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partir de la conquista española el objetivo de las políticas lingüísticas
en el país y en América Latina ha sido y es la castellanización.
En 1512 se promulgó la legislación de Indias, compilada en las Leyes
de Burgos, que ordenaba que los colonizadores tuvieran en su poder
cincuenta indios o más y se encargaran de la salvación de sus almas
y los usaran para labores útiles, además debían ser redimidos de
sus costumbres sociales, hábitos de vida y espíritu religioso.
Se mandaba cambiar la indumentaria de los indios para que vistieran
como las “personas de razón” y prohibieron la poligamia; se les
debía enseñar las reglas de la fe católica, los rezos, y el castellano,
adiestrando a maestros nativos para que enseñaran a los demás “naturales”.
Esta legislación acerca del cambio de costumbres fue confiada en
primera instancia a los encomenderos, administradores españoles
que tenían el derecho a los servicios personales de los nativos.
Pero sus objetivos como colonizadores fueron el acumulamiento de
riqueza, la explotación y el bien propio, además de que no estaban
preparados para educar, por lo que esta tarea fue puesta en manos
de los misioneros. Uno de los fines fundamentales de la conquista
fue el religioso, convertir a los pueblos nativos en cristianos.
La Corona encomendó esta empresa a los clérigos, quienes llegaron
preparados intelectualmente para estudiar las gramáticas de las
lenguas vernáculas, sabían, además del castellano, el griego, latín,
y algunos conocían el hebreo y el arameo; tenían como antecedentes
la influencia de los eruditos humanistas de Europa, fomentada por
el reinado de Isabel en España con la ayuda del arzobispo Cisneros,
quien fundó la Universidad de Alcalá, ahí dirigió la edición políglota
de la Biblia (latín, griego, hebreo). Los estudios humanistas estaban
orientados a conocer las lenguas de la antigüedad, el conocimiento
lingüístico adquirido fue aplicado a las lenguas del Nuevo Mundo.
Las gramáticas, vocabularios, reglas ortográficas y traducciones
de los idiomas indígenas se realizaron con base en el estudio de
las lenguas clásicas, sobretodo el latín (algunos de los frailes
que hicieron trabajo lingüístico son Fray Andrés Olmos, Fray Antonio
Rincón, Fray Alonso de Molina, Fray Horacio Carocho, entre otros).
Otra herramienta lingüística como antecedente importante para los
misioneros fue la Gramática de Nebrija –Elio Antonio de Nebrija,
historiador real, “nacionalizó” el castellano con su gramática,
recomendaba que se enseñaran las “cosas de la nación” en el idioma
de al nación–, que fue presentada a Isabel por el obispo Ávila en
1492, la cual fue el estatuto determinante que establecería la política
oficial de los reyes respecto del idioma; es decir, el castellano
como la norma lingüística de la península hispánica y en sus dominios.
Sin embargo, los misioneros encargados del proyecto educativo, capacitados
lingüísticamente, advirtieron que la mejor vía para cristianizar
a los nativos era a través de sus propias lenguas, pero era necesario
aprenderlas para transmitir el evangelio. Comentarios: canek0@lycos.com
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