estuvieron en el altar, las coronas de papel
encerado y el resto de las veladoras.
Luego de acudir a misa, en varias regiones de México la gente
acostumbra llevar alimentos a los cementerios, una comida en la
que el principal invitado a la mesa es precisamente el pariente
que ya no está. En esta misma fecha, en algunos lugares todavía
se acostumbra celebrar una misa en los cementerios para orar por
los difuntos y después el padre bendice las sepulturas.
También hay regiones, como en Michoacán, donde la
gente pasa la noche completa en los panteones conviviendo con los
muertos; ahí la gente come, reza, convive y se embriaga.
En otros lugares, como en Naolinco, los cementerios se llenan de
música, y mediante cantos cristianos conocidos como “alabados”
se pone un toque de festividad, en una especie de serenata nocturna
para los finados.
La importancia del cementerio se refleja en su participación
dentro del culto a los muertos. Es en muchos sitios el centro de
la celebración y representa el principal punto de convivencia
entre los vivos y los muertos. Es así como durante la fiesta
de Todos Santos los cementerios se iluminan y se llenan de color,
mañana volverán a su abandono habitual.
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