Año 6 • No. 207• enero 16 de 2006

Xalapa • Veracruz • México
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Aunque 80 por ciento de la población depende de ella
Carece medicina tradicional de reconocimiento social
Edith Escalón
Los beneficios económicos, ecológicos y clínicos de la medicina tradicional aún no han sido plenamente reconocidos, ni siquiera por los 25 países del mundo que han establecido normatividades oficiales para regular y registrar productos y procesos de la medicina tradicional –entre ellos México y otros nueve latinoamericanos–, aseguró Jennifer C. Sowerwine, investigadora de la Universidad de California, Berkeley.


Jennifer C. Sowerwine.

“Sólo China, las dos Coreas y Vietnam lo han logrado, e incluso han integrado la medicina tradicional a la moderna en sus sistemas de salud”, comentó en su visita a Xalapa la especialista en etnobotánica y normatividad medioambiental, quien este lunes 16, a las 12:00 horas, hablará en la USBI-Xalapa del caso vietnamita en una conferencia organizada por la Universidad Veracruzana (UV).

Dijo que la medicina tradicional no sólo es tan efectiva como la moderna, sino que resulta más económica en la mayoría de los casos, además de que su promoción y aprovechamiento implica la conservación y protección de los recursos naturales, principalmente botánicos.
De hecho, aseguró que estudios científicos en culturas de 20 países del mundo realizados por Thomas Carlson (uno de los pioneros norteamericanos en el estudio científico de la medicina tradicional) demostraron que más del 80 por ciento de la población mundial depende de la medicina tradicional, tanto en países desarrollados como en subdesarrollados; de ahí que las iniciativas para devolver a ésta su valor sean cada vez más enérgicas.

Sowerwine explicó entonces que la propuesta más importante para el reconocimiento de la medicina tradicional como una estrategia de salud elemental fue la que realizó la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en 2002 expuso a sus 191 países miembros la necesidad de normar y promover políticas para evaluarla y regularla, es decir, para definir primero qué es y qué no es medicina tradicional.

Para la OMS, la clasificación es clara, pues señala como medicina tradicional todas aquellas estrategias para restablecer la salud que se practicaban desde antes de la llegada de la medicina moderna, que tiene alrededor de 200 años de pleno desarrollo, y como medicina alternativa o complementaria aquellas que han sido integradas paralelamente a la medicina moderna, como la acupuntura o la medicina homeópata.

“Lo que finalmente importa es la cura de las enfermedades, el bienestar y la salud, por eso lo que trata de hacer la OMS es procurar cualquier estrategia que conduzca a este objetivo, integrando las prácticas tradicionales, modernas y alternativas”, comentó la profesora de la universidad de California-Berkeley.

Para lograrlo, dijo, la primera recomendación es desarrollar políticas y normatividades que procuren su evaluación, registro, regulación y reconocimiento: «Si la medicina moderna avala a sus expertos con grados académicos, la medicina tradicional debe encontrar las vías para sistematizar también sus procesos, productos, medicamentos, prácticas y practicantes, etcétera”.

En segundo término, la académica ubicó a la investigación, como una estrategia para verificar con el método científico la eficacia de ciertos procesos que tienen su origen en la medicina tradicional. “En el mundo se gastan al año 66 mil millones de dólares en medicina tradicional, esta demanda sólo demuestra el potencial que tiene incluso como alternativa para el desarrollo económico alternativo de las comunidades”, expresó.

Explicó que algunas iniciativas hablan por ejemplo de “compensar” económicamente a las comunidades por sus conocimientos de medicina tradicional, o de combinar los beneficios de la medicina moderna y tradicional en los seguros médicos.

La conferencia de Jennifer C. Sowerwine forma parte del simposio: Armonizando la medicina moderna y tradicional, organizado por las áreas Biológico Agropecuaria y de Ciencias de la Salud de la Universidad Veracruzana, así como el Centro de Investigaciones Tropicales (Citro).