Año 6 • No. 217  • marzo 27 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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Macuiltépetl podría ser el asentamiento prehispánico más antiguo de Xalapa

Durante tres meses, universitarios hicieron prácticas de campo en un sitio arqueológico, cuyo desarrollo oscila entre 450 a.C. y 150 d.C.

Fernanda Melchor (Fotos: Luis Fernando Fernández)

En el proyecto arqueológico Macuiltépetl, que se desarrolla en el cerro homónimo de la colonia Progreso en la ciudad de Xalapa, académicos y estudiantes de la carrera de Arqueología, adscritos a la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV), realizaron durante tres meses la excavación de las ruinas de lo que, al parecer, es el asentamiento humano prehispánico más antiguo hallado en la ciudad de Xalapa, pues según los estudios de fechamiento éste se desarrolló entre los años 450 a.C. y 150 d.C.

Más antigua que los tres barrios considerados piedras fundamentales de la ciudad, la zona arqueológica a estudiar es un área extensa que llega incluso a la Cueva de la Orquídea, de la cual la zona Macuiltépetl es sólo una pequeña parte. Esta área logró conservarse gracias a al Ayuntamiento de Xalapa, que la definió como protegida, evitando su urbanización.

Es por ello que el INAH, en coordinación con la Facultad de Antropología de la UV, pretenden, una vez terminados los trabajos de excavación, abrir la zona al público e integrarla al Parque Ecológico Macuiltépetl. Incluso hay planes de edificar un museo de sitio en uno de los espacios libres, con el fin de exhibir las piezas halladas y explicar el origen y características de este patrimonio histórico tangible.
La zona excavada por los estudiantes está constituida por los vestigios de varios edificios, una plaza y un patio central de lo que fuera un asentamiento precolombino, cuyo fechamiento por radiocarbono, o carbono 14, fue certificado por laboratorios del INAH e indica que la zona se desarrolló entre los años 450 a.C. y 150 d.C.

Se trata de un hecho importante, pues hasta la fecha no se han descubierto ruinas de tiempos tan remotos en la ciudad de Xalapa. Además, la académica aseguró que ni los antiguos barrios que conformaban lo que hoy es el centro de la capital de estado poseen tal antigüedad.
Mientras tanto, Lucina Martínez Utrera, directora del proyecto, descartó que los vestigios del Macuiltépetl pertenezcan al grupo étnico totonaco, debido al fechamiento que el INAH les otorgó. “Los totonacos llegan al centro de Veracruz del 600 al 900 antes de Cristo, y aquí estamos hablando de grupos anteriores, por lo que vale la pena rescatarlo”, dijo.

Una vez terminado este conjunto de excavación, Martínez Utrera afirmó que aún resta excavar la parte superior de la zona, por lo que es necesario continuar con las exploraciones del área, aunque consideró que lo ideal sería que el Ayuntamiento pudiera delimitar la zona, separarla de la calle y evitar que las personas lo degraden.

El proyecto Macuiltépetl se encuentra inscrito dentro de un estudio regional dirigido por el Instituto nacional de Antropología e Historia (INAH), que estudia los asentamientos prehispánicos ubicados en el municipio de Xalapa y la región.

Los trabajos en el terreno de la Privada 17 de marzo de la colonia Progreso, llamado zona Macuiltépetl, iniciaron en 1989, cuando al realizar un pozo de sondeo fue descubierta una esquina de un edificio prehispánico en lo que era un terreno baldío. Desde esa fecha, estudiantes de distintas generaciones de la carrera de Arqueología han explorado el área año con año, utilizando las técnicas aprendidas en el aula y descubriendo los vestigios de siete entierros, así como figurillas, vasijas y diversos restos de cerámica, también llamados tepalcates, que ya han sido enviados a la ciudad de México para su análisis.
El trabajo de campo forma expertos
De acuerdo con Martínez Utrera, esta práctica de campo arqueológica tuvo como finalidad hacer que los alumnos aplicaran y llevaran a la práctica los lineamientos teóricos y metodológicos aprendidos en el aula. Martínez Utrera resaltó que ambas, teoría y práctica, son experiencias necesarias para la formación integral de expertos, pues “aunque realizamos trabajo de campo, la arqueología debe estar fundamentada en un proyecto de investigación, y aquí los alumnos cubren una práctica inscrita dentro de un proyecto teórico realizado previamente”, afirmó la académica.

Universitarios trabajando en la zona Macuiltépetl de la colonia Progreso.

El trabajo de campo arqueológico es una labor dura, pero al mismo tiempo delicada, ya que consiste en remover cientos de kilos de material inerte bajo condiciones climáticas adversas, aplicando con gran cuidado técnicas específicas que permiten el rastreo del mínimo vestigio de objetos de importancia arqueológica.

En este trabajo intervienen desde herramientas básicas, como el pico y la pala, hasta cepillos y esmeriles diminutos, cuya labor es librar hasta la última partícula de tierra de los objetos hallados.
“Las prácticas de campo son indispensables, pues hacen que el alumno adquiera un criterio científico que le permitirá discernir entre las estructuras culturales y las naturales, así como a visualizar los estratos culturales no alterados por materiales modernos”, explicó la facilitadora.

En la zona Macuiltépetl, alumnos de distintos períodos de la carrera de Arqueología excavaron el área, con el fin de analizar las secuencias estratigráficas (o las distintas capas de materiales que se han ido acumulando durante más de dos mil años), dividiendo el terreno en una cuadrícula, y llevando un control sistemático del lugar y profundidad específicos de las muestras y objetos hallados, datos que se anotan en fichas especiales que son enviadas al INAH junto con las piezas halladas, para su análisis. La precisión del lugar y la posición en que la pieza fue hallada es de vital importancia para comprender su prudencia y uso antiguo.
Antropología UV destina 70 por ciento de sus recursos a prácticas in situ
Por su parte, el director de la Facultad de Antropología, Javier Kuri Camacho, declaró que casi el 70 por ciento de los recursos destinados a la carrera son aplicados en llevar a cabo este tipo de prácticas de campo.

“Incluso, hemos recortado el presupuesto para otros insumos, con el fin de darle la oportunidad a nuestros estudiantes de salir al terreno y aplicar personalmente las metodologías y conocimientos que han aprendido en el aula”, dijo el funcionario. Los alumnos reciben una cantidad mensual de 800 pesos, destinada a solventar algunos gastos como alimentación y transporte a distintos puntos del estado donde se realizan trabajos arqueológicos.

Afirmó que, aunque los estudiantes de las universidades públicas disponen de menores recursos y espacios, en comparación con los alumnos de instituciones privadas, esto no representa forzosamente una desventaja, pues el aspirante a arqueólogo, que estudia en una universidad pública como la UV, presenta menos dificultades para incorporarse a la vida comunitaria de las regiones que investiga, que alumnos de escuelas particulares.

“Podemos decir que las facultades de Antropología de universidades privadas poseen mayores y más equipadas instalaciones y laboratorios, pero eso no significa que el alumno esté mejor preparado”, dijo Kuri Camacho.

Explicó que ha observado que los estudiantes de la UV muestran una mayor facilidad para crear y aprovechar las herramientas que poseen en el trabajo de campo, al grado de llegar a inventarlas o improvisarlas, con el fin de no detener las maniobras de excavación durante los trabajos arqueológicos.
La investigación arqueológica
Por otra parte, el investigador y experto arqueólogo del Instituto de Antropología de la UV, Mario Navarrete Hernández, explicó que la ciudad de Xalapa es muy antigua, pues el emplazamiento más remoto que ha sido hallado pertenece al período del Preclásico medio (600 a.C.). Y es a partir de esta época en que se puede considerar la existencia de una población autóctona xalapeña.

Navarrete Hernández describió el horizonte del Preclásico medio como constituido por asentamientos pequeños distribuidos en lo que ahora conocemos como el municipio de Xalapa, cuyo vértice más al norte es la Hacienda de Paso del Toro, ubicado en la cuenca del río Actopan, en la colonia 6 de enero; mientras que a los costados, limita con Xilotepec y Banderilla, y al sur, con el río Sordo y los municipios de Xico y Coatepec.
“Aunque, ya específicamente en la ciudad de Xalapa, hemos encontrado evidencias de comunidades olmecas (en la loma de San Pedro, donde fue hallada una estatua de barro del estilo baby face) y totonacas o pre-totonacas, aunque muchos colegas no lo reconocen como tal”, afirmó el investigador.

En estos sitios hallado pequeñas figuras que retratan, “de una manera muy inocente”, a la gente de aquellos tiempos. Se trata de estatuillas cuyos rasgos están apenas insinuados, o son a veces grotescos y cargados de adornos corporales.
Navarrete Hernández explicó que estos antiguos pobladores vivían en asentamientos que no pueden considerarse ciudades, sino más bien aldeas, aunque aceptó que “probablemente existían algunas bastante grandes, sobre todo cerca de los ríos”.

Según el análisis de los restos humanos y objetos hallados, se puede afirmar que estas personas contaban con una agricultura incipiente basada en el maíz, el chile, la calabaza y el chayote, hacían cerámica y, probablemente, mantenían comercio con otras aldeas y centros de la zona.
Los vestigios de los antiguos barrios de la ciudad capital de Veracruz serían más recientes, posiblemente del siglo XVI, la época de la Conquista. “Xallapan, Techacapan y Xalitic, entre otros, no van más allá de la época tolteca, en el año 900 d.C.”. Sin embargo, Navarrete Hernández afirmó que, en el ínterin, existieron otros asentamientos, entre los cuales mencionó ciertas comunidades asentadas en las faldas del cerro del Macuiltépetl, donde han sido encontradas, en diversos épocas y sitios, estatuillas y fragmentos de cerámicas, o tepalcates.

Por otra parte, el investigador Mario Navarrete describió la emoción de la investigación arqueológica de la siguiente manera: “Yo he encontrado muchas cosas, montones, pero creo que pocas cosas me impactan más que encontrar un instrumento musical. Entonces me limpio bien las manos y exploro el objeto, que generalmente es un silbato, flauta u ocarina. Cuidadosamente lo lavo, lo pego, y retengo en mis manos un instrumento que late, que está vivo porque lo hemos hecho vivir nuevamente, y que al acercarlo a la boca, aún suena”.

Afirmó que la emoción de ese instante es indescriptible, pues “uno toca algo que hace más de mil 500 años nadie había tenido en las manos, y que vuelve a vibrar con la misma intensidad y emoción”, por lo que se trata de “la resurrección de un objeto y de la persona que lo creó y lo poseía y, efectivamente, después de eso, no vuelve uno nunca a ser el mismo”, finalizó.