Ante estudiantes
de biología, agronomía y veterinaria, afirmó
que más de la mitad de la población en nuestro país
ni siquiera tiene asegurada la alimentación, y que la educación
no se considera una necesidad primordial, por lo tanto, las oportunidades
de organización y elección se reducen considerablemente:
“Hablar de democracia es hablar de una igualdad relativa,
que por lo menos permita los mínimos necesarios para tomar
decisiones basadas en el conocimiento”.
Aseguró que hablar de desarrollo sustentable, biodiversidad,
riqueza ecológica o conservación y tener plena conciencia
de lo que implica la pérdida de los ecosistemas es una capacidad
que desafortunadamente no está generalizada: “mucha
gente no sólo no comprende los problemas en su justa dimensión,
sino que ni siquiera conoce las ideas, las corrientes, las alternativas…
no tiene un marco de referencia para saber que existe el desarrollo
sustentable”.
Académica del Centro de Investigaciones Tropicales de la
UV, Del Amo destacó el trabajo que la Universidad Veracruzana
Intercultural puso en marcha este año, al ofrecer formación
profesional a jóvenes indígenas de la región
totonaca en el municipio de Espinal, pues permitirá el acceso
al conocimiento a grupos que antes, por factores económicos
o sociales, estaban marginados.
En cuanto a la pérdida de las redes sociales, Del Amo calificó
como “patético” lo que sucede en el Totonacapan,
especialmente en Papantla, una región que al tener un grupo
étnico como eje de su sociedad tenía una organización
tradicional que trabajaba con un sentido comunitario de solidaridad.
De acuerdo con la investigadora, “esta organización
también se ha roto, y en su lugar no ha quedado nada”;
se están perdiendo los esquemas tradicionales de trabajo,
de estima colectiva, de apoyo mutuo, que no han sido sustituidos
ni siquiera por otros modelos de organización, “la
gente simplemente está dejando de trabajar colaborativamente”.
Silvia del Amo, quien ha impulsado en la zona proyectos de recuperación
ecológica, de saberes tradicionales y de conservación
de especies nativas, aseguró que los proyectos institucionales
deben procurar la reestructuración del sistema social y la
educación comunitaria, para alcanzar la democracia primero
en lo local y luego en lo regional, “sólo así
iremos tejiendo un sistema democrático nacional”.
Habló también de la pérdida de la autoestima
comunitaria como motor para el desarrollo, pues explicó que
la gente que no se autoestima no hace nada por mejorar sus condiciones
de vida; aseguró que aunque es un proceso a muy largo plazo,
es posible revertir la tendencia actual y redirigirla hacia la construcción
de fortalezas comunitarias basadas en el conocimiento y la organización
social.
La investigadora ha trabajado desde 1995 en proyectos comunitarios
para recuperar y aprovechar especies vegetales nativas de la sierra
totonaca, preservar la naturaleza y rescatar los sistemas de manejo
de recursos naturales que los grupos totonacos apenas conservan.
De hecho, actualmente impulsa un proyecto para recuperar los saberes
de transmisión oral de comunidades indígenas y rurales,
poniendo en contacto a las nuevas generaciones con los ancianos,
como un esfuerzo por recuperar la continuidad de las tradiciones
que se están perdiendo: conocimientos sobre el campo, la
forma de cultivar, las especies aprovechables, los remedios naturales,
la historia de los pueblos, todo ello es parte del conocimiento
que se transmite de generación en generación.
Comunidad,
eje del desarrollo sustentable
Después de diez años de experiencias en el Totonacapan,
Silvia del Amo y su equipo de trabajo ha llegado a la conclusión
de que es la comunidad la que debe formar el eje del desarrollo
sustentable, y no un lugar, un área núcleo o ecosistema,
como señalan los paradigmas actuales.
De acuerdo con este modelo, alrededor de la comunidad habría
círculos concéntricos con diferentes intensidades
y usos de suelo, que parten de la realidad cotidiana de los mayas,
los huastecos, los totonacos y otros grupos indígenas. El
primer círculo consistiría en el cultivo de las especias
y plantas medicinales; el segundo, la provisión de hortalizas,
una actividad que ha sido muy abandonada en México; el tercer
círculo abarcaría los frutales con áreas de
ganado; el cuarto, los grandes campos de granos (maíz, trigo,
girasol), el quinto implicaría los sistemas agroforestales
y la fauna, y al final, en el último círculo concéntrico,
la selva, paradigma que sólo funciona si hay un manejo adecuado
de los primeros círculos.
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