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Año 10 • No. 396 • Mayo 4 de 2010 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Al año ocurren alrededor de un millón 115 mil sismos

Anormal sería que dejara de temblar: científico

La corteza terrestre cubre un mar de roca fundida a mil grados de temperatura, y en el núcleo, roca sólida tan caliente como el Sol

A partir del terremoto en Chile se generó un efecto en cadena que reacomodó la corteza terrestre; por eso ha habido más sismos

Edith Escalón

En lo que va de 2010, Haití, Chile, México, Estados Unidos, Cuba, China, Indonesia, Turquía, España, Nueva Guinea, Japón e Islas Salomón han sufrido sismos de magnitud de seis grados en la escala de Richter o mayores; el 21 de marzo, un volcán en Islandia entró en erupción provocando una enorme nube de cenizas que paralizó el tráfico aéreo en toda Europa, ¿se trata de una actividad geológica anormal?, ¿hay motivos para preocuparse?

Para Ignacio Mora, director del Centro de Ciencias de la Tierra (CCT) de la Universidad Veracruzana (UV) y científico con 30 años de experiencia en geología y sismología, lo anormal sería que dejara de temblar: “Eso significaría que hay una gran cantidad de energía acumulada y en tensión que tarde o temprano se liberaría provocando desastres de mayores consecuencias. Eso sí sería alarmante”.

Según cifras oficiales consignadas en medios de comunicación, los temblores en 2010 causaron la muerte de más de 200 mil personas en Haití, más de dos mil en China, más de 500 en Chile… pero el investigador de la UV advierte: “La pobreza es mucho más devastadora que los propios terremotos”.

Dos sismos de similar magnitud –Haití y México– demostraron en 2010 que un temblor puede o no convertirse en una catástrofe humanitaria, según las condiciones socioeconómicas, el conocimiento y la previsión de la sociedad a la que afectan, de ahí que se requiera más investigación y planes de acción que permitan estar preparados para los inevitables movimientos de la tierra.

Más de un millón de sismos al año
De acuerdo con el Servicio de Investigación Geológica de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), hasta el 15 de abril de 2010 habían ocurrido en el mundo 29 sismos de magnitud “significativa”, es decir, superiores a 3.8 grados Righter, nueve más que el año pasado en el mismo periodo.

Según los registros históricos de sismos en todo el mundo, concentrados por el organismo Instituciones Incorporadas a la Investigación Sismológica (IRIS, por sus siglas en inglés), anualmente ocurren alrededor de un millón 114 mil 224 sismos de diferentes magnitudes. “Eso nos muestra que la actividad sísmica que tenemos en 2010 está dentro de los parámetros de lo normal; no hay por qué alarmarse”, sostiene el universitario.

IRIS documentó que al año se presentan más de un millón de sismos de magnitud dos, muchos de ellos imperceptibles; más de 100 mil de magnitud tres; más de 12 mil de magnitud cuatro; más de dos mil de magnitud cinco; más de 200 de magnitud seis; más de 20 de magnitud siete; y en promedio, tres de magnitud ocho, tan severos como sus consecuencias en muertes e impacto económico, y uno de magnitud nueve, que provoca pérdida masiva de vidas y destrucción total.

Ese esquema refleja el consenso científico que existe ahora sobre la actividad sísmica mundial, sostiene el investigador. Eventualmente, explica, un sismo de magnitud ocho o superior contribuye a otros temblores como en un efecto dominó, al transmitir energía a través de la corteza terrestre: “Eso es lo que pasó a partir del terremoto de Chile, un efecto en cadena que generó el reacomodo de la corteza terrestre en todo el mundo y, por tanto, sismos de distintas magnitudes”.

¿Mujeres promiscuas causan los temblores?
El 19 de abril, medios de comunicación difundieron la declaración de un importante clérigo musulmán iraní: “Las mujeres que lucen ropas reveladoras y son promiscuas son la causa de los sismos”; la inusual y risible explicación del Ayatola refleja que aún hoy, las explicaciones mágicas o religiosas son recurrentes ante los fenómenos naturales.

La gran ventaja de nuestro tiempo, sostiene el universitario, son los enormes avances científicos que han permitido saber con mayor precisión por qué y cómo ocurren los sismos y las erupciones: sismógrafos, satélites, GPS, instrumentos de comunicación, resonancia magnética, ultrasonido y teorías como la de la deriva continental y las placas tectónicas, desconocidas hasta hace 50 años.

“Si antes se pensaba que los terremotos eran castigo de los dioses o peticiones de sacrificios, hoy sabemos qué los provoca, y aunque no hay manera alguna de saber cuándo ocurrirán, tenemos que aprovechar todo el conocimiento a nuestro alcance para prevenir, en lo posible, que sus consecuencias sean fatales.”

Bajo la tierra, un mar de lava y roca incandescente
Este año, para conmemorar el décimo aniversario del CCT, científicos de la UV preparan el libro Causas y efectos de los sismos. Todo lo que usted desea saber, donde Ignacio Mora y sus colaboradores explicarán de qué está hecho nuestro planeta y cuál es la dinámica interna que genera los movimientos telúricos.

“Cuando entendemos cómo es la tierra por dentro es mucho más sencillo comprender que los sismos no son más que la liberación periódica de energía interna”, sostiene el científico, quien ha ofrecido cientos de conferencias sobre el tema en escuelas, dependencias públicas, universidades, congresos y centros laborales, primero como investigador de la UNAM, y desde hace 23 años, en la UV.

En síntesis, explica, el planeta se compone de cuatro capas: la corteza, el manto, el núcleo externo y el interno. Los dos últimos están compuestos de roca líquida y sólida pero no como la conocemos, sino a temperaturas que van de los tres mil 700 a los seis mil grados Celsius, esto significa que el centro de la tierra tiene una temperatura similar a la de la superficie del Sol.
Los sismos son inevitables, los desastres humanitarios que provoca la pobreza no:
Los sismos son inevitables, los desastres
humanitarios que provoca la pobreza no: Ignacio Mora

Ese núcleo está rodeado por una capa de roca fundida incandescente que alcanza los mil grados de temperatura, un mar de “lava” en constante movimiento cuyo grosor es de 29 mil kilómetros, aproximadamente, y es sobre ese manto donde se asienta la corteza terrestre, la capa rocosa externa de apenas 30 kilómetros sobre la que habitamos.

El problema, añade, es que esa corteza además de ser muy delgada (considerando las dimensiones de la Tierra) no es hermética; está compuesta de placas en constante movimiento que se acoplan o se empalman, agrietada en algunos sitios, y es irregular en su grosor: mide apenas 10 kilómetros en algunos sitios submarinos y llega a 45 kilómetros en los continentes.

“Nuestra corteza terrestre flota en ese mar de roca fundida (manto) cuya temperatura en la parte más externa es de mil grados Celsius, es una energía inmensa que provoca el movimiento relativo entre placas que, al friccionarse entre ellas, acumulan energía mecánica que en ocasiones se libera bruscamente provocando los sismos.”

Eso pasa por ejemplo en la Falla de San Andrés, en California, donde el movimiento entre las placas es transversal, o en la Placa de Cocos, que se desplaza debajo de la placa norteamericana en el suroeste mexicano.

La pobreza, mucho más devastadora que los sismos
De acuerdo con el investigador, coordinador del Atlas de Riesgos Sísmicos, Geológicos e Hidrometeorológicos que la UV prepara para el Estado de Veracruz, la pérdida de vidas humanas reflejada y explotada en los medios de comunicación contribuye a la percepción de que estos fenómenos son los únicos responsables de las muertes.

La magnitud del sismo en Mexicali fue de 7.2; siete, la del temblor de Haití, sólo dos décimas de diferencia en el movimiento de la tierra, pero el desastre humanitario no se compara: México perdió cuatro personas; Haití, 200 mil. ¿Realmente tenemos que buscar la causa del desastre humanitario en la actividad sísmica de la tierra?

Otro ejemplo: el sismo chileno liberó cerca de 178 veces más energía que el devastador terremoto de Haití ocurrido el mes anterior, una energía similar a la que generarían 100 mil bombas atómicas como la de Hiroshima, ¿por qué en Haití murieron 200 mil personas y en Chile 500?

Para Ignacio Mora es evidente la respuesta: “Los temblores son inevitables, los desastres que acentúa la miseria no”. Ausencia de reglamentos de construcción, condiciones inadecuadas de vivienda, limitaciones en servicios de salud y educación, falta de servicios básicos como el agua potable o el sistema de drenaje, en resumen, la pobreza, hacen mucho más vulnerable a la población que sufre los sismos.

Esa condición, aunada a la falta de conocimientos científicos y estrategias de previsión, es la clave para entender las posibles consecuencias de los temblores que inevitablemente ocurrirán en el futuro: “Conocer científicamente los riesgos previsibles y actuar en consecuencia puede ayudarnos a evitar en lo posible un desastre humanitario, ésa es la lección que tenemos que aprender”.

Mitos y realidades de los sismos
Mito Realidad
Tiembla si: Ladran los perros; lo predice un chamán, astrólogo o espiritista. Hasta el día de hoy no existe una herramienta con bases científicas que permita saber cuándo va a ocurrir un sismo. Tembló ayer, tiembla hoy, temblará mañana.
Un sismo es trepidatorio u oscilatorio. Las ondas sísmicas se propagan en todas direcciones, el movimiento del suelo se da tanto en forma horizontal como vertical. Es decir, un sismo contiene ambos tipos de movimiento en todo momento.
Tiembla cuando: hace frío; hace calor; llueve; no llueve; hay luna llena; el cielo se ve rojo; sólo en septiembre; sólo en la madrugada. Un sismo es una liberación repentina de energía que ocurre por el rompimiento de las rocas en el interior de la tierra; por lo tanto, la ocurrencia de sismos es ajena a factores de tipo meteorológico.
Todos los sismos generan tsunamis. Los tsunamis se producen por sismos grandes cuyo hipocentro tiene lugar bajo el océano y que generan desplazamientos verticales del suelo marino. Los de baja magnitud o que producen desplazamientos horizontales en el fondo marino no generan tsunamis.
Fuente: Servicio Sismológico Nacional