Año 6 • No. 216 • Marzo 20 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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Gina Sotelo (Fotos: César Pisil)
Luego de cuatro años de intenso trabajo comunitario por parte de brigadistas de la Universidad Veracruzana (UV), son palpables los beneficios que han obtenido comunidades aledañas a Xalapa, tales como Coyopolan, Molino de San Roque o El Conejo, donde la máxima casa de estudios tiene ubicadas tres de sus cuatro Casas de la Universidad.

Eloísa Diez.
A través de jornadas y jornadas de trabajo –en este caso con sus niños– los universitarios han llevado, desde 2002, el teatro a esas zonas, sensibilizando no sólo a sus pequeñines, sino también
a sus padres.

Fueron los brigadistas de la carrera de Teatro, Betania Benítez y Julián Loredo, quienes iniciaron en la Casa de la Universidad de Coyopolan un taller de teatro dirigido a los niños de esta comunidad. Desde un principio, el taller se propuso abordar el juego creativo, la capacidad expresiva y la creación escénica.
En marzo de este año, Betania, Julián y Eloísa Diez, productora de radio, vieron que sus esfuerzos han valido la pena y realizan, con la participación de otras dos comunidades, el Primer Encuentro de Teatro Comunitario en El Conejo, municipio de Perote, ante un centenar de pequeños estudiantes de la escuela “Carlos A. Carrillo”.

Acompañados por sus padres de familia, la primera semana de marzo, los niños de El Conejo tuvieron la oportunidad de presenciar las obras de teatro El vampiro y los borrachos –escrita por dos niños de Coyopolan– y Los payasos salvan al mundo –representada por un grupo de chiquitines del municipio Molino de San Roque.

Partiendo de la idea de que la identidad se basa en los relatos y las creencias de un pueblo, los brigadistas –hoy egresados de la Facultad de Teatro de la UV– generan, a través de la actuación, un espacio en el que los niños se sienten libres de expresar quiénes son. El teatro comunitario se ha convertido en fiel reflejo de las costumbres del lugar, sus tradiciones y mitos.

Los pequeños dramaturgos de El vampiro y los borrachos son José Eduardo y Sergio Córdoba Flores, de 13 y 12 años respectivamente. Para escribir la obra que con sus amiguitos de Coyopolan actuaron en el encuentro, se basaron en los demás textos que ya tenían y añadieron un poco de imaginación.

Sobre lo que para estos chiquitos representa el teatro, José Eduardo nos dice: “Con el teatro siento que me voy superando y que ya no me da pena decir las cosas. De grande me gustaría trabajar en teatro, pues sirve para muchas cosas, como no tener temor de pararnos enfrente de mucha gente”.

Por su parte, su hermano Sergio dice que le gusta escribir sobre lo que pasa en su comunidad y de grande también quiere hacer teatro, pues acepta que le ha servido para no tener miedo de hablar: “Me gusta que cuando los maestros me hablan ya no me da pena decir lo que quiero, además me divierto mucho de estar actuando, el vestuario de colores y las máscaras me gustan mucho”.

En esta obra, los hermanos tomaron los elementos de su comunidad que más llamaron su atención y los llevaron a escena; sitios como Casa Blanca y Aguas Escondidas. Por fortuna, en Coyopolan sus papás no beben alcohol, pero los jóvenes ya están empezando a hacerlo; para los niños es una novedad y lo toman como tema para su obra y por eso lo representan.

Los universitarios Betania y Julián ya han llevado sus talleres a Molino de San Roque y a El Conejo y en un par de meses los llevarán al Manglar, la cuarta Casa de la Universidad. Los jóvenes actores hablan de la evolución que han detectado en los niños como personas, luego de tomar los talleres de teatro: “Los niños eran muy penosos y no hablaban, nos veían y se escondían, les daba miedo, no querían participar, trataban muy mal a las niñas y no querían jugar con ellas. Ahora, al hacer equipo, se han dado cuenta que se tienen que ayudar, que tienen que cooperar, que tienen que estar de acuerdo y este cambio lo reflejan en la escuela y en su casa”.

Betania Julián.
Sobre el cambio que han sufrido las mamás de estos niños, Betania y Julián dicen que ellas agradecen que sus hijos ya no son penosos y se expresan mejor: “Antes nos decían ‘no los carguen porque se les cae el cuajo’ o ‘que no rueden en el suelo porque se les desprende el estómago’ y a partir de que nosotros hemos cedido un poco y de enseñarles que no pasa nada, que es un entrenamiento normal, ellas se han abierto mucho”.

Visiblemente contentos, los universitarios resumen que el crecimiento ha sido general para la comunidad: “Las artes están fuera de su contexto, de su realidad, pero
al llevarlas los hijos a su casa, lo hacen parte de su modo de vida. Hay una apertura hacia la cultura y la música, ahora el teatro ya es una tradición en la comunidad”.

A través del arte –del teatro en este caso– las comunidades detectan que tienen otras y mejores oportunidades de vida, así lo consideran Betania y Julián: “Las señoras ya tienen destinadas las vidas de sus hijos, dicen que ellos cuando crezcan no van a hacer nada más que ir a cortar café o leña; en cambio, con esto se dan cuenta que tienen otra oportunidad, no de salir de su casa, sino de hacer este tipo de teatro en su misma comunidad”.

Añaden que en lugar de cortar 10 kilos de café ahora pueden cortar la mitad y presentar una obra de teatro, a la vez que conocen a otros niños y tienen la oportunidad de interactuar con otras comunidades.

La radio, medio óptimo de vinculación
Luego de haberse conformado el grupo de teatro comunitario, la dirección de Radio Universidad (XERUV) hizo la propuesta de producir radionovelas educativas que apoyen el desarrollo sostenible de las familias rurales mediante la capacitación para el uso óptimo de los recursos naturales, materiales y humanos, así como la prevención y diagnóstico de enfermedades.

A través de entrevistas y consultas con brigadistas y académicos de los Programas de Vinculación de la Universidad, llegaron a un diagnóstico de la realidad y necesidades de los habitantes de Coyopolan y sus alrededores y con la productora Eloísa Diez Vázquez realizaron Gladiolas de amor, la primera radionovela que trata sobre el cultivo de esa flor.

La otra ya está grabada con los niños del Molino y está en proceso de posproducción, se estrenará con el nombre Manantial de sueños. Los niños harán, además, programas y cápsulas de radio, además de funciones de sus obras. De acuerdo con la productora, “la idea con las nuevas radionovelas es entregarlas en primaria, en las casas de la UV, vincularse con los maestros como material didáctico y en los Centros de Salud. Llegar a trasmitirlas no sólo por Radio UV, sino por otras vías como Radio Teocelo, Radio Perote y Radio Más, además de otras radios comunitarias y educativas en el país”.

Para la productora, trabajar con niños en radio es una experiencia fabulosa: “Hay poca confianza en que los niños pueden decir las cosas, ellos van aprendiendo el modo y si se equivocan es parte de su aprendizaje; en el momento en el que ellos entienden que simplemente tienen que expresar lo que sienten, es más fácil. Radio es aprender a escuchar qué es lo que ellos piensan, con qué sueñan y tratar de ayudarlos para que los puedan expresar”.

La labor de Betania, Julián, y recientemente Eloísa, es posible gracias a la colaboración de Radio Universidad y de la Dirección de Vinculación, a través de una beca de coinversión para proyectos artísticos, educativos y culturales por parte de CONACULTA, obtenida en noviembre de
este año.

La creación de las Casas de la UV, espacios comunitarios construidos ex profeso para albergar las acciones de los académicos y estudiantes la universidad, se han constituido como espacios de vinculación con la sociedad y el medio rural para reorientar los procesos de enseñanza-aprendizaje, de investigación y de distribución social del conocimiento.