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Año 9 / No. 381 / Diciembre 7 de 2009 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Por alterar y contaminar los ecosistemas naturales

El hombre, principal responsable de
enfermedades emergentes

La salud humana depende directamente de la salud de los ecosistemas: científicos

En tres décadas, el SIDA ha matado a casi 30 millones de personas en todo el mundo

Edith Escalón

Boca del Río, Ver. Tuberculosis, dengue, malaria, polio, rabia, ébola…, el 75 por ciento de las enfermedades humanas se han originado en animales; desde la peste negra que acabó hace cuatro siglos con la tercera parte de Europa hasta el SIDA, que en tres décadas ha matado a casi 30 millones de personas en todo el mundo.

Aunque los animales pudieran parecer una amenaza para el ser humano, científicos han revelado que el hombre es el principal responsable de esas pandemias, muchas de las cuales aún no tienen cura ni control. La más reciente, el virus de la influenza A-H1H1, por la que han fallecido desde marzo pasado cinco mil 700 personas en 195 países, según la OMS.

Con un enfoque integral que va más allá de análisis médicos o epidemiológicos, especialistas en biología, química, ecología y veterinaria comprobaron que entre más dañadas, contaminadas o transformadas estén las áreas naturales y recursos tan vitales como el agua, más probabilidades existen de nuevas enfermedades animales y, por tanto, humanas. Alteraciones que incluyen efectos del cambio climático.

Para presentar ejemplos, del 4 al 6 de noviembre más de 100 investigadores y estudiantes de México y Estados Unidos se reunieron en Boca del Río, donde la Universidad Veracruzana (UV) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) auspiciaron el Primer Congreso en Ecología de Enfermedades y Medicina de la Conservación KALAANKAB.

Su conclusión: la salud humana depende directamente de la salud de los ecosistemas. Aunque evidente, esta premisa sentó las bases para una iniciativa de protección y conservación ambiental que además buscará incidir en las políticas públicas a nivel local, nacional e internacional.



Tony Golberg
Equilibrio ecológico, la coartada del mundo animal
Según Gerardo Suzan Aspiri, profesor del Departamento de Ecología y Fauna Silvestre de la UNAM, son millones los microorganismos capaces de producir enfermedades infecciosas, pero en la mayoría de los casos estos parásitos coevolucionan con la especie de la que viven hasta lograr el equilibrio ecológico.

“Salvo excepciones, esos patógenos se mantienen en su hospedero sin llevarlo a la extinción para asegurar también su propia sobrevivencia. Muchos de los parásitos que han provocado pandemias mundiales eran prácticamente inofensivos para los animales salvajes, pero no para el hombre; otros, se transformaron al entrar en contacto con nuevas especies”.

Es el caso del hantavirus que transmiten los roedores, enfermedad que en Europa y Asia causaba una leve infección en los humanos y al llegar a América mutó hasta provocar un síndrome pulmonar mortal. Para el primatólogo de la UV, Domingo Canales, la razón es simple, “cada especie crea a lo largo del tiempo defensas naturales para sus propios patógenos”.

Lo mismo sucede con enfermedades que van del hombre a los animales. Marcela Araiza Ortiz, del Instituto de Ecología de la UNAM, mostró cómo en selvas de Campeche y Quintana Roo gatos y perros han contagiado a jaguares de enfermedades mortales como parvovirus o panleucopenia, y otras como el moquillo, la
leucemia viral y el virus de inmunodeficiencia felina.

“Antes era muy raro que hubiera contacto entre ellos, pero ahora que el hombre ha atravesado la selva con caminos, obras, comunidades, tierras ganaderas y cultivos, las zonas donde habitan los animales silvestres son cada vez más accesibles, más cercanas”.

Esta proximidad resulta más peligrosa para la fauna silvestre que para el hombre, de acuerdo con Tony Goldberg, experto en patobiología de la Universidad de Wisconsin y miembro de su centro de Salud Global en Estados Unidos: “La interacción ha sido mucho más perjudicial para ellos, con todo y nuestros millones de muertos”.

Efectos de la invasión humana
En el ámbito jurídico, el derecho de preexistencia reconoce entre otras cosas la posesión legal de un territorio para sus habitantes originales, sus pueblos indígenas. Por desgracia, éste no puede ser reclamado por las especies de un ecosistema. Para muestra, una investigación que realizó en África el primatólogo norteamericano.

Cuando gran parte de sus bosques fueron talados para sembrar maizales, a los monos cola roja que habitan en el este de Uganda no les quedó otra opción que dejar sus frutos silvestres para comer maíz, pero la lógica de las comunidades no era tan simple ni tan indulgente.

Para ahuyentarlos de sus cultivos, los pobladores de Bwindi empezaron a embarrar en las mazorcas ya crecidas una mezcla de cenizas y excretas del ganado al que alimentaban previamente con chile y pimienta para lograr un “repelente natural” de monos.

La combinación infecciosa contagió a los primates con numerosos parásitos del ganado, “y podría generar una nueva enfermedad que muy pronto llegaría a las comunidades”. Para Goldberg, el problema es que el hombre no comprende que en este planeta “todos estamos interconectados, cualquier alteración que provoquemos terminará por volverse en nuestra contra”.

Así pasa con la fragmentación, que según explica Jorge Morales, investigador de Neuroetología en la UV, es la consecuencia directa de la deforestación, tala de bosques, secado de humedales, apertura de carreteras, construcción de presas, y conversión de áreas naturales en cultivos o tierras agrícolas. Ese deterioro va dejando “parches” de vegetación natural, islas cada vez más pequeñas de selvas o bosques que generan más competencia por el alimento, y obligan a los animales a transformar sus hábitos, su comportamiento o su desarrollo.


Los monos cola roja, primates africanos, son ahuyentados de sus hábitats por los mismos pobladores

Pueden llegar incluso a reducir el número de especies, según Alvar González, del Instituto de Investigaciones Biológicas de la UV, quien ha comprobado este efecto en los murciélagos; así se pierden millones de animales que, como en este caso, controlan naturalmente plagas de insectos y dispersan las semillas para que broten nuevos árboles.



Ana Cecilia Espinoza, Marisa Mazari y Emilio Díaz, del Instituto de Ecología de la UNAM
Agua, arsenal de enfermedades potenciales
Además de la fragmentación, la contaminación del agua es uno de los efectos humanos que directa e indirectamente provoca enfermedades y afecta las condiciones de salud de los ecosistemas, explicó Marisa Mazari, del Instituto de Ecología de la UNAM.

“En México ni siquiera el agua potable es apta para consumo humano”, dijo al presentar ejemplos de estudios en cuencas del centro del país donde han encontrado virus, bacterias y compuestos químicos que incluso los sistemas de tratamiento –cuando los hay– no pueden eliminar.

Emilio Díaz, integrante de su equipo científico, encontró evidencias de que muchos microorganismos resisten los sistemas de cloración del agua, “incluso hace más nocivos a los químicos que provienen de la industria farmacéutica, alimentaria, cosmética y otros, como los plaguicidas”.

Ana Cecilia Espinoza, del mismo grupo, reconoció que no hay datos que precisen qué cantidad de virus hay en el agua, pero aseguró que los estudios que han hecho hasta ahora demuestran que la contaminación es altamente peligrosa, de ahí que el equipo considere a la mayoría de los ecosistemas acuáticos un arsenal de patógenos para enfermedades animales y humanas.

Y lo es. Así lo confirmaron las investigaciones con manatíes en Villahermosa presentadas por León Olivera y Darwin Chávez, de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), que han probado que la contaminación aumenta la frecuencia de enfermedades que se transmiten entre mamíferos marinos y el hombre.

Un ejemplo es la leptospira, una enfermedad capaz de provocar daño renal y al sistema nervioso en manatíes y en el hombre, que ha crecido en número de contagios en la Laguna de las Ilusiones, en Villahermosa, donde los investigadores trabajan con cerca de 24 animales.

“El cuerpo de agua está en medio de la ciudad y aún hoy recibe descargas de aguas negras con cientos de patógenos; además, los manatíes están permanentemente en contacto con la gente y con animales domésticos como perros y gatos, eso los hace vulnerables a contagiar y contagiarse fácilmente”.



Liliana Cortés
Biodiversidad, la defensa natural
Para Liliana Cortés Ortiz, de la Universidad de Michigan, la diversidad genética es el escudo natural que tienen los seres vivos para enfrentar riesgos ambientales; en animales, el cambio climático por ejemplo, o las transformaciones causadas por las actividades humanas.

Explicó que entre mayor sea la variación en una especie más posibilidades hay de que ésta pueda enfrentar con defensas propias una enfermedad nueva, una plaga, un patógeno recién llegado o la presión externa, de ahí la importancia de los estudios genéticos.

“Al producir razas mejoradas (de perros o de ganado) o clonar un genoma para dar más productividad a las milpas de maíz, lo que hacemos es reducir su variabilidad, debilitamos su defensa natural a tal grado que cualquier tipo de enfermedad imprevista para la que esa especie diseñada no tiene defensas puede erradicarla por completo”.

Así, desde una visión integral, éstos y otros investigadores analizaron el contexto de las enfermedades emergentes, riesgos potenciales, estudios pendientes, resultados científicos, tendencias, todo con el afán de argumentar a favor de la medicina de la conservación, una alternativa para frenar el deterioro ambiental y disminuir al mismo tiempo los riesgos a la salud pública.

Algunas enfermedades emergentes

Cólera
SIDA
Virus del Nilo
Malaria
Ébola
Rabia
Tuberculosis
Toxoplasmosis
Hantavirus
Leptospira
Mal de chagas
Panleucopenia
Virus A-H1N1
Polio
Ántrax
Salmonella
Leishmaniasis
Parvovirus



Estudiantes e investigadores participaron en el congreso donde se
realizaron conferencias y sesiones de poster