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Año 12 • No. 507 • Enero 14 de 2013 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Integrante de la Junta de Gobierno UV, subsecretario de Educación Superior

Fernando Serrano Migallón, integrante de la Junta de Gobierno de la Universidad Veracruzana (UV), fue designado por el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor, como subsecretario de Educación Superior.
Serrano Migallón forma parte de la Junta de Gobierno de esta casa de estudios desde febrero de 2012, tras la aprobación del Consejo Universitario General (CUG).

El ahora Subsecretario de Educación Superior es licenciado en Derecho y Economía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); hasta el 15 de diciembre de 2011 se desempeñó como secretario cultural y artístico del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) del gobierno mexicano.

Cabe destacar que en 2012, Serrano Migallón fue galardonado con el Premio a la Trayectoria en Investigación Histórica sobre el rescate de Memorias y Testimonios “José C. Valadés”, que otorga el Instituto Nacional de Estudios Históricos y de las Revoluciones de México, en el marco del CII Aniversario del Inicio de la Revolución Mexicana.

Discurso de Fernando Serrano, al recibir su reconocimiento: “Hace poco más de dos mil años, Cicerón labró para la posteridad el concepto clásico de la historia. Decía entonces que la historia es la evidencia del tiempo, la luz de la verdad, la vida de la memoria, la maestra de la vida y la mensajera de la antigüedad. Mucha agua ha corrido por el caudal de los tiempos desde entonces, hoy sabemos que la historia es algo mucho más complejo: hecha de deseos y de pensamientos, tanto como de recuerdos y de evidencias. Es un arte: el de la interpretación, y si no puede ser considerada como una maestra no es porque no encierre múltiples enseñanzas, sino porque los humanos respondemos a nuestras circunstancias con más vehemencia que a nuestras experiencias. Recordar es una necesidad ancestral de nuestra especie, es lo que nos hace distintos y únicos, nuestro nexo con lo que fuimos y la esperanza de lo que seremos.

Debo agradecer profundamente, a nombre mío y de Martha Eugenia García Ugarte, Martha Rodríguez García, Carlos Marichal Salinas y Carlos Martínez Assad, el honor que nos hace el gobierno de la República a través del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.

Agradecer no por el reconocimiento que se hace de nuestras personas y trabajos, que apenas son hilos tenues en el enorme tapiz de quienes se han dado a la tarea de reconstruir el ayer de nuestra patria, sino porque, a partir de ahora y con la esperanza que tiene todo historiador, nuestros nombres quedan ligados a una de las instituciones señeras en el conocimiento histórico de nuestro pueblo.

Quienes se dedican al estudio del pasado, como decía Francisco de Quevedo, “viven en conversación con los difuntos y escuchan con los ojos a los muertos”, aspiramos a que el pasado se integre a la vida cotidiana del presente.

México, como cruce de culturas y de historias, es más que un fenómeno local, la generosidad de nuestro país ha hecho que junto a la historia propia convivan otras que, generadas en otros lares, se afincaron en nuestro suelo. Investigadores extranjeros tienen que buscar parte de sus historias en nuestros archivos y los restos de los actores de su devenir histórico bajo la tierra generosa de México.

Para los mexicanos, la necesidad de narrar una y otra vez el pasado es parte importante de nuestra identidad, pareciera que no hay expedientes cerrados y que podemos eternamente debatir sobre las relaciones familiares de Hidalgo, sobre el carácter de Villa, sobre las características del Porfiriato o sobre las influencias de Sor Juana. Sin embargo, hay puntos en los que nuestra nación ha constituido su ideario y su imaginario colectivos, nuestros principales acuerdos son políticos y se refieren a la lucha de nuestro pueblo por la libertad, la soberanía y la democracia.

Es verdad que la exploración histórica sobre el liberalismo y el conservadurismo del siglo XIX sigue abierta, lo es también que hay mucho que decir y que averiguar sobre el pasado colonial y las instituciones de la Nueva España; que no se ha dicho todo sobre la Revolución mexicana y que apenas comenzamos el debate sobre nuestro pasado reciente. Sin embargo, temas como el Estado laico, el federalismo y la forma republicana de gobierno quedaron saldadas hace muchos años.

No todos los países pueden narrar una historia tan rica y compleja como la nuestra. Son pocos los que, como el nuestro, se basan en una diversidad cultural tan grande y, por cierto, apenas reconocida hace unas cuantas décadas; esto es el punto central de nuestro debate más importante: el de la identidad. No somos uno, somos muchos y, al mismo tiempo, como el misterio teológico, uno indiviso. Cada mexicano con un origen distante, cada comunidad con su microhistoria, es parte del enorme mosaico de voces, colores y acentos que conforma la nación; por eso es importante el conocimiento de nuestra historia, porque nos faculta mantener, todos juntos, los valores que nos permiten permanecer unidos en una sola tradición, en un solo universo creativo y en una misma comunidad de futuro. La historia es el sustento de las promesas de futuro que pueden ser cumplidas.

América Latina, y México dentro de ella, fue inventada –como diría Edmundo O’Gorman– para cumplir un destino que el viejo mundo estaba ya imposibilitado para realizar: la construcción de todos los sueños dorados que el Renacimiento había labrado por un mundo de libertad, progreso y felicidad. Es esa genética cultural la que nos impulsa siempre a la conquista de horizontes lejanos y no siempre reales, pero es la fuerza que permitió a los insurgentes construir la libertad, a los liberales inventar la patria, a los revolucionarios buscar la justicia y a nuestra generación consolidar la democracia. Seamos pues fieles a nuestro pasado, convirtamos el presente que nos correspondió vivir en una historia de la que mañana estén orgullosas las generaciones que habrán de sucedernos.
Muchas gracias.”