Año 8 • No. 306 • Abril 21 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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Inauguró en la RAC Los Siameses
José Luis Cuevas
visitó Xalapa una vez más

Gina Sotelo

El continuo ir y venir del polémico José Luis Cuevas por Veracruz son
siempre un acontecimiento, y es que su presencia –unas veces irritante, otras juguetona– nunca pasa desapercibida. Filias y fobias lo han acompañado desde que inició su provocadora irrupción al mundo del arte. Una vez más Cuevas estuvo en Xalapa.

Como ya es una costumbre, se hizo acompañar de su querida Beatriz del Carmen, compañera del alma con quien se ha mimetizado de manera tan profunda que hacia los últimos tiempos ha llamado cariñosamente “su siamesa”.

Los Cuevas llegaron este mes a Xalapa para inaugurar en la Galería Universitaria Ramón Alva de la Canal la exposición doble Los Siameses, obra en la cual los visitantes podrán apreciar las convergencias y diferencias de esta pareja que se ha convertido en inseparable.

Sobre Los Siameses, el propio Cuevas ha escrito: “Desde hace siete años que nos conocimos, Beatriz del Carmen y yo nos hemos convertido en una sola persona; nunca nos separamos. Cuando asistimos a una comida en la que hemos sido invitados, pedimos que se nos siente juntos. Lo mismo sucede en nuestros constantes viajes. Si yo subo a mi estudio a trabajar, no puedo hacerlo si mi esposa no está cerca de mí”.
“Antes, recuerdo, necesitaba del aislamiento para dibujar o pintar. No permitía la presencia de nadie. Ahora mis hábitos han cambiado; sin la cercanía de ella no podría hacer nada. Esto extraña a nuestros amigos, quienes nos llaman ‘Los Siameses’. A la entrada del Museo José Luis Cuevas he colocado una escultura en la que represento a la inseparable pareja. Se trata de dos cabezas monumentales que he titulado ‘Los Siameses’. ”Hemos descubierto que conforme pasa el tiempo, nuestro parecido físico va en aumento. Nos miramos en un espejo y encontramos los mismos rasgos. Esto nos asombra; sin embargo, nuestros estilos de arte son diametralmente opuestos. Ni ella ha influido en mí, ni yo; en lo que hago se da el estilo que Beatriz del Carmen descubrió muchos años antes de habernos conocido”.
“En los cuadros de ella hay ternura y fantasía que la acercan al surrealismo; mientras que los míos se distinguen por la violencia y la constante metamorfosis que sufren mis personajes. Trabajamos juntos, como ya lo dije, pero nuestros mundos son diferentes; sin embargo, su producción me conmueve y ella es admiradora de mis dibujos que trazo con rapidez. Nuestra imaginación corre por diferentes rumbos”

“Aunque en algunas ocasiones hemos coincidido en exposiciones colectivas, ahora por primera vez nos confrontamos los dos solos. Ella ocupará una sala del Museo y yo otra. Unas cuantas escaleras nos separan. Se ha impreso un tríptico que anuncia este primer encuentro; los asistentes a la muestra decidirán a quién de los dos prefieren”.

Los Siameses se inauguró el pasado 15 de abril en la Galería Universitaria “Ramón Alva de la Canal” y podrá apreciarse por espacio de un mes.

Cuevas, el único e irrepetible
Sabemos que la madre de Cuevas era yucateca de origen cubano-catalán y su padre tenía ascendencia judía. Desde muy pequeño descubre su destino de pintor, comenta incluso su madre que antes de comunicarse con ella articulando palabras, el pequeño José Luis lo hizo con dibujos.

Desde los 10 años dominó el dibujo académico, cuando ingresó a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”; en ese entonces, el director Antonio Ruiz pedía a los profesores que le avisaran cuando llegara el niño a clases para verlo dibujar. Por ese entonces ganó un concurso nacional de dibujo infantil y realiza su primer autorretrato.

La figura de Cuevas es relevante en la “Generación de la ruptura” y cobra notoriedad con su manifiesto La cortina de nopal (1958) que le publica Fernando Benítez en un suplemento cultural. Las obras de Cuevas tratan de la carne y su descomposición; las constantes que forman su estilo son la enfermedad, la vejez, la muerte, así como la podredumbre moral; su obra es una sublimación de la degradación humana.

Por su rebeldía e inconformidad, por sus ideas singulares provocadoras y por sus expresiones libres que desafían y cuestionan el establishment, abundan sus detractores, pero quienes lo conocen saben que a pesar de ser un personaje célebre jamás ha dejado de ser un ser humano sencillo, amistoso, generoso y de buen trato. Pero hay una certeza, y es que Cuevas ama su vocación, su pintura, su trabajo, ama todo lo que hace, y es así como construye su genialidad.

Cuevas por Villarreal
Jaime Moreno Villarreal, en su libro El monstruo y el monumento dice que para José Luis Cuevas “todo debe quedar registrado” y es por eso su obsesión de tomarse fotos, y que toda imagen propia signifique algo en términos biográficos; también nos dice que es muy difícil que Cuevas en una foto no aparezca posando, y si una foto no le satisface la rompe en el acto.

Explica que su culto a la pose surge desde la inmovilidad a la que fue sometido de niño, ya que debía guardar reposo a causa de la fiebre reumática que padecía: “Es axial cómo el quietismo es característico de sus múltiples autorretratos, axial como tantos personajes inertes se repiten en sus dibujos. Por su enfermedad tenía prohibido subir las escaleras corriendo, no podía hacer deportes, ni salir a la calle los días de lluvia”.