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Año 10 • No. 467 • Enero 16 de 2012 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

El teatro aparece en tiempos
de dolor: Clarissa Malheiros

Cuando se vive o se ve la masacre –no sólo en términos de violencia, sino también en lo económico y en lo ambiental, por ejemplo– como camino en la vida cotidiana, el arte representa lo mejor del ser humano

Marcelo Sánchez
y Juan Carlos Plata

Nació en Porto Alegre, Brasil, un excelente lugar para nacer. Se formó como actriz de teatro en Nueva York y París, inmejorables lugares para esos fines. Ejerció como actriz en las diversas compañías teatrales en Inglaterra, sin duda un excelente lugar para hacerlo. Desde hace más de 10 años vive en México, difícilmente el lugar ideal para ejercer la producción y la actuación teatral. Es Clarissa Malheiros.

A propósito de su estancia de trabajo con la Compañía Titular de Teatro de la Universidad Veracruzana (Orteuv) con la que estrenó la obra En medio del mar salado, la directora, productora y actriz habló sobre la realidad del teatro en el país.

¿Qué tan complicado es hacer teatro a la sombra de la gigantesca industria cultural que es Televisa?
Es complicado en la medida que los recursos son escasos, sobre todo los de la difusión. Televisa no hace buen teatro pero hace una difusión excelente de su teatro.


La gran carencia de este otro tipo de teatro es la difusión, porque me parece que la gente si sabe que hay un espectáculo, va. A mí me llama muchísimo la atención y estoy convencida de que al mexicano le gustan las artes, es un pueblo artístico por naturaleza, les gusta cantar, bailar, ir al teatro.

Prueba de ello es que hay un programa del Instituto Nacional de Bellas Artes y la UNAM, en el que los jueves se cobra solamente 30 pesos en todos los teatros de las dos instituciones y todos se llenan.

Creo que el teatro sí necesita del Estado, porque no hay manera de que la iniciativa privada nos patrocine, porque dicen que no tienen presupuesto, que el nuestro es un producto de dudosa reputación y eso se entiende porque los teatreros no estamos para acomodar las cosas sino para moverlas para que la gente reflexione, para que se levante de su butaca un poquito trasformada.

No somos un producto cómodo para el mercado, entonces necesitamos un poco del Estado. Aunque tampoco seamos un producto cómodo para el Estado, pero nos aguantan casi a fuerzas.

Creo que todos saldríamos ganando si hubiera un esfuerzo más grande de la iniciativa privada para apoyar ya no las producciones en sí, sino solamente con la difusión.

Por ejemplo, Brasil desde hace muchos años tiene una ley de fomento a la cultura que obliga a cualquier industria a donar 0.5 por ciento de ingreso total a la cultura. En México apenas estamos buscando recursos legales parecidos, pero estamos en manos de empresarios muy virulentos, no todos, pero en general la gente menosprecia el efecto brutalmente positivo que la cultura tiene en la vida de las personas.

Usted ha estudiado y trabajado en Nueva York y en París, ciudades que además de tener grandes producciones teatrales también tienen circuitos de teatro independiente muy bien establecidos y famosos. ¿Cuáles son las condiciones para que en un mismo espacio geográfico convivan las millonarias industrias culturales con estos circuitos independientes?
El teatro comercial existe en todo el mundo, pero por ejemplo en Francia los centros culturales tienen un presupuesto garantizado que les permite operar y fomentar el arte; en México 70 por ciento del presupuesto para las áreas de cultura se gasta en burocracia y no llega al producto artístico, en Estados Unidos y Francia es a la inversa.

Nueva York es un caso muy particular porque es una ciudad a la que gente de todo el mundo va a ver cultura, la gente va a Nueva York a ver teatro, tanto de Broadway como off-Broadway y off-off-Broadway. Eso no pasa en México aunque tengamos una cartelera magnífica en cantidad, la Ciudad de México tiene una cartelera similar a la de París, se llegan a tener hasta 60 espectáculos de teatro en un solo fin de semana.

El problema, repito, es la promoción. En México vivimos con un regateo permanente en cosas que no deberían ser regateadas. Ahora vemos por todos lados que el dinero es asignado a producciones pero no hay flujo, el dinero simplemente no llega a donde tiene que llegar. Este año electoral, de antemano sabemos que el dinero para la cultura se irá a otro lado.

Ésta es la realidad de muchos países latinoamericanos, no es exclusivo de México. Recuerdo que hace un par de años fui con la Compañía Nacional de Teatro a Argentina y allá nos veían como personas privilegiadas porque ellos hacen teatro sin cobrar, en foros muy pequeños y no tienen el apoyo que hay en México, aquí esos apoyos son muy peleados y no hay para todos, pero existen.

Por ejemplo, el Fonca es un programa que uno puede criticar por muchas situaciones, pero propicia un colchón creativo enorme en el país con las becas a los jóvenes. Ese tipo de apoyos, que son sumamente positivos, no existen en Brasil, por ejemplo.

No pensemos que todo está muy mal en México, no es así; es difícil porque siempre ha sido difícil y seguirá siéndolo. Probablemente soy demasiado optimista.

Uno siempre quiere compararse con un estado ideal, pero eso tampoco es tan sano. Yo he trabajado en Inglaterra muchos años como actriz y sí hay protección sindical para el actor de teatro, aquí no existe y eso hace que las producciones se hagan más caras, porque los actores cobran por los ensayos. Aquí no pasa eso, los actores tienen que ver cómo le hacen para llegar al día de estreno y si la producción tiene apoyo del Estado, sabes que puedes estrenar hoy y cobrar en medio año.

Lo que en México hace falta es claridad en el manejo de los recursos, no tanto de parte de las autoridades culturales sino de las autoridades de Hacienda, porque si asignan un presupuesto deberían cumplir con los plazos de entrega, pero eso no sucede desde hace muchos años.

Europa tiene una tradición cultural de muchísimos años, pero curiosamente ahora veremos un panorama distinto: la industria cultural europea se verá muy castigada porque habrá cada vez menos dinero público, entonces los ojos empezarán a virar hacia lo que se hace en América Latina, porque nosotros, con la escuela que tenemos de hacer teatro como se pueda, seguiremos trabajando con o sin dinero.

Se puede hacer teatro con muy poquito dinero, ejemplo de ello es lo que estamos haciendo ahora con la Orteuv.

¿Y de talento cómo está México?
Muy bien. Hay cosas muy interesantes. En México se dan tiros para todos lados. Hay una generación joven muy creativa que está ganando espacios, yo he sido maestra muchos años y veo ahora a mis chamacos haciendo cosas increíbles, abriéndose espacios –haciendo teatro en sus departamentos, en espacios alternativos– y es maravilloso.

Las compañías estatales van al acierto y error, hay muchas cosas que deben ser rediscutidas y cambiar, pero al mismo tiempo hay compañías que siguen buscando cosas creativas como La Máquina de Teatro, Teatro Línea de Sombra, entre muchas otras.

Y hay gente que produce en todo el país, a dónde sea que veas hay cosas de mucha calidad.

Siento que el teatro aparece en tiempos de dolor, es ahí donde el teatro salta. Porque si no, se acomoda y ya no sirve para nada, se torna una cosa puramente intelectual. Pero en los momentos de miedo, de duelo, como el que vivimos, el teatro salta, es una recuperación. Y la gente quiere ir, es como un manifiesto.

Eso pasó en Argentina, en los tiempos de la peor crisis económica de su historia surgió un boom teatral muy importante, porque hay un montón de cosas de las cuales hablar y todo resuena. México vive hoy un gran momento creativo, aunque no es un buen momento económico.

En ese contexto, ¿qué papel pueden o deben jugar las universidades públicas respecto al teatro?
Creo que deben defender los recursos para que se pueda seguir haciendo teatro, porque el teatro es la voz, de alguna manera.

Se puede acabar todo, un apagón puede fundir todas las computadoras, se puede ir la luz y ¿qué vamos a tener? Grupos de personas alrededor de fogatas contándose historias: eso es el teatro.

Qué bueno que tenemos los foros, se ven muy bonitos con las luces, pero en ese escenario apocalíptico habrá un poeta repitiendo la voz de otro poeta y haremos nuestras escenografías rudimentarias y contaremos a nuestros hijos y nietos de qué se trata el ser humano.

Siento que las instituciones deberían estar muy atentas a no socavar ni esconder los recursos. Tampoco necesitamos mucho, porque el teatro se hace con poquito dinero. El teatro es modesto, es del tamaño de la escala humana.

Si piensas en cine debes pensar en mínimo 10 millones de pesos para empezar, el teatro lo haces con 200 mil pesos y muchísima imaginación.

Mucha gente se sigue yendo con la finta de que lo bueno es lo caro, pero no es así. Lo bueno es lo bueno.

¿Por qué vale la pena seguir haciendo teatro?
Porque creo que el teatro es nuestra resistencia ante una realidad que es avasalladora. Es nuestra trinchera de la poesía. No nos van a encerrar en nuestras casas, el miedo –de alguna manera– se combate con arte.

Cuando se vive o se ve la masacre –no sólo en términos de violencia, sino también en lo económico y en lo ambiental, por ejemplo– como camino en la vida cotidiana, el arte representa lo mejor del ser humano.

El teatro como arte nos habla directamente de ser humano a ser humano, porque lo que vemos son cuerpos humanos iguales a los nuestros como espectadores, y esa relación no se sustituye con nada. El teatro es lo que amarra, lo que costura a la sociedad.

Hay quienes dicen que es un arte totalmente obsoleto, no es cierto, es totalmente artesanal, pero no es obsoleto.
Tenemos muy confundidos los conceptos, creemos que el progreso es tecnología, pero no es cierto, el progreso es la cultura. La tecnología cuenta, claro, porque nos ayuda a distribuir la cultura, pero tener una computadora no nos hace mejores personas. Estamos totalmente confundidos.

El teatro nos restituye el diálogo de ser humano a ser humano, y siento que es fundamental seguir platicándonos uno a uno, gustarnos, disgustarnos, aplaudirnos, cantar, reír, llorar, todos en conjunto. Todo eso se hace en el teatro.

El teatro físico y En medio del mar salado ¿Cómo se lleva la propuesta del teatro físico de Lecoq, que ha sido su línea de trabajo actoral, a En medio del mar salado?
Ésta es una obra de personajes y éstos son una encarnación física. Hay una confusión porque se cree que el personaje es una condición psicológica, pero en realidad es una condición psicológica hasta que se manifiesta en la encarnación física del actor, ése es un punto de partida que tengo muy claro.

No es una puesta en escena muy acrobática, aunque tiene mucho dinamismo; hay una acrobacia con hamacas, pero el foco estuvo mucho en la construcción de los personajes y en la creación de atmósferas, una vez que es un texto que habla sobre la memoria, las despedidas y el duelo desde una perspectiva metafórica.

A partir de la premisa de trabajar sobre la creación de los personajes de una manera corporal es donde se inserta lo que ha sido la corriente en la que se ha desarrollado mi trabajo.

¿De qué se trata la obra?
La anécdota de la historia es la llegada de los personajes a un pueblo perdido buscando a su padre después de mucho tiempo. En el pueblo hay la leyenda de que en un pozo se escondió una sirena, pero luego del paso de un huracán el pozo se destapó y eso trajo una salación en el pueblo.

Hay muchos elementos de realidad de un pueblo, enfermedades, sufrir los estragos de un huracán, mujeres abandonadas, todo esto con elementos de mitos populares y leyendas.

Conchi De León (dramaturga yucateca que escribió la obra especialmente para la Orteuv) es una autora con mucho humor, entonces la obra está contada con mucho humor sin ser una comedia, porque además hay muchos elementos de nostalgia y es un texto muy poético.

¿Cómo se propone esto a la Orteuv y cómo se empata este teatro físico con las líneas de trabajo que aquí se tienen?
Hicimos un trabajo de creación, nos hemos dado el tiempo de en cada ensayo hacer un calentamiento, hemos improvisado mucho porque la propuesta inicial conmigo y con Conchi De León era crear un texto y una puesta en escena especial para la compañía, a partir de esto tuvimos que trabajar con las improvisaciones, yo sobre todo.

Yo no conocía muy bien a este excelente grupo de actores, entonces la improvisación me permitió ir conociendo los recursos de cada uno, sus universos imaginativos.

¿Cómo funciona el crear un texto para un grupo en específico y cómo se aborda toda esta libertad para terminar con una puesta en escena?
Aquí particularmente trabajamos con memorias e historias que los actores nos contaron, provocaciones mías que ellos tenían que resolver con base en sus recursos actorales personales, y a partir de ello Conchi estructuró un texto.

La compañía tiene mucha disposición y finalmente yo soy una actriz y sé que a una buena provocación un actor responde. No hay mucho más que eso.

¿Cómo se da la vinculación para trabajar con la Orteuv?
Yo estoy muy contenta porque venir a trabajar aquí me parece una oportunidad increíble, por las condiciones y por el simple hecho de que exista esta compañía después de tantos años, lo cual no es algo común.

La vinculación se dio a partir de los directores Boris Schoemann y Alberto Lomnitz, porque he trabajado con ambos, con Boris hace muchos años y con Alberto colaboro en Seña y verbo, la compañía de teatro de sordos y también porque nos hemos acompañado en diversas actividades, como los talleres que doy, el trabajo con discapacitados y muchas otras cosas que hago para retribuir socialmente un poco el privilegio de trabajar en este país.

¿El trabajo de fomentar el teatro en escuelas y con personas discapacitadas es también a partir de la noción de que el teatro nos hace mejores?
Sí, yo creo que es fundamental. Actualmente hay una gran discusión y varios encuentros iberoamericanos sobre la educación artística. Eso es algo que tiene mucha relevancia hoy en día.

La educación en México está tan mal porque se ha olvidado de la educación artística, porque no se trata de enseñar a un niño a pintar o a hacer teatrito, es darle valores y haciendo eso cambia completamente la dimensión de lo que es la educación.

Abrir los diálogos entorno al arte y a la educación es fundamental para el país en este momento. Y la discusión sobre la educación artística debería estar en la agenda urgente de la SEP.