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Año 10 • No. 394 • Abril 19 de 2010 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal
Carlo Antonio Castro

Doctorado Honoris Causa por la UV en 2004

Carlo Antonio Castro: vida dedicada a la ciencia

Fundador y formador de múltiples generaciones en la Facultad de Antropología

Sus investigaciones lo sitúan a la altura de Gonzalo Aguirre Beltrán y Alfonso Caso, defendiendo incansablemente las lenguas indígenas

David Sandoval

Uno de los grandes de la antropología en México y el continente dejó de existir el pasado 11 de abril: Carlo Antonio Castro Guevara, figura insigne de la Universidad Veracruzana (UV), a la cual dedicó más de 40 años de fructífera carrera, deja un vasto legado que abarca las tradiciones e historias de múltiples pueblos indígenas, referidas a través de su erudición y de su talento como escritor y artista del lenguaje.

“Veo el cenit: El sol ya no me hiere, no me ciega, no me enciende”, escribió el maestro en “Torre de silencio”, poema publicado en La Palabra y el Hombre en 1997 como parte de una continua colaboración con la revista, iniciada en 1957 –al igual que su labor como catedrático– y que continuó hasta “En pos del pame del sur”, publicado 2004, donde relata parte de su pesquisa lingüística y antropológica, dedicándola a los “académicos y alumnos de la Facultad de Antropología en su 45 aniversario”.

Esta dedicación fue una de las constantes dentro de la labor del catedrático e investigador, quien recibió en 2004 el Doctorado Honoris Causa de la UV y fue nombrado decano de la institución y de la Facultad de Antropología, a la cual se incorporó desde sus inicios, en 1958, y en la que fundó la carrera de Lingüística; asimismo, fue acreedor de la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana, en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2007.

“El etnólogo formó parte de una política de castellanización del legado lingüístico de los pueblos indígenas, así como del estudio de la gramática de estas lenguas”, señaló el antropólogo Andrés Medina Hernández en aquella ocasión; “dio, sin duda, el primer paso para consolidar la interculturalidad que llevó a que el conocimiento de las lenguas indígenas se esparciera por todo el país”, detalló.

Políglota desde sus primeros años
Carlo Antonio Castro nació en Santa Ana, República de El Salvador, el 18 de julio de 1926; no obstante, en 1938 su familia debió emigrar a México, presionada por la dictadura de 12 años (1932-1944) del general Maximiliano Hernández Martínez, arribando a nuestro país un 19 de diciembre.

Su primera formación fue como químico farmacobiólogo, rememora Ángel José Fernández, académico del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias (IIL-L) de la UV; posteriormente se interesó por la lingüística y la etnografía, aunque fue en su primera edad donde conoció varios idiomas: el pipil y el quiché, que le enseñó su nana; el inglés, el portugués y el italiano, que aprendió mientras su padre le leía en voz alta a Dickens, así como el latín y el griego.

Egresado como etnólogo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, ya en 1955 es comisionado para trabajar en el Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil de San Cristóbal de las Casas, donde, como lo señala en páginas de su diario: “Personalmente me encomendó el doctor Alfonso Caso: ‘Profesor Castro, quiero que en un periodo de cuatro años aprenda usted, conforme a las posibilidades, el tzotzil o el tzeltal, con la meta de aplicar la lengua a tareas prácticas’ ”.

Reconocido internacionalmente por su novela indigenista Los hombres verdaderos, publicada en 1959 y reeditada en 1983 dentro de la colección Ficción, y actualmente reimpresa dentro de la Serie Conmemorativa Sergio Galindo en la Editorial UV, Carlo Antonio Castro Guevara ofrece, como lo señala el mismo Galindo: “El excelente dominio de la lengua castellana a la par que el profundo conocimiento de las lenguas de los Altos de Chiapas (sic) dieron… una claridad y certeza a su forma de expresarse que la hace nítida y en pasajes hasta deslumbradora”.

Un año antes, La Palabra y el Hombreۛ había publicado su relato “Che Ndu, ejidatario chinanteco”, donde el etnólogo demostró su conocimiento del contexto, ampliamente documentado en la Serie Papeles de la Chinantla, coordinada en colaboración con su mentor Roberto J. Weitlaner, según detalla el arqueólogo Sergio Vázquez Zárate en el artículo “Carlo Antonio Castro y la novela indigenista”.

Respecto de Los hombres verdaderos, apunta: “Reiteradamente ha sido equiparado con obras ya clásicas en la bibliografía indigenista, como Juan Pérez Jolote de Ricardo Pozas, Balún Canán de Rosario Castellanos o Los peligros del alma de Calixta Guiteras Holmes”, obra de la cual fue también su traductor al español.

Su habilidad políglota se constata en la traducción de Cultura y Conquista de George Foster, la recreación de la antigua poesía japonesa, la publicación del manual Hablemos tzeltal y la célebre traducción a esta lengua del Himno Nacional Mexicano, detalla Vázquez Zárate.

Asimismo, el también ganador del Premio Chiapas en el área de Ciencias (1988) destaca en tales páginas su aplicación constante del aprendizaje diario, fruto de una constante lectura heterogénea y la conversación con los indígenas, reflexionando: “He acuñado esta definición: ‘La lengua es el vehículo glótico formal de la cultura’. En consecuencia, me iré entrenando”.

Al lado de Rosario Castellanos, amiga íntima y colaboradora, Castro defendió “al verdadero indigenismo en contra de la ignorancia, la improvisación negativa, la incomprensión, la irresponsabilidad, la burocratización… la rapacidad”, según consigna el propio etnólogo en su trabajo “Alta, alta, alta: una imagen de Rosario Castellanos”, publicado también en La Palabra y el Hombre.

Presencia invaluable en la antropología
Enriqueta Cerón Velázquez, académica de la Facultad de Antropología, recuerda la amplitud de conocimientos del maestro Carlo Antonio, y su capacidad para comprender y hablar diversas lenguas: “La presencia del maestro en la Facultad sería invaluable; se dedicó con mucha pasión a la formación de muchos antropólogos a lo largo de varios años, incluso siendo iniciador de la escuela con el doctor Aguirre Beltrán”, comentó.

Durante muchos años fue el pilar de la Facultad, impartiendo diferentes cursos sobre lingüística; las prácticas de campo que se realizaron en muchos lugares son una parte fundamental de su legado, precisó la investigadora. “Quizá en mi formación como su ex alumna, el ejemplo que evidencia es saber cómo se hace el trabajo de campo, ya que era sumamente organizado y meticuloso, podríamos decir que era un erudito”, subrayó.

La trascendencia de su obra antropológica está a la altura de otros grandes como Alfonso Caso y Ricardo Pozas, aseguró, ya que “el maestro Carlo Antonio tuvo amor hacia el estudio de las lenguas indígenas y deja mucho material inédito; transcripciones de muchas lenguas como el chinanteco, poco estudiado”.

Su obra es muy diversa, en el ámbito antropológico tenemos Enero y febrero: ¡Ahijadero!, libro sobre el compadrazgo y uno de sus mejores textos en antropología, así como también su incursión “en un terreno poco trabajado, la etno-literatura, con su libro de Los hombres verdaderos, la cual fue reconocida por muchos especialistas nacionales e internacionales” y, en particular, por César Rodríguez Chicharro.

En su opinión, “no hay otro antropólogo en Xalapa que haya llegado a ese grado de erudición”, al combinar, en múltiples facetas, el trabajo intelectual con su pasión por la poesía y la labor docente con la investigación lingüística y la traducción de una diversidad de idiomas, dijo Cerón Velázquez.

Algunas de sus obras más destacadas son: Narraciones tzeltales de Chiapas, Usila. Morada de colibríes (en colaboración con Roberto J. Weitlaner); Sk’ oplal te mejikolum (La palabra de México), periódico tzeltal-tzotzil; Lupe la de Altotonga, Jalapa: años treinta y cuarenta del siglo veinte; Siluetas mexicanas; los poemarios Íntima fauna y Flor de antigua poesía japonesa. Kikonsya (siglo X), en colaboración con Norimitsu Tsubura Yamura, entre otros.

Un profundo amor por la lengua
Ángel José Fernández comentó acerca de las vertientes literarias de Castro Guevara. Primeramente la vertiente lírica, que abordó en sus formas canónicas, en décimas y sonetos, sobre todo. Sin embargo, añade, “no sólo era un purista, también solía experimentar; es precisamente en sus ensayos poéticos en donde se halla la parte medular de su poesía, en mi opinión, ya que allí deja traslucir, en esas formas expresivas, su sabiduría y su profunda sensibilidad poética”.

Hacía un experimento entre la ciencia y la poesía, agregó, ya que explicaba las acepciones de las palabras que usaba, “entonces, su poesía se ha construido a partir de formas muy eclécticas”, reproduciendo en parte los formatos canónicos pero también produciendo arte a partir de la experimentación poética. Carlo Antonio “construía sílaba por sílaba y verso por verso; versos perfectamente compuestos y pronunciados”.

Es sorprendente también su oficio como traductor, sobre todo de poesía, apuntó el investigador, al traducir poetas del portugués, del catalán, del inglés e inclusive del japonés: hacía un “verdadero trabajo de aprehensión y de reinterpretación al trasladar poesía de un idioma a otro”.

Iraís Hernández Suárez, catedrática de Antropología, recordó que fue la pasión con la que el etnólogo impartía sus materias lo que le hizo decidirse por la lingüística. “Él planteaba lo que justamente hizo: había que ser riguroso y disciplinado, para él era muy importante dominar la lengua que uno estudiaba”.

En el mismo cubículo que ocupó el maestro, recordó cómo usaba para la enseñanza las Narraciones tzeltales y anécdotas en otros idiomas, calificándolo como un verdadero humanista, al ser capaz de considerar una amplitud de conocimientos sin perder de vista un punto central. “El maestro Carlo Antonio podría recuperar un fenómeno singular desde la totalidad y era la formación que transmitía”, recalcó la académica.

El investigador Ángel José Fernández manifestó que la UV debe rescatar las obras antropológica y literaria de Carlo Antonio Castro, difundir las ya publicadas y, desde luego, editar las que dejó inéditas o sus escritos hace tiempo agotados, para que los jóvenes aprecien el aporte que hizo a la academia y al arte literario.

Iraís Hernández Suárez, catedrática de Antropología, recordó que fue la pasión con la que el etnólogo impartía sus materias lo que le hizo decidirse por la lingüística. “Él planteaba lo que justamente hizo: había que ser riguroso y disciplinado, para él era muy importante dominar la lengua que uno estudiaba”.

En el mismo cubículo que ocupó el maestro, recordó cómo usaba para la enseñanza las Narraciones tzeltales y anécdotas en otros idiomas, calificándolo como un verdadero humanista, al ser capaz de considerar una amplitud de conocimientos sin perder de vista un punto central. “El maestro Carlo Antonio podría recuperar un fenómeno singular desde la totalidad y era la formación que transmitía”, recalcó la académica.

El investigador Ángel José Fernández manifestó que la UV debe rescatar las obras antropológica y literaria de Carlo Antonio Castro, difundir las ya publicadas y, desde luego, editar las que dejó inéditas o sus escritos hace tiempo agotados, para que los jóvenes aprecien el aporte que hizo a la academia y al arte literario.
Ángel José Fernández
Ángel José Fernández
Enriqueta Cerón
Enriqueta Cerón
Iraís Hernández
Iraís Hernández