Año 6 • No. 203 • noviembre 28 de 2005
Xalapa • Veracruz • México
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  En el IV Foro de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la UV
Analizarán sistema científico-tecnológico,
interculturalidad y sociedades innovadoras
José Antonio Hernanz, Investigador del Instituto de Filosofía
Una de las principales tendencias en el desarrollo de políticas de Educación Superior en todo el mundo durante los últimos años está siendo la de centrar el papel de las Universidades en la distribución social del conocimiento. Esta tendencia, lejos de constituir una moda o una fórmula mágica de generación de bienestar, plasma la importancia estratégica de la construcción del conocimiento, su aplicación y su distribución dentro de organizaciones definidas (estados, empresas, etc.) en la configuración social y política del siglo XXI.

Parece claro que esta centralidad de la transformación de las Instituciones de Educación Superior (IES) tiene como uno de sus ejes fundamentales la formación de profesionales del sistema tecnológico, esto es, de profesionales que sean capaces de generar nuevas ideas y usos de las aportaciones de las tecnologías contemporáneas, así como de desarrollar propuestas novedosas en investigación científica básica.

Ese es uno de los detonantes del desarrollo de institutos tecnológicos por toda la República Mexicana, así como del fortalecimiento de los grupos de trabajo que se dedican a la formación de recursos humanos de alto nivel (doctorado, eminentemente) en el área técnica de universidades y centros de investigación de vanguardia.

Ahora bien, para que una sociedad como la mexicana sea capaz de encontrar su propia dinámica de desarrollo social, físico e intelectual, dentro de unos parámetros de sustentabilidad razonable, debe asumir un reto paralelo al del aumento de la población activa que trabaje en el ámbito tecnológico (desde la creación de patentes hasta el ensamblaje de aparatos de mediana o baja tecnología): la inserción de ese sistema científico-tecnológico en su universo de significados, en su cosmovisión, de manera que seamos capaces de comprender de manera crítica el presente que vivimos, su creciente complejidad tecnológica, política y cultural. Ese es el reto de lo que se viene llamando “alfabetización científico-tecnológica crítica”.

Evidentemente, este reto no es sencillo, pues obliga a identificas diversos problemas que se entrecruzan, muchos de ellos de manera novedosa, en las sociedades contemporáneas. De entre esos problemas, en su cuarta edición el Foro de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la UV, se propone establecer un puente de diálogo entre al menos tres: la relación del creciente sistema científico-tecnológico con la interculturalidad, y muy especialmente la rica interculturalidad mexicana; el desarrollo de políticas de innovación, a través de los actores de la toma de decisiones en este campo, y la relación entre educación superior y distribución social de conocimiento.

Respecto al primero de ellos, la relación entre sistema científico-tecnológico e interculturalidad, parece –he ahí lo problemático– que se está hablando de dos cosas bien distintas, universal, impositiva, la una, y local, socialmente construida, la otra, de manera que el diálogo entre ambas se agota en la improductiva discusión sobre hasta dónde debe llevarse la frontera entre los desarrollos de la ciencia y la tecnología (modernas, occidentales) y el respeto a lo “étnico-cultural” y la necesidad de su pervivencia.

Esta primera lectura del problema, a ojos vista estéril si no se le hace ir más allá, hacia sus raíces, nos obliga a preguntarnos por el lugar de la ciencia en la cultura, para darnos cuenta de que es una construcción social, que sólo tiene sentido en tanto que se articula con el resto de prácticas epistemológicas y culturales de la construcción simbólica de una red de ciudadanos. La ciencia, sobre todo si la entendemos en el complexus de un sistema científico-tecnológico, forma parte de las dinámicas sociales, culturales y políticas.

Respecto al segundo, resulta muy llamativo el intenso esfuerzo y el encomiable consenso de la Cámara de Diputados de Veracruz para presentar a la ciudadanía una ley de ciencia y tecnología, así como un Consejo que trabajará para desarrollarla y armonizarla con los intereses y las posibilidades de Veracruz. Este esfuerzo es coherente con el debate actual sobre la necesidad de fortalecer políticas que lleven la investigación científica y el desarrollo tecnológico a la meta de la innovación.

Innovar no consiste tan sólo en “hacer cosas nuevas”, sino en desarrollar creativamente soluciones para resolver necesidades de los diversos grupos humanos y culturas que conviven en Veracruz, de manera colaborativa con el resto de México y del mundo. En ese sentido, parece claro que sólo podemos hablar de innovación sostenible cuando ésta involucra y se revierte en toda la sociedad, siendo ésta la clave que permite medir –cuantitativa y cualitativamente– el impacto de los procesos de distribución social del conocimiento.

Respecto al tercero, que cierra el círculo de esta interacción problemática, nos encontramos con que, en esta necesidad de promover acciones, estrategias y visiones a largo plazo de crecimiento sostenible en un entorno intercultural integrado (en el que la diferencia es riqueza, la homogeneidad pérdida de innovación), al menos contamos con un actor clave, claramente detectado, para lograr este flujo de transformaciones sociales, culturales y políticas: la universidad.

De este modo, la Universidad es seguramente la organización que más claramente se ha replanteado su misión y sentido de supervivencia en el contexto de la sociedad del conocimiento, y eso no sólo gracias a su tradicional función de formación de capital humano altamente cualificado, sino por ser un espacio en que, desde su creación en los albores de la modernidad, ha habido un debate crítico, sincero y profundo sobre el hombre mismo. Todo ello nos da una pista clara de la inanidad del debate sobre la vigencia de las humanidades en las IES de la sociedad del conocimiento: sin ellas se pierde la perspectiva que permite hacer del conocimiento una fuente sustentable de bienestar y responsabilidad social o, en definitiva, de construcción de una ciudadanía que tomará decisiones sobre el rumbo a seguir del sistema científico-tecnológico.

No en vano el Congreso Iberoamericano de Filosofía de la Ciencia y la Tecnología, que tuvo lugar en Tenerife (España) el pasado mes de septiembre, tuvo como lema “Ciencia, tecnología y ciudadanía en el siglo XXI”. La ciencia y la tecnología no sólo son parte del universo simbólico contemporáneo, sino que además, como sistema, son herramientas fundamentales para la construcción de los ciudadanos, comprometidos críticamente con su presente, capaces de tomar decisiones en procesos deliberativos intersubjetivos e interculturales, para así determinar sus propios proyectos de vida como individuos y como sociedades.

Todo esto es lo que se va a discutir en el IV Foro de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la UV, que se celebrará los días 30 de noviembre y 1 de diciembre, en el auditorio de la dirección general de Investigaciones, en sesiones de trabajo de 9:00 a 14:00 horas. En estas sesiones tendremos tres conferencias y tres mesas de trabajo, para discutir abiertamente los problemas que se han venido desgranando en los párrafos anteriores; por supuesto, y por eso es un foro, esperamos que la discusión sea totalmente abierta, y que en ella participe el público que nos acompañe. Una muestra del carácter interdisciplinario de este encuentro es la diversidad de dependencias que participan en su convocatoria: las direcciones generales de Investigaciones, de Posgrado, del Área Biológico-Agropecuaria y del Área de Humanidades; el Instituto de Investigaciones Biológicas y el Instituto de Filosofía.

Para cualquier duda pueden ponerse en contacto con Adalberto Fox (afox@uv.mx), de la dirección general de Investigaciones de la UV, o con José Antonio Hernanz (jhernanz@uv.mx), del Instituto de Filosofía de la UV.