La
sólida tradición e historia de la Universidad Veracruzana
(UV), acuñada en el estado como en el país, respaldan
el valor de los reconocimientos que la institución otorga,
señaló el rector Raúl Arias Lovillo, durante
la ceremonia en que John B. Thompson, Felipe Garrido y Carlo Antonio
Castro recibieron la Medalla al Mérito de esta casa de estudios.
En el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU)
2007, el Rector explicó en su discurso que para entregar y
recibir un reconocimiento es necesario contar con desarrollo y madurez
y haber sometido a ambos a las pruebas que la realidad impone.
“La UV se ha sometido a la prueba de la realidad y ha trazado
una fructífera historia de seis décadas, durante las
cuales se ha convertido en la institución de educación
superior más importante del estado y una de las primeras del
país”, dijo al respecto.
Luego de imponer la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana
a los tres especialistas, Arias Lovillo destacó la presencia
tangible que han logrado en nuestra sociedad a partir de sus respectivas
trayectorias.
En el caso del sociólogo estadounidense John B. Thompson, el
Rector destacó sus trascendentes estudios en los campos de
la lingüística, ideología, poder y cultura, mientras
que en el del escritor, editor y promotor cultural Felipe Garrido
destacó su obra publicada así como el gran apoyo que
ha brindado a la UV para realizar su amplio Programa de Formación
de Lectores. Respecto del erudito salvadoreño Carlo Antonio
Castro, el Rector destacó el papel del profesor e investigador
de la UV como uno de los pilares de la Antropología en el estado
y el país.
Por otra parte, Arias Lovillo aseguró que la autoridad moral
de la máxima casa de estudios de Veracruz también se
ha forjado mediante una gran vocación social y compromiso con
las mejores causas del pueblo, así como una amplia contribución
a la construcción de la democracia en el estado y el país.
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Contraria
a la creencia popular de que la revolución digital originaría
la muerte del libro, éste se ha servido de las nuevas tecnologías
al grado de que el proceso de edición se hace a través
de medios digitales, sostuvo el académico norteamericano
John B. Thompson.
El más reciente pronóstico de la muerte del libro
–popularizado por los medios de comunicación a finales
de los noventa y principios de 2000– “no se cumplió;
por el contrario, la revolución tecnológica le ha
inyectado nueva vida a la industria editorial”, añadió
el sociólogo estadounidense.
“Incluso –dijo– la está volviendo inmortal,
a través de la captura de los textos en archivos digitales
que reduce considerablemente los costos de impresión y mediante
el cual se pueden rescatar y reimprimir obras de todos los tiempos”.
El autor de Los media y la modernidad: una teoría de los
medios de comunicación, sostuvo que la supuesta irrupción
del e-book en el mercado no se ha concretado como la industria lo
esperaba debido a que la mayoría de los lectores prefieren
comprar y leer libros impresos, si bien para las casas editoriales
una ventaja más de los archivos digitales es que se pueden
almacenar en gran cantidad para una eventual demanda de libros en
ese formato.
Thompson dijo también que es cierto que las editoriales en
inglés –particularmente las académicas–
sufren uno de los peores momentos de su historia (en los años
setenta podían editar dos mil o tres mil ejemplares de un
libro y venderlos, hoy los tirajes apenas llegan a 400 ó
500) y mucha gente señala como culpable al Internet, pero
sostuvo que esa interpretación es falsa.
“El colapso de las editoriales se ha debido a que por presiones
del mercado tuvieron que incrementar sus precios, haciéndolos
cada vez menos accesibles para los lectores y para las bibliotecas,
que prefirieron empezar a comprar publicaciones periódicas
en lugar de libros”, aseguró.
Por su parte, el escritor y editor Felipe Garrido aseguró
que no le angustia demasiado que los libros estén cambiando
nuevamente de forma, porque lo verdaderamente importante es que
circule la palabra. “Los seres humanos estamos hecho de palabras,
pensamos, sentimos, creemos, odiamos, aprendemos con palabras; éstas
comienzan con la tradición oral, antes que ninguna forma
de escritura”, expresó.
Incansable promotor de la lectura, Garrido comentó que las
actuales generaciones de lectores son más optimistas y saben
emplear las nuevas tecnologías para su beneficio. Dijo que
el nacimiento de una nueva forma de libro nos llevará inevitablemente
a nuevas formas de arte porque ya es posible mezclar sonido y movimiento
con los textos, incluso habrá nuevas formas de entender lo
que ahora llamamos literatura. Junto con eso continuará la
lectura de grandes y clásicos autores como Homero, Cervantes,
Rulfo, Arreola.
Así como los libros se han transformado –vinieron de
tabletas de barro, pergaminos, biombos de papel amate–, éstos
volverán a cambiar de forma aprovechando las nuevas tecnologías;
el proceso de transformación será más veloz
cuando se resuelva la problemática de derechos de autor.
Al hablar de algunas bondades de los libros electrónicos,
Felipe Garrido dijo que es más fácil que se mantengan
actualizados, como en el caso de diccionarios, enciclopedias, directorios
y catálogos.
A su vez, el pionero de la etnología en México, el
erudito salvadoreño Carlo Antonio Castro desgranó
en anécdotas su inicio “a gatas por el mundo de las
letras”. Destacó la influencia de su nana, una indígena
hablante de la lengua quiché quien transformó su percepción
del lenguaje y le dio “una extraordinaria facilidad para aprender
después tzeltal”, lengua de la que se convirtió
después en traductor y escritor.
“Descubrí el cosmos de las letras en una versión
muy particular”, dijo al recordar la biblioteca familiar,
un sitio que fue el eje de su convivencia infantil y lo acercó
desde sus primeros años a autores tan fundamentales como
Stendhal, Balzac, Goethe, Dickens, Manuel Payno, Unamuno, Martí,
Rubén Darío, Horacio de Quiroga, Rómulo Gallegos
y Neruda, entre otros.
Castro, quien fundó la licenciatura en Lingüística
en la UV, recordó cómo a los cuatro años, aún
sin dominar el lenguaje, experimentó los primeros encuentros
con la literatura que sus padres y maestros ponían a su alcance;
los análisis que su padre le hacía de las lecturas
y cómo sembró en él el amor por las letras.
“Desde entonces entendí que el tiempo es una ilusión,
que si no se invierte en la lectura resulta aún más
irreal”, explicó hacia el final de su intervención. |