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Los
horrores
de la Universal Roberto
Ortiz Escobar |
A
tambor batiente y además de apoyar la exhibición y difusión
del 27 Foro Internacional de la Cineteca, la Universidad Veracruzana
continúa presentando en el Aula Clavijero de Juárez
55 el atractivo ciclo Terror y lucha libre, el cual ha combinado algunos
clásicos del terror estadounidense con películas donde
El Santo se enfrentó a un sin número de monstruos. Esta
semana veremos dos obras importantísimas de la productora Universal
dedicadas a El hombre lobo y La momia.
Recordemos en principio El hombre lobo (The Wolf Man, 1941, de George
Waggner) con un sugerente guión de Curt Siodmak que enfrentaba
a la ciencia encarnada por Larry Talbot-Lon Chaney Jr. con la superstición
de la gitana Maleva (la magnífica Maria Oupenskaya). En cuanto
al maquillaje, si bien ahora nos parece excesivo el pelambre de un
actor que nunca igualó la maestría interpretativa de
su padre en el cine silente (Lon Chaney), hay que reconocer que el
trabajo en este rubro de Jack P. Pierce impuso un referente visual
en la filmografía posterior del personaje licántropo
que desde 1913 apareciera en la pantalla grande (The Werewolf, de
Henry McRae y su secuela The White Wolf, 1914). Con la apreciable
fotografía de Joseph Valentine, la anécdota nos remitía
a un hombre que regresaba al castillo familiar inglés para
transformarse radicalmente al amparo de la luna llena, debatiéndose
posteriormente en la angustia de su naturaleza criminal y la imposibilidad
de dominarla.
Por lo que se refiere a La momia (The Mummy, 1932, de Karl Freund),
argumentalmente este filme dependió en buena medida de las
adaptaciones cinematográficas y teatrales de Drácula
y no tanto de los antecedentes literarios. Habrá que recordar
también que la industria fílmica del siglo pasado se
nutrió de las exploraciones arqueológicas realizadas
en Egipto, deparando a los guionistas un cocktel que combinaba exotismo
milenario, ocultismo y rituales macabros. Además de una anécdota
rica en detalles, el gran valor de la cinta se debió no solamente
a la presencia de Boris Karloff sino a las elocuentes imágenes
del cinefotógrafo Karl Freund vuelto director, y cuya impronta
visual fue definitiva en el expresionismo alemán (baste recordar
Metrópolis y Fausto, de Fritz Lang). En el caso de La momia
la sugerencia sustituyó al horror demostrativo frente a cámara
manejado en los treinta. La belleza plástica operada con elegancia
dejaba de lado ciertos vericuetos de una trama ingeniosa que hacía
de la necrofilia obsesión amorosa.
Estas cintas se proyectarán gratuitamente el lunes 16 y el
viernes 20, respectivamente, a las 18:00 horas en Juárez 55. |
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