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Corolarios de las inundaciones
Adalberto Tejeda Martínez* |

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Son
varias las similitudes pero más las diferencias entre las inundaciones
en territorio veracruzano provocadas en 1999 por la depresión
tropical número once, y las de 2005 debidas al huracán
Stan. Ambas ocurrieron en los primeros días de octubre, cuando
la temporada de lluvias va llegando a su fin, los cuerpos de agua
ya de por sí están rebosantes y el suelo saturado de
humedad a grado tal que casi nada de la lluvia puede ser absorbida
por el terreno.
Ambas contingencias se presentaron en el primer año de gobierno
estatal, evidentemente cuando el gobierno federal va feneciendo. Las
de 1999 se focalizaron en el norte del estado; las de hoy abarcaron
casi toda la planicie costera y varios puntos serranos del centro,
del norte y del sur. En 1999 la depresión tropical número
once era poco amenazante, pero empujada hacia el flanco norte de la
Sierra de Misantla por un frente frío dejó caer toneladas
de agua: 217 litros por metro cuadrado en 24 horas en Martínez
de la Torre, similares a los 223 en el Puerto de Veracruz el 4 de
octubre de 2005. En 1999 los desbordamientos -e incluso la formación
de ríos en lo que durante años fueron cañadas
secas- ocurrió de noche y sorprendió a la población,
lo que ocasionó más de 200 muertos oficiales y casi
cien desaparecidos.
La llegada del huracán Stan estaba prevista; de último
momento cambió su trayectoria y entró a tierra cien
kilómetros al sur de donde se pronosticaba, 24 horas antes.
El resultado es que a pesar de lo cuantioso de las pérdidas
materiales y el número de damnificados, no hubo una sola muerte
provocada directamente por el meteoro. Es decir, que la prevención
y la alerta jugaron un papel importante. Aquí hay que abonarle
créditos a los meteorólogos de la Comisión Nacional
del Agua, Federico Acevedo en Veracruz y José Llanos en Xalapa,
y a la eficacia en la coordinación por parte del Gobernador
del Estado y la Subsecretaría de Protección Civil, junto
con ejército y policías y marina y tantos otros.
Las cifras de damnificados son por demás contrastadas: menos
de cien mil en 1999 contra casi millón y medio en 2005. Hace
seis años se desbordaron cinco cuerpos de agua y ahora 31.
Se afectaron 12 mil viviendas en 1999 y Stan se metió a 135
mil casas. Los albergues cobijaron a 18 mil personas en aquel entonces,
y ahora lo hicieron con 200 mil. Fueron 20 tramos carreteros y puentes
rotos en 1999 y ahora son 170. Es decir, que aproximadamente la relación
de daños es de uno a diez.
Los municipios afectados por la depresión tropical de un sexenio
atrás fueron 83, y ahora el huracán le llegó
a 170. Sin embargo, en aquellos años, Pemex era una
empresa segura, y no hubo asociación de inundaciones con derrames
de aceite. Ahora cinco hectáreas en Tihuatlán fueron
dañadas por una fuga de combustóleo al tiempo que ocurrían
riadas por todos partes. |
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A pesar de que se fundamenta en la física, la meteorología
no es una ciencia exacta porque es una ciencia experimental. Tiene
sus porciones jugosas de teoría pero los trozos de experimentación
son mayores. Una experimentación que no se compara con la de
la física, la de la química o la botánica. En
meteorología hay que contentarse con observar midiendo tantas
veces como la naturaleza lo permita, pero midiendo de la mejor manera
posible. Además, hace medio siglo se empezaron a incorporar
los modelos computacionales (con bases físicas y matemáticas),
y en el cuarto de centuria más reciente son una verdadera alternativa
para experimentar. Modelar o simular en computadora y observar
con precisión son, entonces, los caminos modernos. De ambos
estamos escasos en Veracruz.
Las redes de observación meteorológica e hidrométrica
se han ido debilitando en los últimos tiempos. Durante el sexenio
estatal anterior desapareció el Servicio Climatológico
y Meteorológico del Gobierno del Estado, dependiente de la
entonces Subsecretaría del Medio Ambiente. Por su parte, la
modelación llega a los salones de clases pero como ejercicio
escolar, no como herramienta rutinaria para el pronóstico.
Los modelos mundiales que circulan libremente en Internet no están
enfocados –escalados, dicen los técnicos- al
territorio veracruzano. Dotar a Veracruz de una red hidrometeorológica
suficiente (ahora que sufre el deterioro del abandono durante los
seis años anteriores y la destrucción de los propios
hidrometeoros) y habilitar modelos de escala estatal (mesoescala,
le llaman los que saben) es más que urgente.
Al mismo tiempo, hay que recabar toda la información existente
de datos geofísicos pero también sociales y económicos,
para tener una radiografía de estas catástrofes. La
tarea es laboriosa pero se volverá sencilla si se entiende
que esos datos son un bien público, y que desaparezcan los
celos de los mandos medios que quieren tener la información
en exclusiva para impactar al gobernante en turno.
Si a lo mencionado en los dos párrafos anteriores se añaden
estudios serios que normen el crecimiento de los asentamientos humanos,
y que sus resultados se apliquen sin la blandura que le imprimen la
politiquería y la corrupción, podremos si no abatir,
cuando menos evitar que crezca el número de víctimas
en posteriores contingencias. Si como sociedad ya vamos incorporando
medidas de prevención gracias a la previsión, tenemos
que iniciar ya la planeación.
Porque ya son varios los expertos que coinciden en que esta temporada
de huracanes en el Atlántico, particularmente larga, intensa
y salida de madre –¡el huracán Vince pegándole
a la Península Ibérica!–, podrá ser una
consecuencia del llamado cambio climático global, y quizás
el anuncio de lo que será la normalidad de las próximas
décadas.
* * *
El dios Huracán era adorado en el Caribe prehispánico,
y quizás tuvo advocaciones en la costa del Golfo de México.
De modo que
–metafóricamente hablando– la civilización
mesoamericana ha estado bajo su influjo desde siempre. En este año
disfrazado de la Catrina de Posadas, pero con la ortografía
ad hoc para entrar en territorio estadounidense, se enseñoreó
en Nueva Orleáns con más saña que como suele
hacerlo cada año en diversos puntos de las costas sur y sureste
de Estados Unidos. En años futuros ¿se desplazará
con más frecuencia hasta Nueva York, como en efecto lo ha hecho
ocasionalmente? ¿Las riadas del verano de 2002 en Europa central
–que llegaron a los corazones centenarios de ciudades como Praga,
al margen del río Vitava; Dresde, en la parte alemana del Elba,
y otras más al borde del Danubio o del Mar Negro– habrán
de repetirse pero ahora por causa de vórtices inmigrantes nacidos
en mares tropicales? Muy probablemente, pero dejando atrás
las especulaciones en este momento cuando se inicia la reconstrucción
en nuestro estado, de entre el fango acumulado van aflorando las verdaderas
dimensiones de la tragedia chiapaneca, donde ha estado lloviendo sobre
mojado desde hace semanas, dejando un luto imborrable en la frontera
entre México y Guatemala.
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Docente de la Licenciatura en Ciencias Atmosféricas de la
UV y Director General del Consejo Veracruzano de Ciencia y Tecnología.
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