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Año 13 • 560 • Mayo 6 de 2014 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Jugar billar es una de sus aficiones

Escritor y científico chiapaneco

Quien no aprecia el arte tiene ceguera de corazón: Balam Rodrigo

La poesía "nos devuelve la humanidad, nos recuerda y nos instala justo en la médula de la condición humana", aseguró

Empezó a escribir textos literarios alrededor de 1996, primero cuentos y después novelas (tiene dos inéditas y una más en proceso)

Para 2003, cuando estaba en la Maestría en Ciencias Biológicas, se inclinó por la creación literaria. Comenzó a escribir poesía en ese año. Su primer libro se publicó en 2005 y de ahí a la fecha lleva 13

"Pensé mucho en el lector cuando escribí este libro, para que se acercara a la fotografía, a la poesía y a otras formas de arte"

Jugó futbol en las reservas de Pumas de la UNAM y futbol rápido en el equipo profesional Meave

Karina de la Paz Reyes

Balam Rodrigo se perfilaba para ser un científico o quizás un divulgador de la ciencia, pero el epígrafe de un ensayo de paleontología lo llevó a ser poeta, oficio que, según él, "nos devuelve humanidad, nos recuerda y nos instala justo en la médula de la condición humana". Porque la poesía es "el reflejo, a través del lenguaje, de la profunda condición humana en todas sus manifestaciones, desde las más sublimes o sagradas, hasta las más terribles o hedónicas, y todo lo que hay en medio".

El escritor originario de Chiapas, desde muy pequeño se introdujo en el mundo de la literatura, que lo remite "al placer, al gozo, a una pasión". Y ahora que escribe, a un oficio.

Balam Rodrigo inició su hábito por la lectura a los seis años, por lo cual tiene más de 30 consumiendo las historias, novelas, poemas, cuentos, biografías y demás sucesos que relatan los libros.

"Empecé como lector a los seis años, y mi libro completo lo leí a los siete, que es La vida inútil de Pito Pérez de José Rubén Romero. Libro que me influyera muchísimo y que sirviera para las cosas que después iba a escribir. Ese libro fue muy importante para mí", expresó en entrevista para Universo.

Aunque en su casa no había muchos libros, fueron los suficientes para los cimientos de un lector, y posteriormente un poeta y narrador.

"Soy de un pueblo muy pequeño que se llama Villa de Comaltitlán, donde en realidad no había ni siquiera una biblioteca como tal. Era un estante con un puñado de libros, todos ellos viejos. Creo que había más libros en mi casa, donde no encontrabas más de 30 o 40."

Otros títulos que rememoró de la biblioteca familiar son La Biblia, El Cantar de Mío Cid, El Popol Vuh, Canek de Ermilo Abreu Gómez y El anticristo de Friedrich Nietzsche (tan sólo este último lo leyó a los 10 años).

Sus padres disfrutaban mucho de leer, sobre todo su mamá. Ella le puso su segundo nombre en honor a Rodrigo Díaz de Vivar cuya vida inspiró El Cantar de Mío Cid.

En el caso de su padre, relató que era vendedor ambulante (de estantes para las tiendas, botiquines de metal, cajitas para tornillos), pero llevaba siempre consigo un libro, sobre todo de temas políticos y policiacos.

"Yo era el único que leía (de los ocho hijos). Entonces mi papá vio eso, y como yo era un muchacho muy inquieto, muy travieso, me compraba libros cuando viajaba, o revistas y cosas que me interesaban; Julio Verne me gustó mucho. Eso me inclinó a estudiar biología."

¿Cómo se introdujo a la creación literaria y poética?
Eso fue hasta que migré al Distrito Federal. Ahí estudié (biología) en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y una de las cosas que me maravilló fue que tenía la Biblioteca Central.

Entonces yo tomaba mis clases de biología, trabajaba y me iba durante horas a la Biblioteca Central a leer. Era un oasis para mí, porque siempre había querido leer y donde yo vivía no había libros. Con el tiempo comencé a escribir algunos ensayos de divulgación científica que publiqué en revistas (también hizo paleobotánica y paleontología alrededor de siete años).

Pero la Biblioteca Central me abrió todo un mundo que no estaba a mi alcance, y también las librerías de viejo, donde yo podía comprar libros a precios más o menos accesibles.

¿Cómo llegó a la poesía?
Leyendo a un famoso divulgador de la ciencia, paleontólogo, Stephen Jay Gould. Él tiene extraordinarios libros de divulgación científica, y uno de sus ensayos llevaba un epígrafe de un poema que se llama 'Ajedrez', de Jorge Luis Borges. Entonces yo quise saber quién era ese Borges. Y Borges me llevó, por ejemplo, a (Thomas Stearns) Eliot, (Stéphane) Mallarmé, Valeri (Yákovlevich Briúsov) y a varios poetas que yo desconocía totalmente.

Después comencé a leer poesía mexicana y de mis paisanos chiapanecos. Empecé a buscar sus libros, pero guiado por el gusto, simplemente.

Con tal camino recorrido, ¿qué es poesía para usted?
Es una forma de ver y entender el mundo, y de manifestarlo a través del lenguaje; yo no creo que sea solamente un oficio de un profeta, o alguien elegido por los dioses o por las musas. En mi caso es por una pasión lectora.

He publicado mayormente poesía porque es un género en que yo me siento muy cómodo. En la poesía yo leo el mundo, y aunque muchos hablan de embellecer el lenguaje y de más, en las cosas más atroces o más terribles también
está la poesía.

Creo también que la poesía, como forma de arte, nos devuelve humanidad, nos recuerda y nos instala justo en la médula de la condición humana. Eso es lo que yo creo que es la poesía: el reflejo, a través del lenguaje, de la profunda condición humana en todas sus manifestaciones, desde las más sublimes o sagradas, hasta las más terribles o hedónicas, y todo lo que hay en medio.

Entonces, ¿la poesía presta un servicio a la humanidad?
Más que un servicio, el del poeta es un oficio. Yo me concibo como escritor, no sólo como poeta, porque escribo ensayo, narrativa, cuento y demás (lo más publicado es poesía).

Pero la poesía es un oficio como es el de ser taxista o periodista. Eso también nos recuerda que es un trabajo que tiene que hacerse bajo una ética. Y obviamente como forma de arte, bajo un fin estético.

¿Para quién está pensada su poesía?
Lo que yo considero como poesía lo escribo, eso se publica y el resultado es la parte social. Ahí está la verdadera comunicación con el lector, porque eso sí, yo sí escribo para que me lean.

Me siento muy contento cuando alguno de mis versos, poemas o libros llegan a un lector insospechado –que no es ni mi amigo, ni mi papá, ni mi mamá, ni mi esposa, ni mis hijos, ni mis hermanos, ni mis compañeros escritores– y se acerca a mí no sólo para pedirme que se lo dedique, sino para decirme "leí el libro" o "este libro me introdujo a la poesía".

Ahí está la comunicación y esto que es tan importante: el vínculo del poeta con lo social. Porque ésta es la parte esencial, sin eso no tiene sentido escribir.


La casa de su infancia, en Villa de Comaltitlán

¿Hay algún mensaje en su obra?
Tiene distintos mensajes, pero el principal es que se sientan identificados, en el sentido humano, con lo que yo escribo. Tanto por lo amoroso, por la historia que ahí digo, por lo que yo proyecto. En ese sentido somos también el otro. Y la poesía y el arte son espejos en los que todos nos reflejamos.

Es decir, que cuando lo lean, sea un espejo en el que se sientan reflejados, y que cualquiera pueda reflejarse en ese espejo. Puede ser entendible o no, porque la poesía es un lenguaje muy particular, y la hay desde muy coloquial y sencilla, hasta la que no es rebuscada pero sí con una manera distinta de manifestarse.

¿Cómo clasificaría su obra poética?
Lo que pasa es que he escrito de muy distintos temas, desde el que podría considerarse de compromiso social, el amoroso, el neologista (de lenguaje rebuscado), hasta coloquial y visual. No soy un poeta que se encasilla en algunos de estos tipos de poesía.

Por ejemplo, en el último libro que tengo, Braille para sordos (premio único de poesía en el Certamen Internacional de Literatura 'Sor Juana Inés de la Cruz'), publicado por el Gobierno del Estado de México (http://ceape.edomex.gob.mx/sites/ceape.edomex.gob.mx/files/Braille%20para%20sordos.pdf), utilicé otra forma de arte: fotografías e imágenes de artistas plásticos.

La pregunta que me hice fue: si una persona nunca ha podido ver, ¿cómo le explicaría lo que veo en imágenes? Pensé mucho en el lector cuando escribí este libro, para que se acercara a la fotografía, a la poesía y a otras formas de arte; pero también lo hice pensando en aquellos que no sólo están ciegos de nacimiento, sino ante el arte, es decir, la ceguera de corazón.

¿Cómo lucha la literatura contra la ceguera, cuando en México es reducido el número de lectores?
La poesía es un género que no está dentro de esta mercadotecnia, como los libros de autoayuda.

Los libros de poesía no dicen qué hacer, cómo vivir, cómo ver y comer, pero devuelven humanidad. Uno espera eso de un verdadero libro de poesía.

Una vez publicado uno de mis libros, siempre me he preocupado por llevarlo casi de mano en mano y buscar mis lectores. Inventarme presentaciones. A donde me inviten yo voy, no necesito tener públicos masivos. He leído en cárceles, mercados, en la calle, en encuentros de poesía, en palapas, auditorios, en eventos académicos, en escuelas (desde un kínder hasta universidades).

Incluso algunos de mis libros los vendo de mano en mano. Algunos de ellos los han distribuido librerías como Educal o el Fondo de Cultura Económica.

La implicación que eso tiene, es que difícilmente puede vivir uno totalmente, pero a través de la poesía he logrado vivir y mantener una familia, por raro que eso parezca.

¿Qué mensaje le comparte a la comunidad universitaria?
Yo los invito a que se acerquen a la poesía. Hay distintos libros, no se obliguen a leer, sigan la lectura de poesía que les guste, el autor que más se acerque a su forma de ser.

Una cosa que ayuda mucho en las ciencias, sobre todo en las científicas, es la creatividad; porque muchas de estas carreras son más técnicas que verdaderamente científicas, pocas veces los muchachos son críticos y creativos con lo que están aprendiendo, y lo más terrible es que difícilmente leen libros.

El arte, la poesía, y la literatura en general, les pueden ayudar a tener puntos de vista más críticos, ser más creativos, muchos más libres de pensamiento y comunicar mejor sus ideas.

A los estudiantes que ya leen y escriben, la idea es que intenten que los lean otras personas, que se integren a talleres literarios, el mejor de éstos son los propios libros.

 

Balam Rodrigo (Villa de Comaltitlán, Chiapas, México, 1974) es biólogo por la UNAM y tiene diplomado en Teología Pastoral. Autor de 13 libros de poesía, entre ellos: Hábito lunar (2005), Poemas de mar amaranto (2006), Libelo de varia necrología (2008), Silencia (2007), Larva agonía (2008), Icarías (2010), Bitácora del árbol nómada (2011) y Cuatro murmullos y un relincho en los llanos del silencio (2012).
Su obra ha merecido más de 30 premios de carácter internacional, nacional, regional y estatal. Algunos de éstos son el Premio Estatal de Poesía "Raúl Garduño" 2004, Premio de Poesía Joven Ciudad de México 2006, Premio Regional de Poesía "Rodulfo Figueroa" 2007, Premio Nacional de Poesía "San Román" 2007, Premio Nacional de Poesía Ciudad del Carmen 2008, Premio Nacional de Poesía "Alonso Vidal" 2010, Premio Nacional de Poesía "Efraín Huerta" 2011, Premio Nacional de Poesía "Ignacio Manuel Altamirano" 2011 y el Certamen Internacional de Literatura "Sor Juana Inés de la Cruz" 2012, entre otros.